De ‘natura’ en la colección del Banco de España
Si el otoño pasado el Banco de España abría a la sociedad en sus salas de Madrid una exposición dedicada a las pinturas de Francisco de Goya presentes en su colección, a partir de mañana y hasta el 25 de febrero de 2023 exhibe Flores y frutos en la Colección Banco de España, centrada en la representación de la naturaleza desde ejemplos del siglo XVII hasta la actualidad.
Comisariada por Yolanda Romero, conservadora del Banco de España, esta segunda muestra reúne 50 obras de más una treintena de artistas, sobre todo del siglo XVII y de los siglos XX y XXI, que incluyen disciplinas como la pintura, la fotografía, el dibujo o las artes decorativas (tapices, reloj y un jarrón de porcelana) porque la iconografía con motivos florales y frutales ha formado parte de la historia del Banco de España desde su fundación en 1782.
Como dijo Yolanda Romero en la presentación, si en la primera exposición la figura humana con los retratos de Goya ocupó el núcleo central, en esta segunda lo protagoniza la naturaleza muerta, que nos recuerda tanto la fragilidad y fugacidad de la vida. En concreto mencionó que Flores y frutos en la Colección Banco de España nació a partir de una de las obras maestras de Juan Van der Hamen, Pomona y Vertumno (1626), que junto a Ofrenda a Flora, del mismo artista y cedida por el Museo del Prado, constituyen el eje sobre el que articula esta exposición. Ambas han sido restauradas en el taller del Prado.
La primera sección, de las cinco en las que se articula, está dedicada a El Barroco: florecimiento y fructificación. Esa sala central está presidida por seis obras de Juan Van der Hamen, dos de Arellano, una de Crescenzi y otra de Gabriel de la Corte, así como dos grandes tapices del siglo XVII y un jarrón del siglo XIX que también tienen una rica iconografía floral y de frutas.
Tanto Pomona y Vertumno, de Van der Hamen, como la Ofrenda a Flora, pintadas en 1626 y 1627, respectivamente, colocadas simétricamente revelan el gran dominio que tenía el pintor no solo para las frutas y las flores sino también su precisión para la figura humana. Ambas son compañeras en el tamaño y revelan la gran ambición de Van der Hamen al representar las cornucopias de frutas y flores y ambos cuadros tienen un halo poético, quizá derivado de la erudición e inmersión del pintor madrileño en la vida cultural de la época, en especial de un escritor como Lope de Vega, que admiraba las composiciones de Van der Hamen.
Y en esa misma sala se pueden contemplar otros cuadros del maestro madrileño: Bodegón con florero y perro (1625), cedido por el Museo del Prado; Bodegón de frutas y dulces (1621); y esos dos bodegones que incluyen melones, cardo, dulce, carne y pescado o bien frutas con cabeza de cabra, estos tres últimos del Banco de España. Y junto a ellos, un elegante Plato metálico con uvas y peras de Giovanni Battista Crescenzi, dos floreros de Juan de Arellano y otro de Gabriel de la Corte, sin olvidar dos grandes tapices, a partir de cartones de David Teniers III del siglo XVII, de una serie de seis que reproducen los meses del año y un jarrón con motivos florales del siglo XIX.
En una pequeña sala encontramos siete piezas de la sección El bodegón: academia y vanguardia, que también tuvo consideración durante parte del siglo XX y en concreto el el arte español como esos dos motivos escultóricos de Francisco López Hernández o de Carmen Laffón; una pintura de Rafael Zabaleta de influencia cubista; dos bodegones de Pancho Cossío y otro de Francisco Bores, Nature morte au pichet; una Cabeza de Antonio Saura; y un Pequeño bodegón azul, de Joan Hernández Pijuan, datado en 1969, esencial en su austeridad.
En la tercera parte ocho piezas ilustran Flores y frutos para pensar la imagen: bodegones inimaginables, que expresan cómo se ha transformado el género del bodegón, donde la fotografía ha tomado el relevo por ser el medio que mejor expresa la fugacidad, fruto de las preocupaciones de nuestro tiempo, que reflejan tanto el desecho de las sociedades de consumo como el giro de los temas que nos ocupan. En esa línea vemos una aproximación al género del brasileño Viz Muniz; esa composición tras una ingesta de Wolgang Tillmans en New L.A Still Life; ese colorista Gabinete nº 43 (Tillmans) de Sandra Gamarra; el efectista White Passage de la fotógrafa y cineasta Hannah Collins; las dos copias digitales de María Loboda con esas naturalezas muertas de lo que contiene un bolso de mujer; la composición homenaje con piña a Le Corbusier de Gonzalo Puch, o la visión del huevo de Joao Maria Gusmao y Pedro Paiva.
Las dos últimas secciones, Gabinete Botánico I: flores de otro mundo, y Gabinete botánico II: mirar sin oler cierran la exposición. En la primera se abordan cuestiones como la relación entre lo científico y lo artístico fruto de las expediciones científicas al Nuevo Mundo, con la correspondiente clasificación de plantas, flores y frutos, que en los últimos años ha tenido una mirada diferente y crítica sobre dicho proceso de expansión. Y ahí vemos una fotografía de Lothar Baumgarten; dos acrílicos de la artista brasileña Sheroanawe Haihiiwe con esa visión esquemática y figurativa de sus trazos; tres dibujos con plantas de la selva yucateca de Fritzia Irízar; una monumental acuarela representando la hoja de cacao de Federico Guzmán; las frutas del bodegón de Alberto Baraya con su irónico alfabeto o los diez platos de Antoni Muntadas con esos dibujos de varias plantas con el nombre de las mismas en varios idiomas.
La última sala incluye ejemplos fotográficos como ese Herbarium ( 1982-1985) de Joan Fontcuberta, donde se observa de algún modo la huella de Karl Blossfeldt, algo que se nota aún más si cabe en las dos fotografías en gran formato de Linarejos Moreno, tituladas Art Forms in Mechanism XX y XXVI, donde Linarejos sustituye natural por mecanismo en esos fragmentos vegetales en blanco y negro con esa delicada gama de grises. En el mismo espacio los paraísos artificiales de Paula Anta, la catalogación colorista de Hans-Peter Feldmann; La noche en balde Miguel Ángel Tornero, con esas plantas marginales; la mirada solitaria de esa mesa en la serie Domingos de Xabier Ribas; y nuevamente un arreglo floral de María Loboda. Una exposición dedicada a José María Viñuela, conservador de la colección desde 1982 a 2015, que falleció el pasado mes de junio y al que se deben muchas de las incorporaciones a los fondos artísticos de la entidad.
- Hasta el 25 de febrero de 2023. Alcalá, 48. Madrid. Horario: de martes a sábado de 11 a 14 horas y de 16 a 20 horas. Domingos, lunes y los días 24, 25 de diciembre, y 1, 5 y 6 de enero cerrado. Entrada gratuita previa reserva en el portal web de la Colección Banco de España.