¿Se puede conectar con lo divino en el museo del siglo XXI?
En su libro, El museo como Templo (y otros disparates), Lorena Casas Pessino hace mucho más que un repaso a las instituciones museísticas desde sus comienzos. En él desgrana su función primigenia y su evolución junto con la sociedad hasta el día de hoy.
El Museo Nacional del Prado pasó de recibir 1,5 millones de visitantes en 2001 a 3,2 millones en 2023. El Louvre en París, desde su última reforma hace más de 10 años, ha duplicado su número de visitas anual hasta alcanzar los diez millones. En 2020, y también a raíz de su ampliación, pasaron por la National Gallery de Londres más de seis millones de personas.
Está claro que los cambios y nuevos modelos que han implementado los museos han hecho que llegue a ellos un público cada vez mayor pero, ¿esto ha modificado el propósito por el cual nacieron? Justamente sobre esto trata el ensayo de Lorena Casas Pessino, El museo como Templo (y otros disparates), publicado en mayo de este mismo año.
En sus páginas cuenta cómo el fulgurante éxito del MET de Nueva York durante los 80 y 90 se ha extendido por Europa, generalizando el modelo de museo que nació en los Estados Unidos, un país rico pero con colecciones jóvenes y poca obra en comparación con las del viejo continente.
Este patrón –que sigue en vigor– ha producido una masificación en las salas y ha modificado la experiencia primigenia de estos templos artísticos, que según explica Casas no sería otra que «acercarnos a la divinidad a través del arte».
Al gran número de personas que se agolpan para ver las obras también se ha sumado la sobreinformación que las rodea. La nueva situación no permite conectar de una manera genuina con ellas, o al menos dificulta el proceso.
Pero el libro no es solo una disertación para entender hacía dónde va la institución museística, sino que también es un maravilloso resumen de la historia de los museos y sus etapas y cambios en los últimos siglos, que además viene de la pluma de una mujer que conoce de primera mano los engranajes de uno tan importante como es el Prado.
Además de estas reflexiones que expresa la autora, el texto rebosa ideas de otros pensadores o escritores, así como mitos y hechos históricos que usa para exponer sus convicciones.
Esto enriquece el ecléctico texto en el que hay tanta información condensada. Algo imprescindible en este tipo de libros cuya finalidad es hacernos meditar y crecer gracias a ellos.
Otra cosa muy interesante que hace Casas Pessino es la interpelación directa al lector. Cuando se dirige a nosotros nos hace partícipes de lo que nos está contando y de lo que quiere transmitir. Una técnica muy inteligente por su parte.
A fin de cuentas, este ensayo es una interesante lectura reflexiva, clara en sus posiciones potenciadas a través de metáforas y moralejas recogidas de los mitos griegos o de disertaciones de teóricos y pensadores de diferentes épocas.
Además, su discurso, alejado de los más generalizados hoy en día, es un punto de partida sugerente para desencadenar el juicio propio del lector sobre los diferentes temas que aborda en poco más de 100 páginas.
Lo mejor que puedo decir sobre él es que cada vez que tenía un rato libre este texto ensayístico venía a mi cabeza, ya que quería continuar aprendiendo y pensando sobre las diferentes ideas que en sus páginas estaban vertidas, con lo que La Huerta Grande, sello editor del libro, ha conseguido añadir a su colección de ensayos otro texto de gran calidad. Roberto Ponce López