LA MIRADA INTELIGENTE Y ASTURIANA DE CHEMA MADOZ
La Fundación María Cristina Masaveu Paterson presenta en Conde Duque su quinta edición de “Miradas de Asturias” con una treintena de imágenes del autor. El fotógrafo dibuja en blanco y negro las playas, gentes y costumbres de esa tierra sin salir de su estudio.
Una sola mirada no basta para entender la obra de Chema Madoz. A menudo es preciso un segundo vistazo para descubrir en sus instantáneas el juego óptico o la trampa visual, ese guiño irónico que el fotógrafo siempre se permite antes de disparar su cámara analógica. Entonces uno se da cuenta de que las olas de mar son en realidad tapetes de ganchillo, las hojas están hechas de madera y los pájaros no se posan en ramas de árbol sino en astas de ciervo. Nada es lo que parece en estas imágenes, construidas a base de transformar, manipular y alterar el objeto cotidiano. Son composiciones cargadas de poesía visual pero también de dobles sentidos, fruto de una mirada analítica y abstracta.
En el último trabajo del artista, el ‘elemento’ fotografiado ha sido Asturias. Madoz ha sabido captar la esencia y tradición del Principado, sus gentes humildes, su riqueza de paisajes, el clima, la fertilidad de sus campos e incluso la berrea del venado. Y todo ello sin abandonar su taller madrileño. De ahí el título de la muestra que se ha inaugurado en el Centro Cultural Conde Duque: El viajero inmóvil, porque las 34 fotografías inéditas que presenta proponen un viaje imaginario por tierras asturianas sin necesidad de desplazarse hasta allí.
“El mirar de Asturias requiere, desde la perspectiva y los modos de hacer de Madoz, convertir la realidad de su espacio geográfico y sus gentes en una abstracción”, explica Borja Casani, comisario del proyecto. Como en otras ocasiones, el fotógrafo ha diseccionado a su antojo el objeto representado –en este caso un lugar– y lo ha transformado en varios elementos cargados de polisemia: manzanas, conchas de playa y hachas incluidas. Estos objetos son el punto de partida de las escenografías creadas por el autor, más artista que fotógrafo (“Toda la manipulación que hay es previa al disparo, la cámara se limita únicamente a registrar algo que tú has preparado”, confiesa).
Una concha le basta para simular el helado de un cucurucho o una bovina de hilo; poco importa qué imagen miremos, ambas llevan implícita la presencia del mar asturiano. También el asta de ciervo se repite en algunas de sus obras, que parecen reclamar el celo de sus machos como un espectáculo único de la naturaleza local. Tiene guasa que el autor conciba botas de agua con puntera de felpa, seguro que sus dueños se sienten como en casa cada vez que llueve en Llanes o Cudillero. Al menos eso es lo que debe de haber pensado el artista, en un arranque de buen humor, ese que continúa con la caja de cerillas cuyo mensaje publicitario alerta del riesgo de incendio.
Otros objetos relacionados con tierras norteñas aparecen en la sala contigua: una barca se transforma en relicario, mientras la tabla de surf hecha con un trillo alude a dos tradiciones bien distintas del presente y el pasado. Cada una de estas imágenes habla por boca de los elementos representados y demuestra cómo el lenguaje de los objetos es infinito, especialmente si se trata de aquellos que se sitúan ante la cámara de Madoz.
Este proyecto de El viajero inmóvil surgió cuando la Fundación María Cristina Masaveu Paterson propuso al autor participar en el programa “Miradas de Asturias”, una iniciativa que en 2017 celebra su quinta edición. Sus organizadores invitan cada año a un galardonado con el Premio Nacional de Fotografía a que reflexione sobre los diversos aspectos que conforman la idiosincrasia de esa Comunidad. Patrocinan el encargo y además crean un fondo con obra inédita. Nombres como García-Alix, Ballester o Ouka Leele se sumaron a la propuesta en ediciones pasadas, pero hasta ahora Chema Madoz es el único que ha aceptado el encargo sin la visita expresa a Asturias. No la ha necesitado. Su memoria de la mirada ya ha encontrado los tres elementos con los que componer el viaje: mar, madera y pesca.
La exposición podrá verse en Madrid hasta el 16 de abril. Después viajará al Museo de Bellas Artes de Oviedo. Sol G. Moreno
- Puede consultar un vídeo sobre la exposición aquí.