Un nuevo relato del Decamerón para el Museo del Prado
La pinacoteca suma en depósito dos escenas de la historia de Cimón e Ifigenia pintadas por Johannes Hispanus. Ya se pueden contemplar en la misma sala que el Nastagio degli Onesti de Botticelli, otro episodio del Decamerón.
El Museo del Prado ha recibido en depósito, procedente del Centro de Estudio Europa Hispánica, dos lienzos que representan dos escenas de una de las historias incluidas en el Decamerón de Boccaccio. Se trata del relato de Cimón e Ifigenia, cuya narración ejemplifica el espíritu humanístico y neoplatónico de la Italia de finales del siglo XV.
Las dos pinturas, Cimón encuentra una doncella y Cimón contempla a Ifigenia, se pueden contemplar ya en la sala 56B de la pinacoteca, donde también se exponen las tablas de Botticelli que ilustran La historia de Nastagio degli Onesti. Se trata de una importante adición al museo dada la escasez de obras de tema profano del siglo XV.
Su autor es Johannes Hispanus, un pintor español que desarrolló su trayectoria en el norte de Italia y que aún es relativamente desconocido. Estuvo vinculado al taller de Pietro Perugino y su obra más conocida es una Deposición en el sepulcro actualmente en la colección Saibene de Milán.
Las obras de Hispanus no solo evocan el ambiente cultural de Florencia y sus debates humanistas, sino que se insertan en una tradición de representación pictórica influida por artistas como Piero di Cosimo y Sandro Botticelli. La historia de Cimón e Ifigenia explora la transformación personal a través de la cultura y la apreciación de la belleza.
Cimón, un noble chipriota, pero sin cultura, queda cautivado por la bella Ifigenia. Conmovido por su hermosura, él decide educarse para conquistarla, convirtiéndose en un culto y refinado cortesano. Este relato refleja la creencia renacentista en el poder redentor de la belleza femenina como símbolo de perfección y verdad.
Los dos lienzos de Hispanus capturan momentos esenciales de esta historia. En la primera obra, una dama de compañía de Ifigenia aparece dormida cerca de una fuente, mientras Cimón, aún ignorante de su propia transformación, le da la espalda.
En el segundo lienzo, el espectador encuentra al noble contemplando extasiado al objeto de su amor, quien yace semidesnuda entre los árboles, simbolizando el deslumbramiento que despierta su belleza y la resolución de emprender un camino de cultivo personal.
La representación de la historia de Cimón e Ifigenia en estos lienzos no solo es un homenaje a Boccaccio, sino también a la doctrina neoplatónica que asociaba la belleza con el ideal de virtud y civilización.