OBSERVAR LO COTIDIANO CON LA MIRADA DE JULIAN OPIE
La Fundación Bancaja de Valencia presenta hasta el 25 de junio una exposición que reúne 30 obras de los últimos 15 años de la carrera del artista londinense. A través de ellas, el espectador se adentra en aspectos diarios de la vida moderna con una nueva mirada, en especial mediante el retrato.
La muestra, comisariada por el crítico de arte y profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Castro, abarca una treintena de obras de gran formato que proceden de los fondos de la colección de Fundación Bancaja, además de una amplia nómina de colecciones institucionales como la del Banco Santander, Carmen Thyssen-Bornemisza, Galería Xavier Fiol, Galería Mario Sequeira y Lisson Gallery. Al proyecto también se han sumado colecciones privadas como las de Hortensia Herrero, Mariana Almeida Freitas, Pilar de Diego, Paula Sequeira, Cristina Lopes, Blanca Cuesta, Jaime Marçal, Carlos Puerta, Rocío Puerta de Diego, Ágatha Ruiz de la Prada, José Antonio Sequeira o Manuel Tavares Correia, entre otros.
El artista británico utiliza diversas técnicas y materiales como acrílicos, vinilos sobre aluminio, tinta o madera, animaciones y videoinstalación en pantallas LCD y LED. Su estilo invita al visitante a reflexionar sobre cómo vemos las cosas y cómo las representamos. Busca la experiencia estética a través de una mirada metropolitana de lo que le rodea. En la representación de estas experiencias, siempre simplifica y esquematiza el objeto para atrapar lo esencial con un claro protagonismo de la línea y el color.
En esta exposición predominan los retratos. Opie comienza a mostrarlos con esa tendencia esquemática en el año 2000, cuando el ordenador y la tecnología se vuelven decisivos en su trabajo. En los ejemplos que ahora se presentan en Valencia retoma la tradición de la pintura británica y holandesa de los siglos XVII y XVIII, pero también las estampas japonesas, con la inspiración de las obras de Hiroshige y Utamaro. El autor introduce a sus personajes en un escenario público, donde cada rostro tiene un singular potencial de seducción y donde cada comunidad se desarrolla, con las singularidades culturales de cada territorio y el movimiento o actitud de sus gentes, convirtiendo lo cotidiano en icónico y buscando un lenguaje universal.