UN DESLUMBRANTE VIAJE A TRAVÉS DEL ARTE Y LA IMAGINACIÓN
El Museo del Prado acaba de abrir al público una original exposición, Metapintura. Un viaje a la idea del arte, comisariada por Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española de la pinacoteca española, que ha seleccionado alrededor de 140 piezas, entre pinturas, dibujos, estampas, libros, medallas, artes decorativas y esculturas, que abarcan desde comienzos del siglo XVI hasta finales del siglo XIX. La muestra está patrocinada por la Fundación de Amigos del Museo del Prado y cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid. La mayoría de las obras son del Museo del Prado pero también de otros museos nacionales e internacionales y a través de ellas los aficionados pueden realizar una reflexión y un viaje apasionado por la idea del arte en la edad moderna y contemporánea, con pinturas soberbias de Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez, Zurbarán, Murillo, Goya, entre otros grandes maestros.
Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, destacó en la presentación el reto intelectual abordado por Javier Portús, que ha reflexionado sobre la representación del arte y la irrupción del genio del artista, mientras Nuria de Miguel, secretaria general de la Fundación de Amigos del Museo del Prado, dijo que ofrece una nueva visión de los grandes maestros. Por su parte, Jaime de los Santos, director general de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid, citó un texto de León Battista Alberti en su reflexión sobre el mito de Narciso para subrayar el carácter transformador del arte y el papel que desempeñan los museos a la hora de definir el poder de la pintura. Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, resaltó que era una muestra ambiciosa donde lo narrativo ocupa un lugar muy importante.
La exposición, como explicó Javier Portús, enlaza con otras que ha organizado el Museo en los últimos años: El arte protegido, Rubens en el Prado, La belleza encerrada y Goya en Madrid , y añadió que es un planteamiento introspectivo, tanto en lo individual como en lo colectivo, porque refleja el modo de mirar pero también las tradiciones en las que se apoyan los creadores durante más de tres siglos.
El recorrido de la muestra se articula como si fuera un viaje, en torno a dos contextos, las Colecciones Reales y el arte español, los dos pilares más unidos al Museo del Prado. Javier Portús nos plantea un itinerario con 15 secciones, que arranca con Los orígenes: la religión, una primera sala donde podemos disfrutar de dos composiciones de Zurbarán: Cristo crucificado contemplado por un pintor y La Santa Faz; un dibujo de Vasari, San Lucas pintando a la Virgen; un óleo de Ribalta que tiene al mismo santo atareado en su labor de pintor; y otra Santa Faz, de El Greco, pintada casi 80 años antes que la de Zurbarán. Continúa con La mitología, que incluye, cómo no, el mito de Narciso, figura que creó la pintura al contemplar su imagen reflejada en la fuente o en el agua, pero también el mito de Prometeo robando el fuego de Rubens y un dibujo soberbio de Goya que fija la imagen de Dédalo. Es una sala donde conviven la belleza, el conflicto y la tensión. En el mismo siglo XVII Miguel de Cervantes escribió el Quijote, entre 1605 y 1615, y Velázquez pintó Las meninas, en 1656, y son las dos obras cumbres del Siglo de Oro español para la historia de la literatura y de la pintura universal. Las dos creaciones son autorreflexiones sobre la novela dentro de la novela y la pintura dentro de la pintura y de ahí su modernidad e irradiación hacia el futuro de las dos disciplinas.
La siguiente sección, Cuando no basta el arte: el poder de las imágenes, incluye once piezas, entre pinturas, dibujo y grabado, que muestran cómo eran casi objetos de culto en su época, incluso siendo intermediarias entre el ser humano y lo sobrenatural, porque a veces querían animarse y cobrar vida, con obras de Pedro Berruguete, Alonso Cano, Maíno, Rizi o Lucas Valdés con ese cuadro de la imagen de san Francisco de Paula portado por un grupo de personas para detener un terremoto.
