Un plato de la dinastía Ming, de 2.000 a 340.000 euros en Aletheia
La pieza protagonista del encuentro, de porcelana blanca y azul cobalto, muestra la decoración típica de «ramo de loto», y parece seguir la trayectoria ascendente que muchas obras de porcelana china están adquiriendo en subastas. Además de este, los otros lotes principales incluyen, entre otros, una litografía de Miró y una escultura de Lorenzo Quinn.
La gran sorpresa de la subasta celebrada en la casa barcelonesa el pasado 5 de diciembre ha sido un plato de origen chino perteneciente a la dinastía Ming, y más concretamente al periodo Yongle, comprendido entre el 1403 y el 1424. Se trata de una pieza de porcelana azul y blanca con decoración de “ramo de loto” cuyo precio de salida eran 2.000 euros, y que ha acabado rematándose en 340.000.
En la cultura china, esta flor está cargada de simbología relacionada con la maternidad y la belleza femenina, así como con el amor y su duración eterna. Además, esta pieza también incluye otras formas vegetales de gran significado, como la Sagittaria sagittifolia, planta con forma de flecha que alude a la generosidad o un tallo de mijo, que se creía que favorecía la abundancia de grano.
En cuanto a la datación de la pieza, su importancia radica en que fue el emperador Yongle quien llevó la porcelana del país a su máximo esplendor, fomentando y patrocinando su producción, elevando su calidad y popularizando la tipología blanca con motivos en azul cobalto.
Esto se debe, principalmente, a que durante la época Yongle se dio gran importancia a los viajes y a la expansión territorial del imperio, por lo que los lujosos objetos de porcelana eran una muestra del esplendor de la nación y también un elemento propagandístico. Durante los primeros años de reinado del emperador, de hecho, la dinastía Ming llegó a su cenit, aunque en la última etapa de su vida su dinastía entró en decadencia, lo cual se extendería al reinado de sus sucesores y acabaría provocando su caída.
A pesar de que este ascenso del precio del plato sea sin duda reseñable, es cierto que de un tiempo a esta parte las piezas de origen chino –y especialmente la porcelana– han visto sus precios muy incrementados en subasta. En varios casos, además, ha habido sorpresas con obras que en un principio parecían de poco valor y que acabaron vendiéndose por grandes cantidades.
Fue muy sonada, por ejemplo, la historia de un cuenco también con decoración de loto, perteneciente al mismo periodo que el plato de la dinastía Ming ofrecido en Aletheia, que fue encontrado por un aficionado a las antigüedades en una venta de garaje en New Haven, Connecticut, en 2021.
Compró el artículo por 35 dólares, y tras sospechar que se encontraba ante una pieza mucho más valiosa, contactó con Sotheby’s, donde el cuenco fue finalmente ofrecido por un valor de entre 300.000 y 500.000 euros. En este caso concreto, su rareza radicaba en la tipología, pues se conservan muy pocos cuencos con esta forma exacta del periodo Yongle, y la mayoría se encuentran en museos. Sin embargo, hay otras ocasiones en las que no se sabe muy bien qué es lo que eleva tanto el valor de una pieza de origen chino, como ocurre en el siguiente caso.
Un año después, en 2022, la casa de subastas francesa Osenat apareció en todos los titulares con un jarrón chino, en este caso porque la obra que habían valorado en 2.000 euros se acabó rematando por 9 millones. Este acontecimiento, calificado por el dueño de la galería Jean-Pierre Osenat como «una historia de locos», es un buen ejemplo para entender algunos de los problemas que se generan al subastar este tipo de piezas, y que pueden estar explicando por qué en ocasiones alcanzan cotas tan altas en las licitaciones (aunque haya otros motivos, como el aumento de compradores chinos en el mercado del arte).
La pieza fue tasada por uno de los expertos de la casa entre 1.500 y 2.000 euros, pero desde el momento en el que se publicó el catálogo, el interés que despertaba el jarrón era mucho mayor que el habitual. El dueño de la casa afirma que cientos de personas acudieron a ver la pieza antes de la licitación, un volumen mucho mayor del habitual, y que además «vinieron con lámparas y lupas para mirarlo. Obviamente vieron algo». Se recibieron tantas inscripciones que tuvo que limitarse la cantidad de pujadores, y el día de la licitación el precio de la pieza comenzó a subir como la espuma hasta alcanzar los 7,7 millones de euros –9,2 incluyendo las tasas–, a pesar de que el experto de la casa había afirmado que se trataba de una pieza bastante corriente, datada del siglo XX, que «sería extremadamente rara si tuviese 200 años más de antigüedad».
Finalmente, este trabajador fue despedido tras el precio adquirido por el jarrón. El dueño de la casa francesa explicó su decisión argumentando que «Una sola persona frente a 300 compradores chinos interesados no puede tener la razón», pero sin embargo Cédric Laborde, director del departamento de arte asiático de la compañía, afirmó que no está tan seguro de la equivocación del tasador, y explica que ni siquiera se conoce con certeza la antigüedad de la pieza. Este es, precisamente, uno de los principales problemas del arte asiático: el desconocimiento que existe en el mundo occidental sobre su valor, su antigüedad o su rareza, que afecta no solo a los compradores, sino incluso, en ocasiones, a quienes los tasan.
Volviendo a la subasta de Aletheia del pasado 5 de diciembre, además del plato hubo otras de las piezas destacadas como una escultura de Lorenzo Quinn valorada en 250 euros que se remató en 1.700, dos litografías firmadas y numeradas de Miró y una pareja de jarrones secesionistas de Bohemia, realizados a principios del siglo XX, que ascendieron de los 400 euros a los 8.000.
También en 8.000 se remató el lienzo de Emili Grau Sala Music Hall a Barcelona, del que hablábamos en nuestro previo debido al interés renovado que este artista ha despertado en subastas nacionales recientemente. Sofía Guardiola