Inmaculada Concepción. Francisco de Herrera el Mozo (1627-1685). Óleo sobre lienzo, 165 x 105 cm. h. 1670. Donación Plácido Arango Arias, 2016.
LAS VERSIONES DE LAS INMACULADAS DE ARANGO EN EL PRADO
El año pasado, el antiguo presidente del Patronato del Museo del Prado, Plácido Arango, donó 4 cuadros que representan uno de los temas religiosos más repetidos en la pintura del Siglo de Oro español: La Inmaculada Concepción. Con motivo de un nuevo obsequio del benefactor, la institución ha organizado una pequeña muestra en la que se reúnen diferentes representaciones de esta icónica tipología de virgen.
La muestra se titula “Inmaculadas. Donación de Plácido Arango Arias” y se abrió al público el pasado martes, pero permanecerá hasta el 14 de febrero de 2017. Las obras están datadas hacia los años 1630-1680 y en ellas se puede estudiar la variación en el ideal de belleza femenina y en la composición pictórica de la época. En concreto se advierten dos versiones de la escena: por un lado existe un modelo donde la sensación de intimidad y el recogimiento prima sobre los valores formales, y por otro lado se observa un modelo en el que se exaltan los aspectos cromáticos y dinámicos propios del estilo barroco. Con dos de las Inmaculadas de la muestra, ambas de Zurbarán y donadas por Arango, se puede establecer una comparación en cuanto a la iconografía y composición, características que el autor varió al principio de su carrera. La de 1635 se destaca por el amplio vuelo de la túnica, mientras que la Inmaculada niña constituye un puente con la rica tradición de representaciones concepcionistas sevillanas de la segunda mitad del siglo XVII y puede compararse con la Inmaculada de uno de los grandes representantes de esta escuela, Juan Valdés Leal, que en su obra, fechada en 1682, evita el dinamismo compositivo y la expansión comunicativa que le son característicos, y compone una obra introspectiva y delicada, en la que la joven María se encuentra rodeada por un elaborado contexto teológico.
La inmaculada de Mateo Cerezo quizás sea una de las más impresionantes en cuanto a dinamismo y paleta, las cuales persiguen insistentemente el espíritu del Barroco. Está fechada hacia el año 1660 y es madrileña. Sin embargo la protagonista de la exposición no es esta inmaculada, sino la más recientemente adquirida que fue pintada por Francisco Herrera el Mozo. Este presente supone una importante aportación a la pinacoteca, ya que no se conoce ninguna otra obra suya de este tema tan popular en su generación. En esta obra, Herrera ofrece una alternativa a los modelos más habituales de iconografía mariana española en la segunda mitad del siglo XVII planteando una contención formal y emotiva no habitual en la época, pero que también aparece en algunas Inmaculadas contemporáneas como la de Valdés Leal procedente de esta donación.
Destacan en ella tanto la nitidez cromática, resuelta a base de la combinación de los tonos marfil de la túnica y el azul profundo del manto, como el esmero descriptivo y el cuidado con el que se ha concebido la composición.
La muestra permanecerá abierta al público hasta el 14 de febrero en la sala 12 del edificio de Villanueva. Ana Robledano Soldevilla.@Arobledano