TRAS LAS HUELLA DE CARAVAGGIO

TRAS LAS HUELLA DE CARAVAGGIO

TRAS LAS HUELLA DE CARAVAGGIO

La National Gallery de Londres repasa la estela dejada por el pintor milanés entre los autores italianos coetáneos y el resto de creadores europeos que desarrollaron el naturalismo durante el siglo XVII.

 Caravaggio y sus seguidores están de moda. Un ímpetu nuevo recorre las salas de los más significativos museos de pintura occidental en ambos hemisferios y ofrecen la cara más revolucionaria y transformadora del movimiento caravaggista. Un movimiento artístico que se expandió como una honda sísmica por todos los rincones de Europa en apenas tres décadas –el tiempo que transcurrió desde 1600 a 1630– de Roma a España, Francia, Italia, Países Bajos o Alemania, con rapidez e inusitada violencia. Arrancó de raíz la maldición del ‘gran arte’ de la imitatio del mundo antiguo, para aproximarse por vez primera en la pintura occidental a la realidad, a la naturaleza sin máscaras, idealizaciones o tapujos.

Aun así, no fue un mero y vulgar retrato de la realidad, como denunciaban los detractores contemporáneos, sino un ejercicio de arte, un artificio que brota de la mente fértil de los maestros del naturalismo. Porque, al fin y al cabo, son la línea, el dibujo, el contorno y el color los que separan objetos y personajes del fondo en penumbra; los que transforman, en un trampantojo o una ventana, escenas de vida cotidiana o revisiones de viejos temas cristianos. Pinturas a través de las que nos adentramos en la existencia de principios del siglo XVII, que muestran la mirada nueva y aguda de un grupo de jóvenes talentos inspirados en la regla de que no hay nada más allá de la naturaleza.

La exposición Beyond Caravaggio tiene además mucho de homenaje al coleccionismo de obras del caravaggismo en Gran Bretaña, no solo en Inglaterra, también en Irlanda. Es un recuerdo, igualmente, a la fortuna crítica de Caravaggio a lo largo de estos tres últimos siglos, que va desde el menosprecio del Caravaggismo por John Ruskin o Roger Fry, hasta el justo reconocimiento de la segunda mitad del siglo XX de la mano de eruditos como Denis Mahon o Benedict Nicolson.

Salvo contadas excepciones, la selección se ha realizado a partir de obras que, en la actualidad o en el pasado, se han encontrado en colecciones públicas o privadas británicas e irlandesas. Quizá alguno pueda pensar que exponer solo siete obras de Caravaggio originales –tres de la cuales pertenecen a la propia The National Gallery– es una muestra exigua, pero, en este caso, la selección y la exquisitez con que está presentada palia, si cabe, el menguado número de originales del maestro lombardo.

Michelangelo Merisi da Caravaggio. “Salome con la cabeza del Bautista”. Hacia 1609-1610. National Gallery, Londres.
Michelangelo Merisi da Caravaggio. “Cena de Emaús”. 1601. National Gallery, Londres.

Siete, pero ¡qué siete!, de su primera etapa antes de 1600; Niño pelando una manzana (Colección Real Británica), Joven mordido por un lagarto (la versión de la National Gallery de Londres) y los Jóvenes músicos (Metropolitan Museum de Nueva York). De las obras posteriores, destacan la Cena de Emaús(National Gallery, Londres), el Prendimiento (National Gallery of Ireland, Dublín), Salomé con la cabeza del Bautista (The National Gallery of England, Londres) y San Juan Bautista (Nelson-Atkins Museum, Kansas City). Como se señala en el catálogo, la inclusión de los dos cuadros de colecciones norteamericanas viene determinada porque, en origen, ambos procedían de colecciones británicas. En este sentido, merece la pena recordar que tanto la Cena de Emaús como el Prendimiento fueron adquiridos al pintor por uno de sus más importantes mecenas romanos: el noble Ciriaco Mattei. Este poseyó tres caravaggios: los dos presentes en la exposición y San Juan Bautista de los Museos Capitolinos de Roma.

