El romance de la luna luna, el niño que habitaba en García Lorca

El ‘Romance de la luna luna’, el niño que habitaba en García Lorca

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía acoge en sus salas desde mañana y hasta el 17 de marzo la exposición En el aire conmovido…, que ha sido co-organizada con el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y cuyo título parte de uno de los versos del Romance de la luna luna, incluido como primer poema del Romancero gitano de Federico García Lorca. Comisariada por el historiador del arte y filósofo francés. Georges Didi-Huberman (Saint-Étienne, 1953) reúne alrededor de 300 obras de 140 artistas de diferentes disciplinas plásticas en torno a las emociones.

Federico García Lorca. Romance de la luna luna (manuscrito), 1934. Tinta sobre papel verjurado

El hilo conductor de esta ambiciosa exposición en el Reina Sofía gira en torno a la mirada desde la infancia del poeta granadino y muy en concreto a su Romancero gitano, publicado en 1928 por la Revista de Occidente y compuesto por 18 romances que abordan numerosos símbolos con su noción de «duende». Didi-Huberman parte de cómo ve un niño la sociedad que le rodea, con un contexto histórico inquietante, y cómo se ven afectados por guerras, migraciones y conflictos. La muestra explora, a través de las reflexiones teóricas y gráficas de diferentes artistas y filósofos, el poder evocativo de las imágenes y la capacidad transformadora de la emoción que trasciende lo individual y se convierte en colectiva.

El filósofo francés ha articulado un relato que es una antropología política en clave poética de la emoción cuando se convierte en conmoción, entendida como «una concatenación de emociones, un acontecimiento capaz de afectar a un conjunto, a un entorno, a una relación y no solo a un sujeto psicológico aislado». En el recorrido plantea un juego de libres asociaciones, que da lugar a un recorrido articulado en siete capítulos o bloques temáticos: Infancias, Pensamientos, Caras, Gestos, Sitios, Políticas y de nuevo Infancias, inspirados y encabezados por distintos versos de García Lorca.

A la entrada de la muestra una canción de Camarón de la Isla, Nana del caballo grande, que tomó su letra de un poema de Federico García Lorca. Los siete capítulos están presentes en las 14 salas que conforman la exposición, y en ellas se exhiben  pinturas, esculturas, instalaciones, audiovisuales o documentación de hasta el siglo XVI, de artistas tan diversos y universales como Hans Bellmer, Esther Shalev-Gerz, Cartier-Bresson, Salvador Dalí, James Ensor, Lucio Fontana, Federico García Lorca, Alberto Giacometti, Johann Wolfgang von Goethe, Francisco de Goya (del que se exponen tres dibujos originales y  nueve grabados), Víctor Hugo, Käthe Kollwitz, Charles Le Brun, Corinne Mercadier, Óscar Muñoz, Joan Miró, Pablo Picasso, Auguste Rodin, Tatiana Trouvé, Única Zürn o Waad Al-Kateab, entre otros muchos.

El primer bloque, Infancias, incluye  un fragmento de El espíritu de la colmena de Víctor Erice; fotografías de Robert Capa y José Val del Omar; la película Ten minutes older de Herz Frank, además de otras obras de Goya, Lorca, Miró, Rossellini o de Bertolt Brecht, que gracias a un montaje de imágenes y pequeños poemas líricos, revela lo peor de la guerra a través de los horrores que vieron los niños de aquella época. Y cómo no la presencia de la luna en ese primer poema de Lorca, que está presente en los dibujos de Goethe que cuelgan en las paredes del Reina Sofía y que inspiraron al poeta granadino para desarrollar la noción de lo «demoniaco», al que Huberman sitúa al más alto nivel de las ideas estéticas en la historia europea, junto a Shiller, Nietzsche o Bataille, por su noción de «duende» como categoría estética con la que referirse a esa experiencia de la conmoción propia del cante jondo flamenco tan difícil no solo de experimentar, sino también de explicar teóricamente.

Víctor Hugo. Sin título (Nuées et soleil, Empreinte de pièce) (Solet noir), ca 1855-1856. Grafito triturado, aguada de tinta marrón sobre papel, 8 x 11,5 cm. Maisons de Víctor Hugo, París/Guernesey.
Salvador Dalí. La mano cortada, ca. 1928. Tinta sobre papel, 58 x 47 x 5 cm (con marco). Colección Pere Vehi, Cadaqués
Pablo Picasso. Estudio para cabeza llorando (I). Dibujo preparatorio para “Guernica”, 1937. Grafito, gouache y barra de color sobre papel tela, 23,2 x 29,3 cm. MNCARS. Archivo fotográfico del Reina Sofía

La parte más teórica está en el capítulo Pensamientos en las que interaccionan documentos con piezas musicales, literarias, fotográficas y audiovisuales de muy diversa índole. Las teorías de Descartes, Kant o Darwin conectan con dibujos de artistas como Charles Le Brun o Lavater.  Conceptos como Alfabetización y Emancipación le sirven a Didi-Huberman para enfocar dos modelos de pensamiento muy distintos ante la experiencia de la conmoción: explicar o comprender.

