La pintura al servicio de las nubes

La galería Vangar de Valencia ha inaugurado la exposición La pintura al servicio de las nubes del artista mexicano José Antonio Ochoa. Se trata de una reflexión sobre la influencia que Caspar David Friedrich ha tenido sobre el lenguaje formal cinematográfico. Se podrá visitar hasta el 8 de mayo.


Fue John Ruskin quien acuñó la expresión que da título a esta exposición en su libro Pintores Modernos. En él trató sobre los distintos géneros que esos creadores habían adoptado y en el fragmento en el que se refiere especialmente al paisaje moderno y a los pintores románticos –cuyas motivaciones estaban alineadas con las del propio Ruskin en muchos aspectos–, con Turner como máximo representante, dice: «Si un nombre general y característico fuese necesario para el arte del paisaje moderno, no se podría inventar otro mejor que «Al servicio de las nubes»».

No obstante, José Antonio Ochoa, artista de origen mexicano afincado en Valencia, toma otra figura del romanticismo igualmente titánica como punto central de su atención: Caspar David Friedrich. A través del estudio de sus obras el trabajo que presenta en la galería Vangar explora la influencia que su iconografía ha tenido en el cine. Esta clase de creación, a medio camino entre la plástica, la historia y la filosofía es una combinación que Ochoa domina y que ha expresado en otros proyectos como Ut Pictura Kinesis, Tiempo sostenido o Mirar el Tiempo.

Esta muestra rastrea sus inicios hasta el encuentro del creador con dos imágenes cinematográficas que aluden indiscutiblemente a Monje frente al mar Abadía en el robledal, ambas obras de Friedrich en la Antigua Galería Nacional en la Isla de los Museos de Berlín. Más allá del escrutinio de las pinturas, es su traducción a un medio completamente distinto lo que cautiva a Ochoa. Ese descubrimiento le llevó a la acumulación y recopilación de imágenes similares, que dentro del ámbito cinematográfico hubiesen encontrado su fuente de inspiración en el pintor romántico. La concepción final –y material– de la obra fue planteada como un viaje de retorno a la pintura, ya que mediante esa técnica el artista, tras haber encontrado inspiración en los fotogramas que había reunido, crea sus propias escenas. Friedrich filtrado por el celuloide.

Como última vuelta de tuerca, Ochoa no solo traslada a la completa contemporaneidad el componente atmosférico de la pintura romántica, sino que actualiza el escurridizo concepto de lo sublime.

Todo este juego de exploración y referencias se expresa a la perfección en el texto que el catedrático y crítico de arte Román de la Calle ha elaborado con motivo de la exposición: «De todo ello, quiero deducir que la pintura de J. A. Ochoa, en su contrastada complejidad, acaba, con evidente esfuerzo, por su parte, por parecernos, incluso sencilla, en el abanico de sus recursos transdisciplinares, a la vez que, curiosamente –y aquí está el efectivo nudo gordiano de su secreta aventura– la propia obra, quizás, va adaptándose a la mirada que la observa, esperando, de acuerdo con sus posibles respuestas hermenéuticas, pasar, diligentemente, a proyectar / largar más y más cable, según cada caso, sobre el respectivo espectador, que es, de hecho, quien regula, entre sus manos, la acción del ovillo perceptivo, imaginario, reflexivo e interpretativo de las imágenes».

La muestra podrá visitarse en la galería Vangar hasta el 8 de mayo.