UN PASEO POR EL AMOR Y LA MUERTE
Una exposición con 50 obras de Paul Delvaux en el Thyssen-Bornemisza muestra su trayectoria
De todos los motivos -personajes, trenes, paisajes, arquitecturas, mitologías, esqueletos- y de las distintas influencias y cambios que ocurrieron en su quehacer artístico trata la exposición Paul Delvaux. Paseo por el amor y la muerte, abierta en el Museo Thyssen-Bornemisza. Son más de 50 obras procedentes de colecciones privadas y públicas de Bélgica, entre ellas y de modo destacado, las 38 cedidas por Nicole y Pierre Ghêne, un entusiasta coleccionista que cuenta con varios centenares más, la mayor parte depositadas en el Musée d’Ixelles de Bruselas.
La muy joven comisaria es Laura Neve, agregada científica de ese museo, y tan entusiasta por la obra del artista belga como Pierre Ghêne. Se descubre por el cuidadoso montaje, la elección de obras y el cómo presentarlas. Ha preferido hacerlo por asuntos, cinco en total –Venus yacente, El doble (parejas y espejos), Arquitecturas, Estaciones y El armazón de la vida–, a través de los cuales se muestran las distintas etapas por las que transcurrió su pintura. Paul Delvaux pasó por el realismo, el fauvismo, el expresionismo y el surrealismo. Fue del este último movimiento del que más gustó aunque nunca quiso que se le considerara como un pintor surrealista. Magritte, Chirico, Ensor, Permecke, Breton influyeron en su obra. La visita que hizo en 1932 al Museo Spitzner, en Bruselas, en donde se exhibían figuras de cera para mostrar enfermedades y deformaciones humanas, le impresionó vivamente y le llevó a pintar su conocido óleo La Venus dormida, que repetiría posteriormente, y en el que es fácil ver a James Ensor.
Esta Venus comparte espacio en la exposición con otras obras de aquellos años 30 y 40: El sueño (1935), en sus dos dos versiones al óleo y tinta china y óleo, Leda (1948) o Vestido malva (1946). El asunto de la seducción se ha recogido en El doble, en el que naturalmente se muestran pinturas de mujeres, de parejas heterosexuales, lesbianas y prostíbulos: Las amigas (1940), Pigmalión (1939), Mujer ante el espejo o El incendio (ambas de 1935). Este último fue al parecer la mitad derecha de otro cuadro más grande que el artista cortó en dos antes de exponerlo. Pierre Ghêne, años más tarde, logró la mitad perdida y al fin pudo verse la tela completa el año pasado en el Musée d’Ixelles.
En Arquitecturas hay telas como El regreso de Ulises (1979), La terraza (1979) o Estudio para el mito de Edipo (1978-1979). Los trenes, las estaciones y los esqueletos –El armazón de la vida- están en los dos últimos apartados. La mayoría son óleos pero junto a ellos hay dibujos a tinta china, litografías, dibujos a lápiz y carboncillo, acuarelas, aguadas: La Crucifixión (1954), La edad de hierro (1951), El viaducto (1963), Frente a la ciudad (1969) o Las sombras (1965). Delvaux se sintió siempre fascinado por la mujer, tema recurrente en toda su obra. También por los paisajes.
Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen, describe a esas mujeres como seres enigmáticos -figuras errantes y sonámbulas- y los escenarios como intrigantes y a veces angustiosos. Una curiosidad ¿Cómo era la mujer de Delvaux? ¿Se asemejaba a las que pintaba? Laura Neve dice que en absoluto. Se casó dos veces. La segunda, al fin, con la mujer que amaba y fue feliz. Ningún parecido con las de sus tleas. A la entrada de la exposición hay fotos de ambos. El visitante puede comprobar que lo que afirma Neve es cierto.
Abierta hasta el 7 de junio. María Pura Ramos