En mi opinión, es el momento más intenso, sin duda, de la exposición: la posibilidad de contemplar juntos, después de tres siglos, ambos cuadros, colgados uno junto al otro. Hay que admirar su intensidad y la diferente concepción con que fueron pintados. Frente a la quietud de la Cena, el movimiento y la algarabía del grupo de soldados y criados que entran en tropel en la composición detrás de Judas; frente al gesto de sorpresa de los discípulos petrificados cuando el maestro revela su identidad, está la sensación de movimiento impetuoso, congelado, de los soldados y de los criados, que desplazan hacia la izquierda a Jesucristo, unos agitados, otro que grita a la izquierda. Todo un conjunto de personajes en dos composiciones que permiten reflexionar sobre las intenciones de Ciriaco Mattei al colgar juntas en su Palazzo ambas pinturas.

Al grupo de caravaggios repartidos por varias salas, se suman otra serie de obras de artistas que tuvieron, en mayor o menor grado, una cercanía con el maestro. No solo en Roma, sino también en Nápoles o, fuera de Italia, en tierras más septentrionales. Los ejemplos son magníficos y muy difícil de describir en estas breves líneas. Quizá aquellos que forman parte de colecciones privadas o de museos de pequeño tamaño sorprendan más por su novedad. Empezamos por los más cercanos a Caravaggio y a sus primeros años. Aquí tiene su cuota de protagonismo Cecco del Caravaggio, es decir, Francesco Buoneri, con dos ejemplos que demuestran su destreza a la hora de representar naturalezas muertas. También destacan las pinturas de Antiveduto Gramatica y Bartolome Manfredi, con sendas escenas de género.

En la sala dedicada a los años de madurez de Caravaggio en Roma, acompañan a las dos obras propiedad de Ciriaco Mattei originales de Antiveduto Gramatica y Bartolomeo Manfredi, Orazio Borgianni, Carlo Saraceni o Pensionante de Saraceni, además de Giovanni Serodine, Giovanni Baglione –con un extraordinario Éxtasis de San Francisco–, Lo Spadarino u Orazio Gentileschi (representado con el David y Goliath de la National Gallery de Dublín y Descanso en la huida a Egipto del Museo de Birmingham).

Rutilio di Lorenzo Manetti. “Amorcillo victorioso”. Hacia 1625. Galería Nacional de Irlanda, Dublín.
Orazio Gentileschi. “Descanso en la Huida a Egipto”. Hacia 1620. Museos de Birmingham y Galería de Arte, Birmingham.

En la siguiente sala, entramos en el grupo de los seguidores italianos de Caravaggio, liderados por nombres como Guido Reni, Giovanni Francesco Guerrieri, Artemisia Gentileschi, Rutilio Manetti –bellísimo su Amor terrenal victorioso de la National Gallery de Irlanda–, Giovanni Battista Caracciolo u Orazio Riminaldi (estos dos últimos representados con sendos Cupidos dormidos que reflejan la proyección e influencia del cuadro del mismo tema de Caravaggio).

Las dos últimas salas muestran una mirada al movimiento más allá de las fronteras de Italia, sus logros en países como Francia, Flandes o las Provincias Unidas. Se empieza con el último Caravaggio y se continúa con una completa exhibición de logros de pintores como Nicolas Regnier, Valentin de Boulogne, Nicolas Tournier, Dirk Van Baburen, Mathias Stom, Adam de Coster o Gerrit Van Honthorst, por citar algunos de ellos.

En definitiva, se trata de una ocasión muy especial para el reencuentro con uno de los momentos de la historia de la pintura más polémicos y, a la vez, más apasionantes; un momento de pausa y deleite con obras señeras que puede ser realmente muy difícil volver a ver de nuevo reunidas.

Como colofón y como compañeros ideales a la exposición propiamente dicha, en la sala I, a la izquierda según entramos por la puerta principal de la National Gallery, frente a Trafalgar Square, el Museo del Prado ha contribuido a este homenaje con sendos originales de nuestro Juan Bautista Maíno: la Adoración de los pastores y la Adoración de los Reyes Magos, ambos procedentes del retablo mayor de la iglesia de San Pedro Mártir de Toledo del Convento de Padres Dominicos. Tras disfrutar del espacio privilegiado que se ha otorgado a unas pinturas que habitualmente pasan desapercibidas entre los numerosos visitantes de nuestra pinacoteca nacional, uno no puede más que observar los rostros sorprendidos de los visitantes británicos al contemplar dos obras singulares de un artista español casi desconocido. Se aproximan incrédulos a los rótulos y comprueban que no es Velázquez, ni Ribera, Zurbarán, o Murillo sino un tal… ¡Maíno! José María Quesada.

Gerrit van Honthorst. “Cristo ante el Sumo Sacerdote”. Hacia 1617. National Gallery, Londres.