NÚMERO 14 | ABRIL-JUNIO 2012

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Un nuevo greco; Hockney en el Guggenheim; el museo Titanic en Belfast; la colección de Pier Luigi Pizzi; cuando los extranjeros dominaban Egipto; entrevista a Richard de Willermin; Cartuja de Miraflores. La estrella y la muerte; el enigma de Asensio Juliá; en el estudio de Alison E. Taylor.

Categoría: Revista

Descripción

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Ya lo advertimos. En momentos de crisis, y a falta de espectaculares montajes, los museos dirigen la mirada a los almacenes, a los depósitos, a las obras poco estudiadas, al fondo de armario y… ¡aparece una obra del taller de Leonardo da Vinci! La expectación que despertó su presentación en el salón de actos del Prado –nunca había estado tan lleno de prensa, también extranjera y de investigadores– es quizá proporcional a la calidad de una pieza que durante décadas viajó de sala en sala, o de sala en almacén, sin que nadie hubiera reparado siquiera en que no estaba pintada sobre roble, sino sobre nogal.

Lo demás, incluida la investigación y restauración tiene nombres propios: Ana González Mozo, Almudena Sánchez y Miguel Falomir. Enhorabuena a los tres pero, creo que es bueno recordarlo, la investigación sobre esta tabla no ha hecho más que empezar.

No espero tanto de su préstamo al Louvre –los franceses ya tienen la suya– como de los trabajos iniciados por los investigadores del museo. La existencia de un dibujo del propio Leonardo conservado en Windsor que representa dos de las montañas de La Gioconda del Prado –y que no se repiten en la versión del Louvre– añade nuevos e interesantes interrogantes a un cuadro que sigue conservando todos sus misterios.

No es esta la única sorpresa que prepara el Prado. Al margen de las importantes muestras sobre el último Rafael y Justino de Neve y Murillo, hay dos noticias en cartera que aluden a nombres propios importantes de la Historia del Arte y que prometen dar que hablar, también a los especialistas.

Por eso, todo esto me lleva a pensar que las crisis a veces no son tan malas, porque incluso cuando hay un motivo que lo justifique, las empresas privadas no dudan en poner dinero encima de la mesa para ayudar a investigar.

Así ocurrió también con La Gioconda del Prado.

Por Fernando Rayón

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