Vasconcelos viste Liria de ganchillo y Dior
La artista portuguesa interviene por primera vez un palacio habitado con su habitual repertorio de piezas que combinan materiales cotidianos y dobles sentidos, desde perfumes de alta gama hasta bordados y tenedores de plástico. Flamboyant supone el desembarco de Joana Vasconcelos en Madrid, con motivo del 50º aniversario de la Fundación Casa de Alba.
La reina de las piezas en gran formato con doble sentido llega a la capital y lo hace para intervenir un espacio de lujo: el Palacio de Liria. Tras su paso por Versalles, Uffizi o el castillo de Rothschild, ya le tocaba el turno a un edificio español.
Joana Vasconcelos despliega aquí todo su universo de valkirias que trepan por el techo, su bestiario de animales de cemento recubiertos de bordados tradicionales y sus piezas que nos obligan a mirar dos veces para descubrir su secreto: las cosas no siempre son lo que parecen.
Ahí está la célebre Marilyn en el Salón de baile, un par de inmensos tacones hechos con cacerolas para cocinar el arroz, fusionando así dos ámbitos femeninos que representan el rol tradicional y el rol privado de la mujer. O el lazo J’Adore Miss Dior, fabricado con frascos que contienen perfume de Dior, patrocinador de la muestra.
Y es que en la obra de Vasconcelos lo lujoso y lo cotidiano, lo íntimo y lo público, se funden con una naturalidad pasmosa, en un mundo de nuevas identidades donde los objetos adquieren múltiples significados. Por eso es preciso ver, y luego volver a mirar, para captar todos esos matices.
Flamboyant, así se titula la propuesta que desde hoy puede visitarse en el Palacio de Liria, da la bienvenida al visitante con un par de leones llamados Vigoroso y Poderoso en la escalera regia. Serpentea desde la planta baja hasta el piso superior, llevándonos por los diferentes salones donde las obras maestras de la Casa de Alba se muestran junto a las piezas contemporáneas de Vasconcelos. Porque esto no es una exposición centrada en una única artista, es una propuesta coral –Velázquez, Goya y Tiziano, incluidos– que busca celebrar el 50º aniversario de la Fundación, al tiempo que reeditar esa labor de mecenazgo de anteriores duques que fueron completando una de las mejores colecciones privadas del mundo.
Es justo decir que esta no es primera vez que Vasconcelos expone en España –ya tuvo una retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao–, pero sí que es la primera vez que trabaja en un palacio habitado. Eso le ha permitido a la artista conocer la historia del edificio, de la mano tanto del duque Carlos Fitz-James Stuart, como de los duques de Huéscar, promotores del proyecto (que lleva más de un año gestándose).
La pieza más llamativa y atractiva es esa enorme Valkyrie Thyra con centenares de luces que cuelga del techo y reparte sus tentáculos por el hueco de la escalera, en una especie de ser orgánico y mitológico que nos introduce en el singular universo de la artista.
Una vez rendidos a su juego, solo queda recorrer las regias estancias mientras se descubren sus obras intercaladas con el mobiliario, las pinturas y demás tesoros del Palacio de Liria. Como la capilla, habitualmente cerrada al público, pero ahora visitable gracias a Flaming heart que parece latir frente al altar al ritmo de Aleluya; o la Sala de la Música, donde un piano está recubierto de ganchillo, desde las teclas a las patas o la tapa del instrumento.
En la biblioteca, por ejemplo, una lámpara tipo araña de hierro recubierto de terciopelo e hileras de pendientes de aro como los que usan las sevillanas, se exhibe junto a la carta que Prosper Mérimée escribió a la condesa de Montijo contándole la trama de Carmen. De fondo, se escucha la ópera de título homónimo. Presente y pasado se funden así en una propuesta que apela a varios sentidos, no solo el de la vista.
El punto culminante llega cuando se contempla el enorme corazón colgante y giratorio del Salón español. La luz tamizada, los fados de Amália Rodrigues que se escuchan de fondo y los retratos de los reyes vestidos de negro impresionan. Todo tiene un aire sublime, imperial… hasta que te acercas y descubres que en realidad Coração Independente Preto está fabricado de cubiertos de plástico. Ahí reside la poética.
“El fado normalmente se escucha en los bares, de ahí los tenedores, cuchillos y cucharas”, explica Vasconcelos. “Esta obra tiene que ver con la emoción, el amor y una palabra muy portuguesa que es saudade. Creo que este salón con grandes pintura de Velázquez, Murillo o Zurbarán es la más bella donde he expuesto esta pieza fundamental para mí, porque está enraizada en mis tradiciones y mis raíces. Cuando la transporto estoy transportando también mi país y mi cultura”.
En total suman 20 obras de gran formato, dos de ellas expuestas en el jardín exterior, a las que se suman una treintena de piezas más pequeñas diseminadas por los dos pisos del interior (incluida las joyas y maquetas a pequeña escala ubicadas en la Sala de Arte Contemporáneo). Además, Vasconcelos ha creado para la ocasión dos seres especiales para Liria: Goya y Velázquez, dos lobos ubicados en la chimenea del Salón Zuloaga.
Flamboyant está organizada por la Fundación Casa de Alba y el Atelier Joana Vasconcelos, con la colaboración del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Podrá verse hasta el 31 de julio. Sol G. Moreno