Las obsesiones moteadas de Kusama en Oporto
El Museo Serralves exhibe una de sus exposiciones más amplias hasta la fecha: ocho décadas de trabajo de la artista japonesa, ahora de 95 años, pionera del Arte Pop y una de las autoras más singulares del panorama contemporáneo. El público podrá visitar la muestra hasta el próximo 29 de septiembre.
Meterse en la mente de otra persona es complicado, pero no imposible. La exposición que ahora alberga el Museo Serralves de Oporto, Yayoi Kusama:1945-hoje, lo hace posible. Esta retrospectiva, que antes pasó por el Guggemheim de Bilbao, arranca con unos autorretratos de la artista japonesa pintados entre 1950 y 2020, para dejar aún más claro que, en este caso, no se puede separar la obra del artista.
Las creaciones de Kusama son autobiográficas y desvelan un obsesivo interés por los puntos y las texturas desde una edad temprana. Estos patrones son un desahogo de su infancia, marcada por los comportamientos abusivos que su madre tuvo hacia ella, las numerosas amantes que tuvo su padre y el abandono de su familia, en general, cuando emigró de Japón a Estados Unidos.
La carrera de la autora japonesa comienza por la creación de obras poéticas y semiabstractas en papel. Aquí nace su célebre serie Red infinita, desarrollada a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Estas pinturas se caracterizan por la repetición de manera obsesiva de pequeños arcos que siguen patrones rítmicos. El resultado es una obra hipnótica que absorbe a cualquier espectador que se quede absorto mirando estas pinturas.
Cuando llegó a Nueva York conoció a figuras como Andy Warhol, Donald Judd, Joseph Cornell o Claes Oldenburg, Esto abrió un nuevo camino en la vida de la japonesa, que abandonó la pintura y empezó a crear esculturas blandas bajo el nombre de Acumulaciones: objetos cotidianos como sillas, bolsos, zapatos o escaleras de mano, cubiertos por tentáculos rellenos de tela que se asemejan a falos o con pasta seca.
Estos objetos, tan siniestros como atractivos, comparten la repetición y la seriación, características identitarias del Arte Pop. Al mismo, tiempo son reflejo de la compulsión de Kusama por repetir sus obsesiones psicológicas hasta la saciedad. Una de sus primeras fijaciones la encontramos en el cuadro Sex Obsession (1992), expuesto en Serralves y que evoca un nido de serpientes amarillas moteadas. La pieza es resultado del desprecio por la sexualidad que le inculcó su madre en la infancia, y en especial, por el falo. De aquí también surgen piezas como Sex Obsession, bowl fálico (1965).
En su obra hay también un fuerte anhelo de evasión. Una cuestión que cobra vida en las performances de finales de los sesenta, en las que la artista buscaba conectar con lo cósmico y desprenderse de la idea del yo. En esta etapa es cuando coquetea con las tinieblas y los intentos de suicidio se suceden. Las plantas son elementos que atrapan al espectador, mientras que las calabazas se erigen como formas amenazantes y resultado de una obra que comenzaba a volverse más oscura y profunda.
A finales de los setenta, el estado de salud mental de la artista la lleva a internarse por voluntad propia en una institución psiquiátrica de Japón. Desde 1977 vive allí, pero sigue trabajando en su estudio y no ha dejado de producir. De hecho, varias de sus obras más conocidas y, por qué no decirlo, enaltecidas por la cultura de las redes sociales, las realiza durante esta etapa.
Entre ellas están las salas de espejos. Espacios que dan sensación de infinitud en unas ocasiones, o que actúan como experiencia psicotrópica en otras. Cuando tenía diez años, la autora empezó a experimentar alucinaciones: desde destellos de luz, auras o campos de puntos, hasta flores que le hablaban. El espectador puede acercarse a estas sensaciones en algunas de sus salas con espejos.
Hay quien se acercará a esta exposición con la curiosidad de descubrir el mundo interior y psicológico de Yayoi Kusama; un universo tan complejo que puede transformar al visitante durante el recorrido. Habrá también quien acuda con la idea de sumarse a la ola de fotografías que existen en Instagram con la obra de la artista, un motivo menos profundo, pero con el mismo componente estético. Sea cual sea la razón por la que el público llegue hasta esta artista, al menos habrá conocido a una de las figuras vivas más singulares del panorama artístico contemporáneo. Nerea Méndez Pérez