La naturaleza cambiante de Roni Horn en el Centro Botín
Me paraliza la esperanza es el proyecto que la artista neoyorquina ha preparado para su incursión en el museo cántabro, donde se adapta al espacio concebido por Renzo Piano y juega con la arquitectura, la luz y las vistas a la bahía de Santander. Exhibe una veintena de obras que abordan temas como la condición fluida del clima, el paisaje y la propia identidad.
En 2019 la cómica Maria Bamford afirmaba en uno de sus sketches que le paralizaba la esperanza. La frase, escuchada por Roni Horn (Nueva York, 1955) durante el confinamiento, le caló tan hondo que ahora es el leit motiv de la muestra que presenta en el Centro Botín. «La esperanza es, entre otras cosas, una táctica de supervivencia. Es la manifestación del impulso innato de seguir viviendo, respirando, moviéndonos, deseando… Me paraliza la esperanza es, al mismo tiempo, un silencioso e insidioso rumor y un grito incesante».
La artista neoyorquina es la encargada de inaugurar el programa expositivo de 2023 del museo santanderino, con una veintena de obras que recogen casi tres décadas de trayectoria.
Son fotografías, dibujos, esculturas e incluso una performance sonora seleccionadas específicamente para el edificio construido por Renzo Piano. Horn ha trabajado estrechamente con la comisaria Barbara Rodríguez en el montaje y colocación de las piezas, lo que en algunos casos contribuye a una mejor contemplación de las mismas.
Así sucede en Saying Water (2001), una grabación de 40 minutos que alude al agua como algo «cambiante, sexy, poderoso, vulnerable, enérgico y frágil».
La primera vez que Roni presentó este trabajo fue en Dinamarca, ahora el público podrá escucharla –en inglés y traducida al español– en una pequeña sala que mira a la bahía, mientras contempla el Cantábrico gracias a las grandes cristaleras que envuelven la pieza.
La luz natural que emana de esas fachadas acristaladas y la propia arquitectura del edificio forman parte del recorrido de la muestra, concebida específicamente para entrar en conversación con otra de las piezas de la artista, quizá la más visual y atractiva, además de inédita. Se trata de The tiniest piece of mirror is always the whole mirror (2022) –frase tomada en este caso de la escritora Clarice Lispector–, una escultura coral compuesta por 10 piezas de vidrio fundido y solidificado.
Este tipo de trabajos monumentales y extremadamente pesados –una tonelada cada uno– han formado parte del corpus de Horn desde la década de 1990. En ellos juega con las fuerzas cambiantes de la naturaleza y los elementos geológicos puros.
Lo cierto es que los juegos y la transformación del entorno son una constante en la producción de Horn, ya sea a través de palabras, materiales o identidades.
La artista conceptual recurre a menudo a las propiedades mutables de elementos como el agua, el vidrio, el papel collage recortado y vuelto a pegar o la escritura para reflexionar sobre la evolución del clima o el paisaje, así como sobre el propio ser humano, en perpetua transición.
El agua es otro componente recurrente que acompaña al visitante durante todo el recorrido, desde las fotolitografías del Támesis que parecen como mapas de tramos del río londinense con anotaciones de la artista, hasta las piscinas de vidrio ya mencionadas, cuya superficie reflectante proyecta diversas sombras a medida que el sol se mueve.
Uno de los primeros trabajos que encontramos en Me paraliza la esperanza es a.k.a. (2008-2009), una serie de 30 retratos personales de Horn colocados por pares. En ellos alude a la multitud que habita en cada uno de nosotros y a la ambivalencia del yo.
LOG (REGISTRO), por su parte, es una pieza realizada entre 2019 y 2020 que se presenta por primera vez en un centro de arte. Sus 406 láminas resumen 14 meses de trabajo creativo y funcionan a modo de diario o cuaderno de artista.
La frase «Me paraliza la esperanza» que da nombre a la exposición aparece escrita compulsivamente en varias de estas hojas, que van desde lo jocoso y extraño a lo sublime y perturbado.
Dicha obra condensa muchos de los intereses de Horn, como el lenguaje, las noticias que integran la vida cotidiana, el estudio de animales autóctonos o el humor ácido (imposible no sonreír ante esa noticia del pulpo perdido o de los «dos búhos muertos aparecidos vivos).
Roni Horn. Me paraliza la esperanza podrá visitarse hasta el 10 de septiembre. Sol G. Moreno