En Alfabetización pueden verse  tratados y documentos de Aristóteles, Camper, Comenius, Darwin, Descartes, Duchenne de Boulogne, Dumas, Esquirol, Ignacio de Loyola, Janet, Lavater, Richer y Rousselet, entre otros, mientras  Emancipación tiene un enfoque romántico que busca comprenderlas en todo su caos y complejidad. Ahí encontramos tratados, partituras, grabados o láminas de Bataille, Beethoven, Bergamín, Giordano Bruno, Calderón, Deleuze, Erasmo, Freud, Goya, Hegel, Hölderlin, Kant, Kluge, Lacan, Montaigne, Morente, Nietzsche, Nono, Saint-Simon, Scarlatti, Schiller, Spinoza, Warburg o del propio Federico García Lorca.

En Caras, todo gira en torno al rostro humano como expresión de las emociones y que subraya el aire conmovido. La selección de Didi-Huberman se centra en las lágrimas, los gritos, la danza y otras manifestaciones de diferentes caras, en fotos de  Michel Dieuzaide, de Albert Von Schrenck-Notzing, del horror  visible en Máscara de Montserrat gritando (1938-1939) del escultor Julio González, en algún dibujo preparatorio del Guernica en los dibujos de Picasso o la atmósfera generada por los movimientos del rostro del escultor Medardo Rosso. Sin olvidar alguna obra de Alberto Giacometti.

El ecuador de la exposición transita por los Gestos como vehículo de nuestros deseos y que el comisario ha plasmado para que el gesto se  transforme en viento, aire, espacio, que «crea una coreografía de los cuerpos en el aire conmovido». A lo largo de ese espacio encontramos una selección de gestos humanos que cristalizan la intensidad de la conmoción o de la experiencia asociada a la venida del duende, sin dejar de lado la gestualidad de las manos tan importante en la danza, a través de artistas como  Israel Galván, las bailarinas retratadas por Man Ray o Nijinksky, o del dibujo del Torero sevillano de Federico García Lorca, entre otros; y la gestualidad automática en piezas de Antonin Artaud, Salvador Dalí, Henri Michaux o Unica Zürn.

Henri Michaux. Sin título, 1955-1957. Acuarela sobre papel. MNCARS
Joan Miró. La danza de las amapolas, 1973. Acrílico sobre lienzo, 130 x 195 cm. MNCARS. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

El quinto capítulo, Sitios, concebido como un lugar en el que coexisten espacios críticos, donde hay muchas de las obsesiones y deseos del ser humano, que podrían acercarse a los aires conmovidos por lo trágico de la emoción humana. En las cuatro salas que definen ese concepto han dos pinturas de Joan Miró, con esa pulsión hacia lo mínimo en un espacio infinito, junto  un lienzo monumental de Simon Hantaï, EN la que el pintor franco-húngaro  moduló la tela y según Didi-Huberman: » el lienzo es un campo dialéctico, un campo agitado por batallas que tienen lugar por todas partes, tanto en la extensión como en el espesor».

En las otras tres salas vemos esculturas de Fred Sandback, Duchamp, Ensor, Lucio Fomtana, Goya, Hugo, Richter, Salmon, Tarr y Trouvé.

El sexto capítulo Políticas, que Didi-Huberman desarrolla como dos temas, Lutos y Luchas, en dos salas independientes, la 10 y la 11.  El filósofo plantea los acontecimientos políticos como dos momentos: la lamentación y el paso posterior a la acción. Lutos incluye una selección de fotografías, dibujos, grabados y extractos de películas en imágenes fijas y en imágenes en movimiento sobre las lamentaciones y el duelo. El sufrimiento y el duelo se expresan con las lágrimas, rostros y gestos. En Luchas se concretan distintas estrategias para dar forma al pensamiento crítico: en las piezas que vertebran este ángulo subyace la cólera o La Rabbia, como el título de la película de Pasolini, junto a obras de Brecht, Capa, Goya, Picasso, Smith, Pinna,  Kollwitz, Rimbaud y Tucholsky.

Y de nuevo para concluir este viaje circular regreso a las Infancias porque como dice Didi-Huberman, «No se trata ni de culto a la ingenuidad, ni de creencia en la pura inocencia. Los niños están en la encrucijada: buscan un lenguaje entre lo real y lo imaginario…Bajo las bombas, los niños aún son capaces de utopía».  Y añade que   mirar el mundo con los ojos del niño «quiere decir a la vez tanto inquietarse por la presencia de espectros —los “otros”, los “mayores”, el “mundo”, las “amenazas”, los “muertos”— como lanzar alrededor tantos duendes como sea posible [con los que poder jugar con lo peor], […] juguetes mágicos o diablillos con los que escaparse [y] continuar riendo».

En las últimas salas 13 y 14 sorprenden las esculturas del artista francés Pascal Convert;  junto a piezas de Cartier-Bresson, García Lorca, Niños Migrantes Del Mediterráneo, Archivo Ringelblum y Vigo.

Henri Cartier-Bresson. Valencia, 1933. Copia posterior. Gelatinobromuro de plata, 24 x 36 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía