MODERNIDAD Y TRADICIÓN EN LA VISIÓN DE Y. G. SRIMATI
La primera exposición retrospectiva dedicada a la artista india Y. G Srimati (1926-2007) se puede contemplar desde hoy y hasta el 18 de junio de 2017 en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. La retrospectiva, comisariada por John Guy, conservador de las Artes del Sur y del Sudeste asiático del Departamento de Arte Asiático del MET, y que cuenta con la colaboración de la Fundación Miriam e Ira D. Wallach, reúne 25 acuarelas delicadamente ejecutadas, junto a instrumentos musicales, fotografías y grabaciones de interpretación. La artista india, alineada con el tiempo que le tocó vivir, mostró en estas obras su compromiso constante y una visión singular del estilo indio que caracterizó a sus composiciones musicales y plásticas.
En el recorrido de la exposición se observa que cuando Srimati era una adolescente interpretó canciones devocionales en las reuniones de oración para Mahatma Gandhi-Srimati, y exploró temas de la literatura épica religiosa de la India y la cultura rural. Todo ese proceso hizo que se reafirmara en la tradición como parte de una expresión consciente de los sentimientos nacionalistas. La transición a una India independiente tuvo un impacto duradero en su trabajo con la proyección de los valores fundamentales de la India, según el comisario de la exposición, quien añade que Srimati supo innovar en el lenguaje del arte de la India, apoyándose en la vitalidad de las imágenes tradicionales.
Nacida en el seno de la familia Mandayan Brahmin Tamil y educada en Madras (actual Chennai), en el sur de la India, Srimati tuvo una formación clásica en las cuatro artes tradicionales de esa parte del país: voz, música, danza y pintura. Se convirtió en cantante y viajó por la India, Estados Unidos y el Reino Unido.
La exposición a partir de las obras que atesora el Museo Metropolitano de Nueva York, junto a otras de colecciones privadas, abarca las dos primeras décadas de esta artista integral –los años 40 y 50- cuando definió su repertorio y fue madurando su estilo, pero sin olvidar sus obras de plena madurez en los años 80 y 90, ejecutadas cuando residía en Nueva York. Alternó sus perfomances con la destreza en la pintura, algo que le acompañó durante gran parte de su vida. El dominio de la técnica de la acuarela hizo que construyera una estética que comenzó a renovar el lenguaje visual de la tradición india.
En la selección de piezas expuestas, además de las obras realizadas del segundo tercio del siglo XX, podríamos destacar uno de sus últimos trabajos, Maha Kali (1980), donde recuperó el poder dramático que se encontró por primera vez en su inspirado Shiva Gangadhara (Shiva como Portador del Ganges) desde 1945, una suite de pinturas de finales de la década de los 40, basada en imágenes de los grandes murales budistas del siglo VI en Ajanta, que exploraban tipos de figuras que rinden homenaje al mayor legado de pinturas de la India primitiva. Julián H. Miranda