Una comunidad estancada en el siglo XIX inmortalizada por Bergasa
Miguel Bergasa (Pamplona, 1951) se inició en el mundo de la fotografía de forma autodidacta en los años 70. Estudió en Madrid y en el año 83 volvió a su ciudad natal. Este regreso le hizo recordar con nostalgia su pasado e infancia. Desde ese choque siempre buscó desde su objetivo aquellos lugares de su memoria donde podría recuperar lo olvidado. «La fotografía de aquello que el tiempo borra» es la frase que describiría su obra. Desde el pasado miércoles expone en el Museo Universidad de Navarra un trabajo que le ha llevado 30 años: Los Menonitas de Nueva Durango, una sociedad que no progresa.
En una sucesión de viajes a Paraguay, investigó sobre una desconocida comunidad inmigrante de Suiza que, debido a una persecución en el siglo XVI, se ha esparcido por América. “Cuando los conocí me daba la sensación de haber viajado al siglo XIX” contaba el autor. Los Menonitas son una comunidad religiosa que toma su nombre por su líder Menno Simons. Sus creencias y principios se basan en el pacifismo y en el anti-progreso, ya que opinan que todos los avances conducen al pecado. Por ello viven sin electricidad, sin teléfono, sin televisión etc. Hablan un idioma dialecto del alemán y no se les permite aprender ningún otro, es más, en sus escuelas solamente enseñan a los niños a leer la Biblia y a escribir.
Es un pueblo completamente aislado del mundo y de la sociedad. De oficio son granjeros y comercializan con los habitantes cercanos de Paraguay.
Convencido de su línea temática de fotografiar de lo que borra el tiempo, Bergasa hizo cuatro viajes a esta localidad (Nueva Durango) para ver la evolución de esta especie de tribu. Cual fue su sorpresa, que en 400 años de distancia las diferencias evolutivas de los Minonitas fue mínima: “En 2003 ya tenían electricidad, y en 2017 las casas introducían suelo de cerámica y se construían en ladrillo, antes los suelos eran la misma tierra y la edificación de adobe y madera. No obstante la enseñanza permanece igual de estricta, siguen casándose entre ellos y mantienen todos los principios religiosos” explicaba el fotógrafo.
En las 40 instantáneas de Bergasa expuestas en el museo, el visitante se adentra en toda la estética, costumbres, ritos y forma de vida de estas gentes que viven ancladas en el siglo XIX. Es sorprendente fijarse en las vestimentas a modo de uniforme y a sus rasgos suecos tan marcados. El fotógrafo no hubiese podido adentrarse en la comunidad para fotografiar familias y hogares de no ser por su amistad con uno de los integrantes de la sociedad llamado Jacob Wall, que le introdujo en este pequeño mundo. Este amigo fue expulsado del colectivo por sus ideas emprendedoras y actualmente “tiene Facebook y WhatsApp” según relataba Bergasa.
No sabemos cuanto tiempo más durará esta colonia, pero para el autor de las fotografías, llegará un momento en que desaparezcan y él habrá podido inmortalizarlos con su cámara antes de que la historia los borre.