Coleccionismo en la intimidad de BRAFA
El viernes pasado se inauguró la 68ª edición de BRAFA en Bruselas. 130 galeristas –de los cuales 13 exponen por primera vez– recibieron a los coleccionistas con interesantes apuestas tanto en las obras seleccionadas como en la escenografía de sus stands. La combinación de mobiliario, diseño y arte ha dado como resultado espacios que simulan los hogares de los coleccionistas.
Cuando una feria de arte –especialmente si contiene arte antiguo– supera nuestras expectativas la describimos de la siguiente manera: es como un museo, pero todo está a la venta. Para los que disponen del presupuesto es una perspectiva de lo más interesante. Se rompe una de las principales barreras que hay en la contemplación del arte: la posibilidad de poseer el objeto codiciado. Pero otra, que tiene que ver con el propio espacio en el que se exhiben las piezas, suele permanecer.
Lo habitual es que las galerías imiten a los museos en los montajes de sus stands. Paredes blancas y lisas en el caso del contemporáneo, colores oscuros –especialmente azul marino– y quizá panelados de madera en el de las obras antiguas (la arqueología puede permitirse la excentricidad de las paredes negras y focos muy selectivos para darnos la impresión de que casi somos los descubridores de las obras).
Este panorama ayuda a que las piezas brillen especialmente. La asociación mental les proporciona el halo del objeto que admirar. Están individualizadas, podemos perdernos en ellas sin que nada nos moleste.
Sin embargo, existe cierta tendencia –no necesariamente novedosa– que rompe con esta dinámica. Algunos galeristas crean una cuidada escenografía con el objetivo no de que te imagines en una prestigiosa sala de exposiciones, sino en tu lujoso salón (o cómo podría serlo si comprases lo que ves).
En el pasado esto significaba entrar en pequeños Versalles de 20 metros cuadrados que normalmente tenían como punto focal el mobiliario y las artes decorativas. El siglo XVIII tenía casi la exclusiva de este ilusionismo. Los que han sabido adaptar esa idea a sus distintas áreas de especialización y crear un lugar –y no solo un conjunto de piezas– han cosechado verdaderos apasionados de su trabajo. Axel Vervoordt –presente en BRAFA– es el nombre que viene a la mente.
Pues bien, la 68ª edición de la feria belga nos permite comprobar qué puede ocurrir si el arte aúna esfuerzos con el diseño. El coleccionismo se traslada, por un momento, a la intimidad de BRAFA 2023.
Este año han participado 130 galerías. Un número sensato que permite visitar todos los stands varias veces sin sufrir el agotamiento propio de estas citas. Una vuelta para las impresiones generales, otra para encontrar las galerías predilectas, otra para ver las obras a fondo…
Esa cifra, sumada a su cambio de sedee el año pasado, permite que los participantes cuenten con bastantes más metros cuadrados de los que proporcionan otras ferias. Los más espabilados han aprovechado esa amplitud y han creado espacios inesperados y dignos de ver.
Cuando se compara con ediciones anteriores, es fácil ver que el diseño está aún más presente. Empezando por el tema de esta edición, el Art Nouveau y Victor Horta. En honor al arquitecto, las moquetas de los pasillos siguen varios de sus diseños, con sus famosas curvas de látigo (y alguna línea recta, que apreció más y más según avanzó en su carrera).
También vemos varios de sus diseños diseminados, sobre todo sillas, algún que otro escritorio y una repisa, que fue una de las primeras ventas comunicadas por la galería Thomas Deprez por 16.000 euros.
Pero también es el diseño más moderno el que se abre camino. Curiosamente, el espacio más sorprendente en esta dirección no pertenece a ninguna galería, sino al banco principal patrocinador del evento, Delen Private Bank. Una serie de salones decorados a la última moda –y suficientemente llenos de objetos como para que uno pudiese olvidarse de que se trata de una especie de showroom– también exhibían arte como lo podría hacer cualquier coleccionista en su casa. Era un espacio que reconciliaba el mundo público de la feria con el espacio privado del hogar.
¿Será este el camino a seguir? Los detractores de esa idea argumentan que obras maestras pueden perder su protagonismo, su merecido lugar en un altar al arte. Pero siendo francos, pocas casas de coleccionistas parecen templos. Son, sobre todo, sus hogares; y frecuentemente al hablar con ellos el tema de la convivencia de las obras centra la conversación.
Pero fuera de las preocupaciones por la escenografía, BRAFA ha congregado un buen número de piezas excelentes. A simple vista destacan el numeroso grupo de acrílicos sobre papel del componente del efímero grupo CoBrA, Pierre Alechinsky (al que Samuel Vanhoegaerden ha dedicado su stand al completo). De hecho, las obras sobre papel contemporáneas y de grandes dimensiones son abundantes, como las de Jan Fabre.
En arte antiguo no podemos evitar ver un retrato de Frans Hals al lado de un pequeño dibujo de Rembrandt en la galería Douwes Fine Art; o un Estudio de un evangelista de Jacob Jordanes en Klaas Muller.
En siglo XX destacan la acuarela de Miró Niñas intrigadas por el vuelo de un pájaro saltando en Simon Studer Art, el pequeño Grupo familiar de Henry Moore –valorado en aproximadamente 700.000 euros– en la galería Osborne Samuel o la composición abstracta La Voyageur à la Pélisse de Jean Dubuffet –400.000 euros– en Galerie Boulakia.
Los textiles también son una categoría constante a través de cronologías y temáticas. Desde la hamaca de Calder de la galería De Wit –54.000 euros–, hasta las piezas tibetanas –alrededor de 5.000 euros– y la gualdrapa iraní de principios del siglo XX –5.200 euros– de Vrouyr. Y en la fina línea que separa diseño de arte encontramos un trono de Tàpies en la galería Seghers y una silla roja de Rietveld –64.000 euros– en la galería D. Lennart Booij.
La representación española está garantizada como de costumbre en la feria bruselense por Jordi Pascual y Montagut. El primero llevó una amplia selección de su especialidad, los pintores informalistas españoles del siglo XX. Los segundos asistieron con un grupo de obras tribales.
Y aunque aún queda casi una semana para el cierre de esta edición de BRAFA –el día 5 de febrero–, las ventas no se han hecho esperar. Además del mueble de Horta que hemos mencionado, en las primeras horas de la inauguración Whitford Fine Art encontró comprador para Dominante Bleue de Joseph Lacasse por alrededor de 130.000 euros y la galería Taménaga vendió todas sus pinturas de Georges de Feures.
Una 68ª edición a la que aún le queda tiempo para seguir reportando buenas ventas y que ya comenzó siendo un éxito. Héctor San José.