LAS INTERACCIONES ENTRE EL ARTE Y EL CINE EN CAIXAFORUM MADRID

LAS INTERACCIONES ENTRE EL ARTE Y EL CINE EN CAIXAFORUM MADRID

El séptimo arte desde su nacimiento estableció un fecundo diálogo entre las artes visuales: la pintura, la escultura, el diseño con las secuencias cinematográficas desde que los hermanos Lumiére pusieran en marcha esta nueva disciplina documental artística. Ahora CaixaForum Madrid organiza con la colaboración de la Cinemateca francesa- fundada por Henri Langlois- la exposición Arte y Cine. 120 años de intercambios, que reúne casi 350 piezas de alrededor de un centenar de artistas, seleccionadas por el comisario Dominique Païni, procedentes en su mayoría de la colección de la institución francesa, aunque también de la Colección “la Caixa” de Arte Contemporáneo y con piezas muy relevantes de grandes museos franceses y españoles y de otras colecciones privadas y de fundaciones. El paseo por la muestra es una sugerente invitación para establecer un juego de relaciones entre diferentes disciplinas artísticas, que se han retroalimentado mutuamente desde el nacimiento del cine. La muestra permanecerá abierta hasta el 20 de agosto.

En la presentación de la exposición estuvieron presentes la directora adjunta de la Fundación “La Caixa”, Isabel Durán; la directora de CaixaFroum Madrid, Isabel Fuentes, y Dominique Païni, quien dijo que esta es la exposición que había soñado siempre y explicó que para seleccionar las piezas habían imperado dos criterios: los fondos de la colección de la Cinemateca francesa y su gusto estético a la hora de elegir las piezas en función del planteamiento previsto. Y añadió que el recorrido cronológico con algunos detalles anacrónicos para intentar que sea una especie del montaje que requiere una película. En este paseo por las salas, entre otros hallazgos, podemos encontrar obras impresionistas con películas de los hermanos Lumiére, el diálogo de los artistas de vanguardia con Chaplin, el sinuoso mundo de Dalí y Hitchcock, el universo de Godard con Klein y Warhol, y sobre todo las últimas tendencias con las instalaciones y el videoarte. Pintura, libros de artista, vestidos, dibujos, grabados y sobre todo películas y videoproyecciones terminan conformando un espacio que refleja la interacción del cine con el resto de las artes y la deuda mutua entre ellas. Un efecto esponja en ambas direcciones.

Charles Chaplin. Tiempos Modernos. 1936

El montaje propuesto por el comisario está estructurado en nueve ámbitos cronológicos, desde el siglo XIX al siglo XXI. En todos ellos las obras expuestas o en reproducción puede soprenderse de las asociaciones entre grandes cineastas: Buñuel, Chaplin, Cocteau, Eisenstein, Godard, Fritz Lang, David Lynch en conversación con Arroyo, Chagall, Dalí, Duchamp, Ernst, Léger, Monet, Picabia, Picasso, Uslé, Cindy Sherman o Warhol. En casi todas las salas cuelgan pantallas que proyectan películas o fragmentos de ellas que ya forman parte de la memoria visual de varias generaciones. Gracias a la tecnología digital se ha podido avanzar aún más en las analogías y descubrir nuevas formas de expresión tanto en las artes más tradicionales como en las innovadoras formas audiovisuales.

La primera parte se centra en el siglo XIX, un período en el que apareció un nuevo tipo de espectáculo: el poliorama panóptico o el diorama, que aportó un nuevo modo de representación como se puede ver en la exposición con esos rincones externos e internos de París o también esa secuencia que analizaba la fisiología de la motricidad humana bajo la mirada atenta de Eadweard Muybridge y que tiene una correspondencia contemporánea en artistas como Uslé y Robin Rhode. Y de ahí pasamos a la primera década del siglo XX: 1900, que incluye películas de los Lumiére, con ese inteligente documental que plasma en imágenes en movimiento con ese paisaje de las rocas de Claude Monet, que raya en una abstracción sin perder la figuración, al evocar las playas del norte de Francia.

En la tercera sección, 10, hay un diálogo entre el cubismo y algunas de las películas de Charles Chaplin, que despertó el interés de Léger y también de Picasso, sin olvidar lo que este tipo de cine irradió en el futurismo italiano e incluso en el arte vanguardista ruso o el incipiente expresionismo alemán, que tuvo un fuerte reflejo en las películas de Robert Wiene y de Fritz Lang. Y ese desarrollo en el cine tuvo su influencia en el siguiente capítulo de la exposición, 20, en la que artistas como Picabia o Duchamp se sintieron atraídos por nuevas formas de expresión. Aquí hay magníficos ejemplos de películas surrealistas como Un perro andaluz, 1929, y La edad de oro, un año más tarde, donde se conjugaron la imaginación desbordante de Buñuel y Dalí. Y de ahí pasamos a una época convulsa, los años 30, con el auge de los totalitarismos en Europa, aunque podemos destacar una obra maestra de Cocteau, La sangre de un poeta, el experimentalismo de Jean Vigo, y la aportación de assemblages y collages de Joseph Cornell para alguna película o los montajes inéditos de José Val del Omar.

Ya en los años 40 y previamente el surrealismo había aportado motivos oníricos al cine: desde esas secuencias de Max Ernst a la invitación que Hitchcock hizo a Dalí para que colaborara em la película Recuerda, protagonizada por Ingrid Bergman y Gregory Peck. Y ahí como en un hechizo de la memoria hacia el presente, Eduardo Arroyo fue en los años 80 en busca de Hitchcock para homenajear con varias litografías al maestro del suspense. En la década los 50, hasta Picasso decidió participar en una película de Clouzot, Calder recurrió al cine para dotar de poesía y de tono burlesco a su circo esculpido con alambres, pero ya se empezaba a intuir un movimiento en Francia como la Nouvelle Vague, que daría sus mejores frutos con Godard, que cuestionó la narrativa cinematográfica, y que volvió su mirada a uno de los grandes artistas del siglo XX, Henri Matisse.

Marcel Duchamp. Rotorelief.1935. Le Cinémathéque française. c The estate of Marcel Duchamp/VEGAP. Barcelona

El director de À bout de souffle supo vivir el ambiente frenético en París con la experimentación de Yves Klein, con reflejo en películas como Pierrot, el loco, o en otras de Bresson. Son curiosas las pruebas de logotipo que Vasarely hizo para el Museo de Cine de París, dentro de una representación constructivista, con esa prodigiosa espiral que evocaba el mito del eterno retorno.

Las dos últimas salas se centran en la década de los 70, momento en que el cine se consagró como arte entre las artes y donde se establecen conexiones entre esta disciplina y el cartelismo con ejemplos de Adami, Monory; y en el período 1980-2010, que da unas pinceladas de ese diálogo interdisciplinar de cuatro décadas, y nuevamente la figura de Godard emerge como puente entre todas las artes, junto a las creaciones de artistas contemporáneos como Tadzio, Cindy Sherman, David Lynch, que ha combinado su faceta como cineasta y pintor, y la sugerente propuesta de Nemanja Nikolic, que nos recuerda que el desfilar de los fotogramas estuvo ligado a una época de cultura libresca y no de consultas en el entorno web. Julián H. Miranda