Ruth Orkin: Cuando la fotografía se convierte en cine
La ilusión del tiempo explora la figura de la artista estadounidense con especial atención al séptimo arte, que fue su gran pasión y cuya influencia se encuentra muy presente en todo su trabajo. La exposición se puede ver en la Kutxa Kultur Artegunea situada en Tabakalera de San Sebastián.
Durante las primeras décadas del siglo pasado, y a pesar de la presencia de figuras como Alice Guy (1873-1968) –reconocida como la primera montadora cinematográfica–, era difícil que una mujer se introdujese en el mundo del séptimo arte. Mucho menos si hablamos de situarse tras la cámara.
A menudo, el papel femenino en la creación de películas se reducía a trabajos minuciosos, casi artesanales, que recuerdan a otros tradicionalmente desempeñados por este género, como la costura. Las mujeres podían revelar los negativos o montar las películas, pero se les restringía el acceso a las esferas creadoras. Esta es la razón por la que Ruth Orkin (1921 Boston-1985 Nueva York) renunció en gran medida a su pasión –la imagen en movimiento– para dedicarse a la fotografía.
Orkin estudió fotoperiodismo en Los Ángeles City College y trabajó para algunas de las revistas más importantes del momento, como Look o Life. Sin embargo, su obra siempre se caracterizó por unas instantáneas que se encuentran en la encrucijada entre el cine y la fotografía, tanto por su secuencialidad como por su destacado carácter narrativo.
UnaUna de sus imágenes más conocidas, Chica americana en Italia (1951), parece un fotograma robado a una película. De hecho, se trata de una serie en la que la artista cuenta una historia a modo de fotonovela (práctica que estaba tomando popularidad en la Europa de posguerra y que Orkin empezó a desarrollar precisamente tras su estancia en Italia). Esta idea surge en Florencia, cuando conoce a la pintora estadounidense Jinx Allen –posteriormente llamada Ninalee Craig– que, como ella, es una mujer joven, soltera y americana que viaja sola por Europa. Aprovechando el nexo que une a ambas, se deciden a crear una narración en la que muestran su aventura europea mediante fotografías.
Allen posa ante nuestra autora, muchas veces de forma algo sobreactuada, imitando a las actrices de cine mudo —la madre de Orkin era la actriz Mary Ruby— que debían exagerar sus gestos, puesto que eran la principal herramienta con la que contaba el espectador para comprender la película.
En la serie se la puede ver contemplando estatuas en Florencia, coqueteando en la terraza de una cafetería o preguntando por una dirección a unos oficiales de policía. De este modo, mediante imágenes estáticas, la fotógrafa crea movimiento, consigue contar una historia y mostrarla como lo haría una película.
Sin embargo, esta no es la primera vez que Orkin logró que sus imágenes crearan una suerte de película. A los 17 años ya había recorrido su país, desde Los Ángeles a Nueva York, haciendo autostop y montando en bicicleta.
Entonces tomó numerosas fotografías con las que compuso una story board (guión gráfico) de una película de viajes por carretera, con pies de foto escritos a mano y una apariencia que se asemejaba a la de los cuadernos que su madre creaba durante cada uno de los rodajes en los que participaba, para guardar así un recuerdo.
La ilusión del tiempo pone de manifiesto la importancia que tuvo el cine en el trabajo de esta autora norteamericana, subrayando además el estilo fotográfico único que pudo desarrollar gracias a esa búsqueda incesante por aunar su pasión y su trabajo. La exposición, que puede contemplarse en San Sebastián hasta el 6 de noviembre, se completará con otras actividades como la proyección de Little fugitive, película con dirección y guión de la fotógrafa, junto a Ray Ashley y su marido Morris Engel. Sofía Guardiola