Bartolomé Esteban Murillo. «La sagrada familia del pajarito». óleo sobre lienzo. Museo del Prado
UN MANO A MANO VELÁZQUEZ-MURILLO EN LA FUNDACIÓN FOCUS
Es un gran reencuentro entre dos grandes maestros, Velázquez y Murillo, el que la Fundación Focus de Sevilla ofrece con la exposición Velázquez. Murillo. Sevilla, que puede visitarse en el Hospital de los Venerables. Está compuesta por 19 obras seleccionadas cuidadosamente por Gabriele Finaldi, director de la National Gallery, que cuenta además con la colaboración especial del Museo del Prado, del Ayuntamiento de Sevilla y de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Es la primera que figura en el programa de actos organizados con motivo del IV Centenario del nacimiento de Murillo.
A través de estas 19 obras, su comisario propone una innovadora reflexión sobre la relación –ideal, más que directa– entre los dos maestros, haciendo hincapié en los puntos de encuentro propiciados por Sevilla, una ciudad cosmopolita en la que la pintura era seña de identidad y motivo de orgullo cívico. Ambos autores nacieron allí, con menos de una generación de diferencia: Velázquez en 1599 y Murillo en 1617, y en ese ambiente se formaron como artistas.
Finaldi plantea una reflexión innovadora, no revisionista, sobre las áreas de interés común en la producción de Velázquez y de Murillo: el tratamiento de asuntos y temas similares y, quizá más en concreto, de los propiamente sevillanos. Probablemente Murillo se interesó por los más de 20 cuadros que Velázquez pintó en su etapa sevillana, pero la mayor parte de los historiadores cree que él tuvo una influencia limitada en Murillo.
Las 19 pinturas seleccionadas –nueve son de Velázquez– muestran la habilidad de ambos para comunicarse con el espectador de una manera directa. Un trío de pinturas de gran interés son las que representan a las santas patronas de Sevilla: Rufina y Santa. A la Santa Rufina de la Fundación Focus, pintada en 1635, se unen Santa Justa y Santa Rufina, dos óleos de Murillo de hacia 1660, procedentes del Museo Meadows de Dallas que, por primera vez, se exhiben en Sevilla. No se puede dejar de citar, dentro del capítulo de obras de iconografía religiosa, Las lágrimas de San Pedro de Velázquez que se confronta con San Pedro penitente de los Venerables de Murillo. Tampoco hay que olvidar la Adoración de los pastores de Velázquez y la Sagrada Familia del pajarito de Murillo, que nos revelan cómo ambos artistas empleaban un lenguaje naturalista similar y una paleta comparable, explorando la psicología de las relaciones familiares (más contenido en el caso del primero y más emotivo en Murillo). Otro ejemplo: La infanta Margarita de blanco y Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, como si esta fuera una escena cortesana donde la virgen niña semeja una pequeña princesa. Y uno más: las dos Inmaculadas de Velázquez que, por primera vez, se pueden ver juntas: la de la National Gallery (1619) y la de la Fundación Focus (1618-1620).
A finales de la década de 1610 y comienzos de la siguiente, Velázquez pinta un grupo de pinturas de género que impresionan por su destreza en la imitación de la realidad natural. Sucede con Dos mozos comiendo en una mesa. Ese mismo espíritu se deja sentir también en dos obras de Murillo: Niño espulgándose y Tres muchachos.
Tanto a uno como al otro artista les preocupó la impronta de su aspecto físico y del reconocimiento social, siempre con porte digno, casi aristocrático, como se puede observar en los tres autorretratos del primero, incluido el de Las meninas, o en los dos de Murillo. En la exposición se confrontan el Autorretrato juvenil (1623) de Velázquez, en el Prado, y el de Murillo, de la Frick Collection. La imagen del artista aparece aquí pintada sobre losa fingida de piedra porque su fama es como la piedra: indestructible y eterna.
Velázquez. Murillo. Sevilla estará abierta hasta el 28 de febrero de 2017.