Albert Bierstadt. Las cataratas de San Antonio. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen- Bornemisza en depósito en el museo Thyssen, Madrid
UNA DE INDIOS EN EL MUSEO THYSSEN
Una exposición que rompe esquemas para contar, con cuadros y objetos, la historia del Lejano Oeste
Al barón Thyssen le gustaban las películas de indios y en eso estoy de acuerdo con él: siempre he sostenido que no hay nada mejor que una del Oeste para verla en televisión los domingos después de comer. Esta afición se ha visto ahora satisfecha, en cierto modo, por la exposición La ilusión del Lejano Oeste, que ha organizado el Museo Thyssen-Bornemisza, con el artista Miguel Ángel Blanco de comisario. Porque el ambiente, los cuadros, objetos, mapas, vestimentas y tocados de plumas, los retratos de jefes indios y los documentos que la componen no puede ser más apropiadas para viajar hacia esas tierras. Es como entrar en el Lejano Oeste, al menos así lo afirma Guillermo Solana, director del museo. También califica la exposición de refrescante y rejuvenecedora, “frente a las planteadas por los museos que son lisas e uniformes, con un relato casi siempre el mismo. Con ella se recupera el asombro y se reivindica la unión del arte y la naturaleza. Rompe esquemas y recuerda la quiebra dolorosa entre territorios naturales que sufrieron el choque de la civilización, el exterminio de gentes y costumbres”.
Todo comienza en la tienda india montada en el jardín y, ya dentro del edificio, en la figura de Miguel Ángel Blanco que nos recuerda la de Buffalo Bill de Hollywood: pelo blanco, bigote y perilla. En la primera sala, el mapa del Misisipi, el de Sierra Gorda, el dibujo del bisonte pintado por el sargento Vicente de Zaldivar y algún objeto más son testigos de la presencia española, que se remonta al siglo XVI. En esta estancia descubrimos, además, que el único tratado de la historia de Estados Unidos que duró largo tiempo fue el de los españoles con los comanches.
Después, en las salas que siguen, están algunas piezas de la valiosa colección de cuadros y fotografías de paisajes y escenas indias, obra de artistas tan excelentes como Albert Bierstadt (Atardecer en al Pradera, 1870; Puesta de sol en Yosemite, 1863; Las cataratas de San Antonio, 1871) . Todos ellos representaron una naturaleza grandiosa e impresionante. Los lienzos pertenecen, en su mayoría, a la colección del propio museo, el único en España con obra de estos pintores. Los fotógrafos se inclinaron más por las escenas y personajes: Interior de la cabaña de un jefe Mandan, Danza del búfalo de los indios Mandan, Guerrero hidatsa con el traje de la Danza del Perro Indios crow o Indios pies negros a caballo.
George Catlin deja pocas dudas sobre su gusto por el retrato. A él se debe la llamada Galería India integrada por varios rostros de guerreros pintados al óleo –Wash-ka-mon-ya, Danzante veloz (1844), Shón-ka- ki-he-ga, Jefe Caballo o gran jefe pawnee (1832)–, junto a acontecimientos tan importantes como la Caza del búfalo. Machos protegiendo a las crías (1861-1869, Búfalo moribundo (1861-1869) y Caza de búfalos en la nieve.
El espacio siguiente tiene que llenar de felicidad a los amantes del género, porque ahí se encuentran, de verdad, los rostros auténticos de los jefes indios tantas veces encarnados por actores del momento. Fotografías de Hombre nube. Assiniboine (1898), Joseph Nez Percé (1903), Gerónimo (1898), Toro sentado (1885), Dos silbidos (1908)… Se exhiben, además, un tocado hecho de cuero, crin, púa de puercoespín, asta, tendón y fibra vegetal; un Vestido lakota de cuero, lino y vidrio; una maza comanche, unos mocasines de las Grandes Llanuras y una Pipa Siux. Para mayor ambiente, fotografías de Edward Curtis. En la primera, Para la fortaleza y las visiones, Crow se ha tomado la imagen de un joven guerrero de pie y de espaldas. Tiene el cuerpo inclinado hacia atrás y se sostiene, según se muestra en las películas, por unas cuerdas que se han hecho pasar a través de los músculos del pecho. La segunda, no tan espectacular, es Invocación. Siux (1907).
Aún quedan muchas cosas por ver: una muñeca india –Machina hopo (1900)–, espectaculares tocados de plumas, camisas –posiblemente de pies negros–, utensilios y armas, una colección de cráneos de búfalo, oso pardo, león castor, muflón, águila, búho real, ciervo y picapinos. Antes de marchar, no olviden un vistazo a los 13 libros-caja seleccionados entre los 1.147 que forman la Biblioteca del Bosque de Miguel Ángel Blanco, un proyecto escultórico que recrea paisajes y visiones expresados en dibujos o imágenes. Una cosas más: aplique el oído a un auricular que cuelga de un gancho a la entrada bajo el nombre Tatanka: creerá escuchar el galope de manadas de búfalos… pero no se haga ilusiones: solo son los pasos de los visitantes. Y la última recomendación: el ideal indio que Miguel Ángel Blanco hace suyo: “caminar en la belleza, armonizando tierra y cielo, cuerpo y espíritu”.
Abierta hasta el 7 de febrero de 2016. María Pura Ramos