El rostro de Tarteso
El Instituto Arqueológico de Mérida (IAM-CSIC) ha hallado en el yacimiento de Casas del Turuñuelo (Badajoz) los restos de cinco relieves que suponen las primeras esculturas antropomórficas conocidas de la civilización tartésica. Esto ha supuesto un cambio de paradigma, pues hasta ahora se creía que su cultura era anicónica.
Una de las primeras referencias de la historia al reino de Tarteso –o Tartessos– la encontramos en el poeta griego Estesícoro (siglo VI a.C). En su obra la Geroneida, que narra el décimo trabajo de Hércules de matar al gigante Gerión, se asegura que esta criatura gobernaba un reino cercano al tartésico. A esta primera referencia le siguieron otras –ya romanas– que hablaban de enormes riquezas, complejidad política y un rey que parecía más mítico que real: Argantonio.
Todo ello fue el caldo de cultivo para que realidad y ficción se mezclaran desde el principio en el conocimiento de esta civilización, que todas las fuentes antiguas sitúan en el sureste peninsular. Si bien los datos más concretos de su localización varían según el autor.
Su nombre también ayudó a alimentar la leyenda, pues se relacionó con el Tarsis bíblico. No solo por su similitud evidente, sino también porque en las Escrituras se menciona que Tarsis era, al igual que Tarteso, un pueblo con una gran riqueza mineral.
Llegó a identificarse incluso con la desaparecida Atlántida, idea propuesta por el arqueólogo Adolf Schulten a principios del siglo pasado y a la que dieron credibilidad algunos investigadores contemporáneos. También existen documentales que aúnan ambas teorías, asegurando que la Atlántida, la Tarsis bíblica y Tartesos son todos un mismo enclave perteneciente a esta cultura prerromana. No obstante, la comunidad científica española afirma que no hay pruebas contundentes que respalden ninguna de estas hipótesis.
Uno de los principales motivos por los que este reino se ha confundido con un lugar mítico ha sido el desconocimiento en torno a él. Las fuentes clásicas no revelaban demasiada información sobre este lugar, y aún no se contaba con datos arqueológicos suficientes como para conocer a este pueblo en la misma medida en la que se conocía a otros moradores de la Península.
Afortunadamente esto ha ido cambiando poco a poco. Ya en el siglo pasado se descubrieron yacimientos sumamente relevantes, como el del cerro del Carambolo –en 1959–, donde se encontró un tesoro de orfebrería; o el de la Joya, una necrópolis descubierta entre finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado.
Hasta ahora se había considerado a los tartésicos como una cultura no icónica, puesto que todas las representaciones de dioses que se habían descubierto tenían apariencia de animales, plantas o betilos (piedras sagradas).
El hallazgo de estos cinco nuevos relieves con figuras antropomorfas supone, por tanto, un cambio de paradigma y evidencia que aún queda mucho por descubrir de esta sociedad. Un conocimiento que, poco a poco, va contribuyendo a que se desprenda de toda su mitología.
Tal y como confirmó ayer en rueda de prensa el equipo del Instituto de Arqueología, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Junta de Extremadura, «del conjunto recuperado hasta la fecha, dos de los relieves figurados se encuentran casi completos y corresponden a sendas figuras femeninas adornadas con destacados pendientes o arracadas que representan piezas típicas de la orfebrería tartésica».
Estas obras se corresponden, además, con las joyas que ya se habían encontrado en otros yacimientos, como el de Cancho Roano.
Los relieves datan del siglo V a.C. Por su refinado tratamiento de las figuras, se cree que las dos mujeres podrían ser deidades, o bien personalidades importantes dentro de la jerarquía tartésica. Igualmente, se presume que una de las otras tres figuras representaría a un guerrero.
El yacimiento de Las Casas de Turuñuelo, escenario en el que ha tenido lugar el descubrimiento, ya suponía un enclave destacado, pues se trata del edificio construido en tierra mejor conservado del Mediterráneo Occidental. Posee sus dos plantas y cuenta con un alzado de hasta cinco metros de altura en algunas zonas. Por eso supone uno de los enclaves principales de Construyendo Tarteso, un proyecto de la Agencia Estatal de Investigación.
Gracias a esta edificación se pudo documentar, por ejemplo, la posible existencia de una bóveda (hasta el momento no se sabía que usaran esta solución constructiva). En su interior se encontraron evidencias del sacrificio de los animales más grandes de esta zona del Mediterráneo. Es precisamente en el lugar de acceso al patio donde se hallaron entonces los restos óseos de estas criaturas donde han aparecido ahora los relieves antropomorfos. Eso podría dar algunas pistas sobre los rituales o creencias religiosas de esta cultura de la que aún queda tanto por conocer. Sofía Guardiola