Van Gogh, centrado y ambicioso en la National Gallery
La pinacoteca celebra su 200 aniversario con la exposición Van Gogh: Poets and Lovers (Poetas y amantes) que reúne más de 50 obras prestadas desde instituciones y colecciones privadas de todo el mundo (algunas de ellas, por primera vez). Se trata de la primera muestra que dedica la National Gallery al pintor, del que adquirió sus primeras obras, Los girasoles y La silla, hace 100 años.
La oreja. La oreja cortada con sus propias manos a causa de un desamor. Eso es lo primero que piensa el público cuando oye el nombre de Van Gogh. Una anécdota sangrienta y melodramática que caracteriza la falta de estabilidad mental de uno de los artistas más valorados en la actualidad. Su historia, tal y como suele contarse, es una caída en espiral hacia la locura salpicada por unas cuantas obras maestras.
Siempre me ha parecido curioso cómo somos capaces de pensar que alguien –aunque sea un individuo muy creativo– con una ausencia total de estabilidad emocional y económica, pueda ser capaz de volcarse en la pintura tan satisfactoriamente (aunque la mayor parte de esa satisfacción fuese post mortem).
La productividad suele estar reñida con la mala salud mental. Y aunque podemos poner múltiples ejemplos de artistas torturados, también serán ejemplos de personas altamente motivadas (a ratos). La depresión no es un tónico revitalizante creador de genios inmortales.
Aunque sin ella Van Gogh quizá no hubiese sido mejor pintor –sentirse ajeno al mundo en ocasiones te proporciona una mayor capacidad de observación–, sí lo habría sido durante más tiempo.
Por eso es una sorpresa agradable ver que en Poetas y amantes –abierta hasta el 19 de enero– la National Gallery ha decidido presentar al autor de manera menos romántica de lo habitual. Una hazaña dado el título elegido y la cantidad de entradas que venden el desamor y la locura. Se agradece el pragmatismo.
La exposición es el evento central del 200 aniversario de la pinacoteca, que lleva todo 2024 con una programación especial que incluye préstamos a todos los rincones de Reino Unido y la reordenación de su colección permanente siguiendo un orden temático. Es la primera muestra que dedican a Van Gogh, algo difícil de creer dado que, además de la relevancia mundial del autor, la National Gallery tiene varias obras maestras suyas.
De hecho, Poetas y amantes también celebra el centenario de la adquisición de Los girasoles (1888) y La silla (1888). El pintor holandés se ha hecho de rogar, pero como ha dicho Gabriele Finaldi, director del museo, durante la presentación: “Una exposición necesita un concepto, no puede ser porque sí”.
De manera que la excepcional reunión de 50 pinturas de Van Gogh gira en torno al momento en el que pintó esas dos obras, durante su estancia en Arlés y Saint-Remy –, en la Provenza francesa, de 1888 a 1890.
Y no solo es excepcional por el número reunido, sino por préstamos tan complejos como el de la versión de los Los girasoles que custodia el Museo de Arte de Filadelfia que no había abandonado la institución desde que lo adquirieron en 1935.
Las dos variantes del mismo tema son uno de los puntos fuertes de la muestra, ya que se exponen siguiendo las indicaciones del propio autor, que los concibió como parte de un tríptico en el que la pintura central era Canción de cuna: Madame Augustine Roulin meciendo la cuna. Esta clara intención describe a un Van Gogh preocupado por la percepción de su obra no solo en cuanto a la calidad de esta, sino en la manera de exponerla.
De hecho, una de las secciones de Poetas y amantes está dedicada a la llamada “Casa Amarilla”, su residencia en Arlés. En palabras de Christopher Riopelle, comisario de la muestra junto con Cornelia Homburg: “Hay que entender la Casa Amarilla como un lugar de creación, de reunión y de experimentación a la hora de exponer las obras”. Estas preocupaciones demuestran un aspecto de la personalidad de Van Gogh que se pasa por alto frecuentemente, su ambición.
Sigue estando presente el componente onírico con los arquetipos en los que convierte a sus retratados. El teniente Milliet con sus devaneos es el Amante por excelencia y Eugène Boch se transforma en la esencia de la poesía.
La famosa habitación pudo no existir o ser completamente diferente, sobre todo cuando tenemos en cuenta el interés por crear un escenario apropiado. A través de esta lente, todo lo que hay fuera de lo común en Van Gogh se torna deliberado.
Quizá, como he dicho, esta nueva visión del artista sea refrescante, pero también hay que ser cautos. Es habitual que leamos más allá de lo que los creadores tenían en mente. Como ocurre con Naturaleza muerta con cafetera, en la que la escena está enmarcada con un reborde rojo, una especie de pintura dentro de la pintura.
Cuando Van Gogh escribió a su amigo Emile Bernard sobre ella, se limitó a hablar de la gama de colores –una preocupación constante a lo largo de su producción–, en cambio, lo primero en lo que un espectador contemporáneo se fija –y me incluyo– es en lo que la cartela describe como un “juego altamente conceptual”.
En cualquier caso, merece la pena ir más allá del diagnóstico y prestar atención al legado pictórico. La exposición, al fin y al cabo, reconstruye a un Van Gogh que fue genial no gracias a sus problemas mentales, sino a pesar de ellos. Héctor San José.