En La pintura como signo encontramos referencias a imágenes religiosas, al arte de la Antigüedad como marco de prestigio y ‘retratos dentro del retrato’, en un delicado tránsito para salvaguardar la memoria y reflejar vínculos afectivos o familiares con ejemplos de Sofonisba Anguissola, Antonio de Pereda, Tiziano, Velázquez y Pompeo Batoni, entre otros, antes de dejar paso a Los límites del cuadro, que plantea una de las aspiraciones de la pintura a confudirse con la realidad para dar más viveza a las composiciones: Bodegón de caza, hortalizas y fruta de Sánchez Cotán; La Virgen con el Niño en una guirnalda de Rubens; el retrato de Nicolás de Omazur de Murillo o Huyendo de la crítica, donde Pere Borrell y del Caso fija la imagen de un niño intentando escapar del marco del cuadro.
El Renacimiento trajo consigo el concepto de conciencia artística y en la séptima sección se reúnen media docena de obras, presididas por el Autorretrato de Tiziano, considerado el padre del color y modelo de retratista de corte, pero que incluyen a artistas españoles, italianos y uno de origen flamenco como Livio Mehus al captar El genio de la pintura. Uno de los momentos cumbres de este singular viaje lo constituye Arte infinito, con ese diálogo a dos o a tres entre Las Hilanderas de Velázquez, que relata el conflicto entre Palas y Aracne, junto a varios óleos de El rapto de Europa de Rubens, a su vez copia del de Tiziano, en un juego visual que homenajea y emula, definiendo la tradición liberal de la pintura. Junto a ese momento, la síntesis de Carducho o la mirada sobre lo efímero de la vida de Valdés Leal en su Vanitas.
En El rostro del arte se exponen 15 piezas que revelan la importancia que adquiere el artista en la sociedad en la que desempeña su actividad. El retrato que El Greco hizo a su hijo; el bronce que Jacopo Nizzola da Trezzo dedicó a Juan de Herrera; los retratos de Pacheco y de Juan Martínez Montañés que pintó Velázquez o los autorretratos de Murillo, de Durero, de Sánchez Coello, de Van Dyck con Endymion Porter, o el de Bernini constituyen un magnifico friso de su situación, aspiraciones y revelan el éxito social y artístico alcanzado por ellos. Y de ahí llegamos a Los lugares del arte, un conjunto de escenarios ideales pero también reales, donde se observan los lugares de aprendizaje, los talleres y esos gabinetes donde desarrollar la vista y el gusto en microcosmos particulares donde se desarrolla la creación.
La Ilustración fue un período decisivo para las ciencias y el momento en que nació en Europa un concepto moderno de historia del arte con esos retratos de Jovellanos de Goya, el autorretrato de Mengs o el retrato de Nicolás de Azara, también de Mengs, el famoso diccionario histórico de Ceán Bermúdez o un aguafuerte de Goya con El príncipe Baltasar Carlos a caballo.
El período anterior trajo consigo un cuestionamiento de la imagen religiosa y ahí Goya, a través de varios dibujos y aguadas, se distancia de la representación religiosa tradicional y se cuestiona el mundo de la superstición y el temor que inspiraban ciertas imágenes. En Mitos modernos: el amor, la muerte, la famahubo una creciente reflexión e interacción entre los tres temas. Sin embargo, vemos cómo el siglo XVIII y las primeras décadas del XIX trajeron consigo un nuevo artista que volcaba su afectividad y subjetividad, visible tanto en Luis Paret como en Goya, que introdujo en algunos cuadros la palabra amigo y que creó una atmósfera más personal desde la introspección, lo que anunció una nueva era en la relación entre el artista y su arte. Y como final de viaje, Javier Portús, selecciona tres obras que nos ‘hablan’ de la creación del Museo del Prado, uno de los hitos arquitectónicos de Madrid a comienzos del siglo XIX, 1819, que supuso entronizar el arte como materia de interés público y convertirse en templos de las artes, desde la visión interior de la Rotonda del Museo del Prado de Pedro Kuntz o el retrato de Isabel de Braganza, de Bernardo López Piquer, con la visión del Museo al fondo, que ya revela un diálogo fértil entre la sociedad y el arte.
Hasta el 19 de febrero de 2017. Julián H. Miranda