Racionalidad y geometría de Peter Halley
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza continúa organizando exposiciones en torno a la colección de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza como ya lo hiciera con otras dedicadas a hiperrrealistas o la de André Butzer. En esta ocasión y hasta el 19 de enero presenta una monográfica del pintor neoyorquino Peter Halley (1953), que abarca desde 1985 a 2024 y está comisariada por Guillermo Solana. Las 20 pinturas seleccionadas por el propio artista proceden de colecciones públicas y privadas españolas. La muestra ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Palma de Mallorca y Casal Solleric, lugar al que viajará en primavera tras su clausura en Madrid.
No es la primera vez que su obra se exhibe en España, ya que hace 32 años el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le dedicó una exposición. Halley en la década de los ochenta del pasado siglo innovó respecto a la tradición del arte abstracto-geométrico, que estaba dominado por concepciones idealistas y formalistas y comenzó a reinterpretar la geometría como un medio de confinamiento y control social, con rasgos distópicos. Hay mucha ironía cuando en esa década de los 80 convirtió al cuadrado en una especie de icono para representar celdas y prisiones, visibles tanto en sus acrílicos Cárcel (1985) y 303 (1991).
En muchas de las piezas de Peter Halley queda patente esa evocación de circuitos integrados y diagramas de flujo que se han popularizado en la era digital, donde coexisten la interconexión total con cierto aislamiento sistemático. Su gama cromática tiende a utilizar colores fluorescentes que enlazan con las pantallas electrónicas, lo que revela una cierta audacia y experimentación en el uso del color.
Durante más de cuatro décadas Halley ha apostado por la independencia y ha ido colaborando con galeristas de varios países con los que mantiene una relación de confianza, renunciando a hacerlo con sede en numerosos países. En España, además de hacerlo en museos y fundaciones, ha expuesto en galerías como Senda en Barcelona y con Javier López en Madrid.
En la exposición del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, titulada Peter Halley en España, cuelgan una veintena de obras de gran formato que permiten observar su evolución durante los últimos 40 años, desde 1985 a 2024. Muchos de sus lienzos hoy forman parte de colecciones públicas: Museo Reina Sofía, Fundación «la Caixa», el IVAM y de numerosas colecciones privadas españolas.
En el recorrido por la exposición encontramos algunas piezas de los años 80 o incluso de los primeros 90 el pintor neoyorquino optó por composiciones sencillas como Comercio de pieles (1994) que tienden a la monocromía, casi minimalista. Esa tendencia iría variando en otras de la primera década del siglo XXI tales como Apagón y Edutainment, ambas de 2005, y Gravedad (2006), que se caracterizan por desprender una mayor complejidad, donde superpuso planos e introdujo una paleta de color más variada.
En sus trabajos de la década pasada y en esta última ha profundizado en los conceptos que desarrolló en us primeros trabajos geométricos pero introduciendo colores cada vez más luminosos y claros y multiplicando las formas como se ve en Mágico a medias (2018); Clemencia (2019); La nota alta (2020) con la inclusión de tres celdas; o en Reencuentro (2024) con esos planos de intenso cromatismo.