MONET EN LA BEYELER: ”UNA FIESTA DE LUZ Y COLOR”
Para celebrar el vigésimo aniversario de su creación, la Fundación Beyeler ha organizado esta muestra dedicada a Claude Monet, uno de los artistas más importantes presentes en su colección. Está compuesta por 62 obras cedidas por los museos más importantes, tanto de Europa como de los Estados Unidos y Japón, y no expuestas desde hace muchos años. Quienes la han visitado la definen como “una fiesta de luz y de color”. Presenta trabajos creados entre 1880 y principios del siglo XX con especial atención a estos últimos.
El motivo principal de su pintura es la luz, sus sombras y reflejos, junto al modo como evoluciona su manera de tratarlo. La fama de Monet se debe, en gran parte, a sus paisajes mediterráneos, a las escenas de las costas “salvajes” del Atlántico, a las varias localidades ubicadas a lo largo del Sena, a las praderas floridas, los almiares, catedrales y puentes envueltos en la niebla. Monet experimenta con los cambios de luz y color que se suceden a lo largo del día y de las estaciones. Fue un pionero en el campo del arte; dio con la clave de la pintura moderna y abrió los ojos a una nueva visión del mundo.
Tras la muerte de su mujer en 1879 entró en una fase de orientación. Sus años de pionero del impresionismo habían pasado. Se hizo más independiente financieramente, gracias a la ayuda de su marchante, que le permitió viajar con frecuencia. A través de estos viajes, por ejemplo, descubrió la luz del Mediterráneo que dio nuevo impulso a su pintura y le alejó de un estricto estilo impresionista.
La exposición se ha organizado por asuntos: el Sena (con el precioso retrato, pocas veces exhibido, de su mujer Alice Hoschedé sentada en un jardín en Vetheuil, directamente sobre el río). El siguiente está referido a los árboles: un delicado tributo a Ernst Beyeler, quien les dedicó toda una exposición en 1998 (inspirada en los grabados japoneses en madera). Monet los pinta bajo las diferentes luces, formas y sombras que componen. Una de las salas se ha reservado al mar, asunto muy querido por él y por el que se “sintió loco”, según confesó a su mujer. En estos espacios se han colgado las pinturas dedicadas a las costas de Normandía y a la isla Belle-Île con su luz siempre cambiante por efecto del mar.
A Monet le fascinaba Londres. En esta ciudad encontró refugio durante la guerra Franco-Prusiana en 1870-1871. Unos pocos años después, reconocida su fama como extraordinario pintor, regresó a esta capital. Fue entonces cuando pintó las famosas vistas de Waterloo, de Charing Cross Bridge y de las Casas del Parlamento bajo luces distintas –sobre todo con niebla– que transforma sus formas en misteriosas siluetas. Las últimas obras de Monet fueron exclusivamente jardines y el reflejo de unos lirios en el agua.
El resto de los espacio se ha reservado para una selección de pinturas del jardín de Monet en Giverny.
Abierta hasta el 28 de mayo. MPR