La emoción del Barroco en el Museo Carmen Thyssen de Málaga
El Museo Carmen Thyssen de Málaga presenta una exposición dedicada a la devoción durante el Barroco, su muestra más ambiciosa hasta la fecha: Fieramente humanos. Retratos de santidad barroca. La muestra, organizada en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Valencia, reúne 35 obras a través de las cuales su comisario, Pablo González Tornel, instruye al visitante sobre las particularidades de la fe católica tras la Reforma Protestante.
El Museo Carmen Thyssen de Málaga ha presentado Fieramente humanos: Retratos de santidad barroca, la que, según ha declarado su directora, Lourdes Moreno, es su «exposición más ambiciosa hasta la fecha». No le faltan razones para decirlo. Se trata de una muestra en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Valencia –su director, Pablo González Tornel, es el comisario de la misma– y con importantes préstamos de instituciones como Museo Nacional de Escultura, el IVAM, el Museo de Bellas Artes de Sevilla y el Museo Nacional del Prado (además del propio museo valenciano). 35 obras en total que narran la realidad religiosa de nuestro país en el siglo XVII, cuando la réplica católica a los protestantes ya se había asentado en los talleres de los artistas.
Al acto de presentación acudió el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; la concejala de Cultura, Mariana Pineda; el conservador general de la Colección Carmen Thyssen, Guillermo Cervera; el presidente de Fundación Bancaria Unicaja, José M. Domínguez, institución patrocinadora de la exposición; el director general de Coanfi, Sergio Angusto, entidad colaboradora de la muestra; así como la directora artística del Museo Carmen Thyssen Málaga acompañada por el comisario.
La exposición se divide en dos secciones: Ser eternos y Arañar las sombras. Ambos títulos se inspiran, al igual que el nombre de la exposición, en la poesía de Blas de Otero. La primera sección se centra en el retrato de la santidad con la cercanía que caracterizó a la pintura Contrarreformista. El deber del arte era el de conmover al fiel y acercar la divinidad a su cotidianeidad.
De tal manera, se veía inspirado por los actos de aquellos de sus semejantes que habían trascendido la existencia ordinaria. Santa Teresa de Jesús, san Francisco de Borja y san Pedro de Alcántara son las figuras más cercanas al tiempo de las obras expuestas, pero los renovados intereses en la santidad católica recuperaron un intenso culto a san Pedro y san Pablo.
La competición religiosa no se daba únicamente entre las divisiones del cristianismo, sino entre los países que se encontraban en el mismo bando. De esa manera se establece una carrera por alcanzar el mayor nivel de santidad dentro del catolicismo.
«En la exposición planteo la idea de España como reino santo o como reino de santos. El país quiere más santos para ganar influencia, es el momento en el que se canoniza a Fernando III. La monarquía española no tenía una figura de este estilo, mientras que san Luis de Francia era parte de la tradición del país vecino», comentó González Tornel.
Se multiplican el número de canonizaciones, inspiradas muchas veces desde el clamor popular. Algunos de los ejemplos de estas campañas se encuentran también en la exposición, como con San Andrés y el venerable fray Juan Micó de Juan Ribalta o La visión del Calvario del padre Francisco Jerónimo Simón de Francisco Ribalta.
El fervor por elevar a santo a algunos personajes del siglo XVII llevó a los artistas a crear soluciones ingeniosas para evitar las acusaciones de idolatría. No se puede rezar en un altar a alguien no canonizado, así que el atajo que se toma es poner al prohombre –o mujer– en una misma composición con un verdadero santo. No había manera de discernir a quién se rezaba delante de estos lienzos, aunque todos pudiesen imaginarse la estratagema.
Pero en cualquier caso estaba presente una intensa emoción de devoción. Tal y como dijo González Tornel en la presentación: «El catolicismo del siglo XVII es una fiesta. Es todo lo que no quieren ser los protestantes. Se aleja de lo filosófico y se centra en lo emotivo».
«A partir de Gabriele Paleotti se refuerza está visión. El recorrido pasa por cronologías y lugares diversos, pero con la misma idea: la del nexo entre lo visible y lo divino. No son «obras de arte» sino «imágenes»».
Las diferentes cronologías se hacen especialmente patentes en las tres obras contemporáneas prestadas por el IVAM: El patio de las tentaciones de Equipo Crónica, Místico de Darío Villalba y Crucifixión de Antonio Saura.
La segunda mitad de la exposición, Arañar las sombras se centra en el papel de los santos como intermediarios entre los fieles y la divinidad. Por un lado están las imágenes de reflexión ejemplificadas en obras como San Pablo ermitaño y San Onofre de Ribera, Magdalena penitente de Luca Giordano, dos San Jerónimo de Murillo, entre otras. Todos ellos ponen su mirada en lo ultraterrenal, ya sea a través del crucifijo o levantando los ojos al cielo. «Ellos ven lo que nosotros no podemos. A través de ellos no solo se conoce lo sagrado, sino que sirven de modelo de conducta, del que Cristo es el ejemplo último. La pintura de Francisco Ribalta, Abrazo de san Francisco de Asís al Crucificado es el mejor ejemplo, tiene todos los elementos» explicó González Tornel.
Fieramente humanos es un recorrido por uno de los momentos espirituales y artísticos más intensos de la historia de nuestro país. Permanecerá abierta hasta el 18 de febrero y más tarde visitará el Museo de Bellas Artes de Valencia. Héctor San José.