Hilma af Klint y Piet Mondrian: naturaleza y espiritualidad
La exposición que la Tate Modern dedica a ambos artista explora los paralelismos entre sus carreras y sus obras, desde los lienzos de sus primeras etapas hasta los trabajos en los que llevaron a su máxima expresión sus lenguajes propios.
Hilma af Klint y Piet Mondrian nunca se conocieron. Sin embargo, si lo hubieran hecho, es fácil imaginar algunos de los temas de los que podrían haber hablado: naturaleza, teosofía y otras corrientes espirituales novedosas por las que se hubiesen dejado influenciar (a través de líneas y colores).
Quizá hubiesen podido compartir impresiones sobre el inicio de sus carreras como pintores de paisaje o de su pasión por dibujar pequeñas flores. Tal vez podrían haber comentado juntos cómo algunos inventos de su época –por ejemplo el microscopio– revolucionaron su manera de ver el mundo, mostrando que hay universos diminutos que conviven con nosotros y forman parte de todo lo que conocemos.
Precisamente estos puntos de unión son algunos de los temas en los que profundiza Hilma af Klint y Mondrian: formas de vida, la exposición de la Tate Modern que pone en relación el trabajo, la carrera y el modo de ver el mundo de ambos artistas.
La muestra combina algunas de las obras más conocidas de sendos autores: los lienzos neoplasticistas en el caso de Mondrian y las famosas Pinturas para el templo de Af Klint que, según ella, se las había encargado una de sus guías espirituales; así como otras creaciones de menor formato, más íntimas y desconocidas. Algunos ejemplos de esto último son las lilas azules del pintor neerlandés o los dibujos botánicos de la autora sueca (durante el siglo XIX, esta fue una de las pocas disciplinas artísticas en las que las mujeres eran bienvenidas).
El recorrido se completa con notas, libros y bocetos, además de un sinfín de objetos que cambiaron la percepción de la época, como ciertos inventos científicos. Asimismo, se suman algunas obras de autores contemporáneos a los dos protagonistas, que ayudan a contextualizar el momento en el que ambos desarrollaron sus innovadores lenguajes.
Todas estas piezas se organizan en 10 apartados que tienen mucho que ver con los temas de los que Mondrian y Af Klint habrían hablado de haber podido encontrarse. Una de estas áreas, por ejemplo, explica la importancia que los árboles tuvieron en la carrera de ambos. El autor nacido en los Países Bajos pintó su serie de árboles entre 1908 y 1911. Esta figura le ayudó a elaborar su corpus de trabajo, fuertemente influenciado por las líneas horizontales y verticales a las que daba además un significado espiritual (lo horizontal es, en su obra, símbolo de lo femenino, y lo vertical de lo masculino).
Af Klint, por su parte, pintó en 1913 su gran El árbol del conocimiento, que aludía a la importancia que tienen en numerosas religiones y creencias espirituales –como el Yggdrasil de la cultura nórdica– que se supone que es el centro del cosmos y que se acerca al paraíso a medida que sus raíces crecen y se hunden más profundamente en la tierra.
Para terminar, la exposición aborda el carácter visionario de todas estas obras. Ambos autores creyeron que su arte iba a ser mejor comprendido por las generaciones venideras, de hecho Hilma af Klint estipuló que algunas de sus creaciones se mantuvieran ocultas hasta que hubieran pasado 20 años de su fallecimiento. Tanto ella como Mondrian mostraron la fragilidad de los distintos patrones que conectan el universo, así como una forma de hacer visibles las leyes de la naturaleza; aspectos que en su época apenas podían adivinarse, pero que se fueron haciendo más evidentes a medida que la ciencia y la tecnología se abrían paso a lo largo de todo el siglo XX. Sofía Guardiola