La serie de los capuchinos de Murillo completa en Sevilla
Bartolomé Esteban Murillo ‘cumple’ 400 años y el Museo de Bellas Artes de su ciudad natal rompe el hielo para inaugurar lo que será un año lleno de homenajes y conmemoraciones del genio barroco español y universal. Para ello ha reunido, en una exposición comisariada por María del Valme Muñoz, uno de los ciclos pictóricos más ambiciosos del siglo XVII de nuestro país: las pinturas para el convento de los capuchinos de Sevilla. No solo consiste en un gran número de obras, sino que la calidad que presentan es excepcional, gracias también a la importante labor de restauración a la que algunas se han sometido con motivo de este encuentro. A todo esto se le añade el logrado montaje museológico de la muestra que ha sido resuelto por Francisco Bocanegra. Un recorrido donde se capta el fin que tuvieron estas pinturas. Dicha disposición de la muestra participa considerablemente de su enorme atractivo.
Esta serie, que se dispersó por Europa y América tras la invasión napoleónica, vuelve a reunirse bajo el mismo techo por primera vez desde entonces. Ha sido posible gracias a los préstamos de las instituciones que custodian hoy los distintos cuadros. Por supuesto estos se suman, en la muestra, a la amplia colección de la institución sevillana, configurando así una de las exposiciones más relevantes de la conmemoración murillesca. El jubileo de la Porciúncula es de los préstamos más significativos, y ha sido gracias a un acuerdo con el Museo Wallraf-Richartz de Colonia que firma un depósito temporal por un periodo de diez años. Resulta ser el lienzo elegido por Murillo (entre otros seis) para presidir el retablo mayor de la iglesia del convento de los capuchinos, donde permaneció hasta el siglo XIX. La obra es monumental.
A esta protagonista le acompañan otras pinturas no menos impresionantes como Arcángel san Miguel (del Kunsthistorisches Museum de Viena), el Ángel de la Guarda (de la Catedral de Sevilla), La Virgen de Belén, llamada popularmente La Virgen de la Servilleta, realizada para el refectorio, y la Santa Faz (de colección privada y cedida por cortesía de Ashmolean Museum, Oxford).
Además de ser un importante recordatorio de la maestría del pintor, el proyecto no desatiende su faceta gráfica reflejada en sus bocetos y dibujos preparatorios. Se destacaría la Visión de san Félix de Cantalicio con el Niño Jesús en brazos de la Morgan Library de Nueva York.
El Museo de Bellas Artes de Sevilla se ha preparado desde hace años para este acontecimiento con el estudio y la restauración de la colección de estas obras. Los trabajos de investigación fundamentan el catálogo editado con motivo de la exposición, en el que se recogen diversos estudios que ponen de manifiesto la relevancia de esta serie de pinturas dentro del conjunto de la obra de Murillo. En definitiva, esta importante cita nos ofrece la oportunidad de mostrar el resultado de la recuperación histórica, material y estética, a la que se suma el poderoso componente de restitución emocional de poder disfrutar, reunido en su ciudad, uno de los ciclos más significativos del barroco español.
Hasta el 1 de abril de 2018.