Alice Austen: fotografía y ciclismo para alcanzar la libertad
El Museo del Romanticismo alberga la muestra Deshacer el género dentro del programa de Photoespaña. Está centrada en las imágenes con las que la artista –una de las primeras mujeres fotógrafas de Estados Unidos– rebasó los estrictos límites morales de su época.
A los 11 años, Alice Austen recibió un regalo que no solo cambiaría su vida, sino que también le permitiría introducir ideas revolucionarias en una sociedad tan encorsetada y centrada en la moral como lo fue la victoriana (especialmente en Estados Unidos).
Desde el momento en que poseyó su primera cámara de fotos, y ayudada por su tío –químico– con los procesos de revelado, no paró de retratar su entorno. A lo largo de su vida tomó más de 8.000 fotografías, en muchas de las cuales es al mismo tiempo la artista y la modelo; un material que ahora funciona como testimonio de su posicionamiento ante el mundo que la rodeaba.
La exposición Deshacer el género comienza, precisamente, con un ejemplo de esta rebeldía de Austen contra las imposiciones de su tiempo: las imágenes tomadas para ilustrar el libro de su amiga Maria Ward titulado Bicycling for ladies.
En ellas puede verse a mujeres subiendo a este vehículo en diferentes posturas con unos vestidos quizá sencillos para la época, pero sin duda engorrosos para practicar un deporte que hasta ese momento había sido considerado puramente masculino. La gimnasia y el tenis también aparecen representadas en su producción, mostrando cómo poco a poco las mujeres iban colonizando unos territorios que normalmente les habían sido vetados.
Sin embargo, estas no debieron de ser las fotografías de Austen que más escandalizaron a la sociedad victoriana. Seguro que llamaron más la atención sus escenas con amigas donde aparecían la propia fotógrafa y a su pareja, Gertrude Tate. Imágenes que mostraban, por ejemplo, a tres mujeres compartiendo cama tapadas hasta el cuello por las sábanas, dos parejas agarradas por la cintura con un bucólico paisaje de fondo o un retrato grupal de hombres en el que, si te fijas mejor, puedes identificar a la autora y sus compañeras ataviadas con bigotes y levitas.
La imagen más impactante de la autora, reproducida en la exposición en un vinilo de grandes dimensiones llena de frescura y modernidad, es una en la que Austen y Trude aparecen vestidas igual, con unas máscaras blancas en el rostro y fumando un cigarrillo.
Tanto las vestimentas –faldas cortas para la época, que en ningún caso podrían utilizarse en el exterior– como la escenografía sugieren un momento de intimidad y divertimento, una de esas escenas íntimas y desenfadadas protagonizadas por parejas que se conocen muy bien y se quieren hacer reír.
De este modo, la autora desdibujaba mediante sus fotografías algunos límites estrictamente marcados en su tiempo: los que separaban a hombres y mujeres, así como los que dividían la esfera de lo público y de lo privado, siempre con un tono natural y desenfadado pero sumamente estético.
Como ha ocurrido con tantas fotógrafas –el caso más conocido es el de Vivien Maier, pero hay otros, incluso en nuestro país, como la catalana Mey Rahola– el trabajo de esta autora neoyorquina pronto quedó relegado al olvido.
Austen gozó de una posición acomodada hasta que se arruinó en el Crack del 29 y se vio obligada a vender la casa en la que había permanecido toda su vida. Entonces ella y Gertrude Tate se mudaron a un apartamento hasta que, en 1949, tuvieron que separarse.
Tate no podía hacerse cargo de los cuidados de la artista, que sufría artritis severa. Tampoco recibía ningún apoyo por parte de su familia, que desde el principio se opuso a su relación con Austen. Todo ello le obligó a internar a la fotógrafa en un asilo de beneficencia en Staten Island. Poco quedaba ya del éxito de aquella artista que escandalizaba con sus imágenes de mujeres deportistas, disfrazadas con bigote o compartiendo intimidad con su amante.
Afortunadamente, en 1951 Oliver O. Jensen –antiguo editor de Life– descubrió por casualidad el trabajo de Alice, que ella misma había depositado en la Sociedad Histórica de Staten Island tras arruinarse. Con todo ese material y con la historia de la fotógrafa, Jensen vendió a la revista un reportaje cuyas ganancias se utilizaron para que la autora tuviese un hogar mejor.
Ese mismo año y a raíz de la publicación, recibió un homenaje de la Sociedad Histórica donde había legado toda su producción. Lástima que la artista no disfrutase durante muy poco tiempo de estos honores, pues fallecería meses después.
La muestra que ahora le dedica el Museo del Romanticismo cuenta con diversas fotografías, así como con algunos documentos, entre los que se encuentra un ejemplar del mencionado Byciling for ladies. Deshacer el género puede visitarse hasta el próximo 3 de septiembre. Sofía Guardiola