Había muchísima expectación por la venta del reloj de Patek Philippe con calendario perpetuo, fases lunares y segundero al centro, en perfecto estado de conservación y en estado de marcha. Los 30.000 euros que se pedían eran más fruto de la voluntad de la propiedad -por motivos que no vienen al caso- que del conocimiento de la realidad, puesto que la propia sala lo aupó a una categoría diferente al ponerlo en su portada.