La joya del Pilar que sí era auténtica

La joya del Pilar que sí era auténtica

La historiadora Carolina Naya, especialista en el tesoro de la Basílica del Pilar, confirma la autenticidad de un pinjante de oro y piedras preciosas conservado en el Victoria & Albert Museum que durante años se creyó falso. La gran cantidad de imitaciones hechas por Reinhold Vasters y Alfred André en el siglo XIX hicieron pensar a los expertos británicos que se trataba de una obra de dudosa calidad.  


Es la historia de una alhaja renacentista que se vendió como original en el XIX, pasó por falsificación durante años el siglo pasado y ahora, finalmente, vuelve a colgar la cartela de “tesoro de la Catedral de la Virgen del Pilar, Zaragoza”. Los datos ya se han actualizado en la página web del Victoria & Albert de Londres –museo donde se conserva– y el mérito es todo español, como figura en la bibliografía de la pieza [Naya, Carolina.«¿Reinhold Vasters? Tres pinjantes de perrillo procedentes de la subasta del Joyero de la Virgen del Pilar (1870)». BSAA arte, 86, 2020, pp 141-164].

El colgante en cuestión es de oro esmaltado y tiene un perrillo como tema principal. Está engastado con rubíes, diamantes y una esmeralda, además de varias perlas colgantes. Hecho entre 1580 y 1600, perteneció al tesoro de la Basílica del Pilar hasta 1870, momento en que pasó a las colecciones británicas. La autenticidad de la alhaja se puso en entredicho en 1990, cuando el British Museum la incluyó en una exposición titulada Fake? The Art of Deception donde hablaba de falsificaciones y piezas engañosas.

Poco convencidos de ello, los conservadores del Victoria & Albert pidieron a Carolina Naya una segunda opinión. Esta especialista en joyería antigua y experta en el tesoro de la Basílica del Pilar -tema de su tesis-, estudió la pieza in situ y repasó los Archivos Capitulares conservados en Zaragoza. «Pude confirmar que la pieza era auténtica», concluye Carolina a ARS Magazine. «La primera vez que aparece descrita es en un inventario de 1742, lo que quiere decir que está documentada 100 años antes de Vasters. También figura en los archivos de la Subasta de Joyas del Pilar de 1870, donde se cuenta cómo Chaffers remató este pinjante por 3.465 reales de vellón. La trazabilidad es clarísima: pasa de Zaragoza al museo de Londres».

Pinjante de la Basílica de la Virgen del Pilar. Hacia 1580-1600. Oro esmaltado, rubíes, diamantes, perlas y una esmeralda. Victoria & Albert Museum, Londres.
Brinco de perrillo. Hacia 1580-1600. Oro, perla, esmeralda y granate. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

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TESORO DE LA BASÍLICA DEL PILAR. Esta alhaja recién autentificada vuelve a adscribirse de nuevo al conjunto de joyas del Pilar, que la historiadora española conoce bien. Según cuenta en su artículo El tesoro disperso del Pilar: joyas zaragozanas en el Victoria & Albert, el Cabildo zaragozano se vio obligado a subastar parte de sus alhajas para recaudar fondos y finalizar así  las obras de la Basílica. Aquella venta extraordinaria constó de 527 lotes, que consiguieron recaudar 1,8 millones de reales de vellón. Fue entonces cuando el Victoria & Albert adquirió 32 joyas (incluido el pinjante de oro del que hablamos y otro con igual asunto, aunque de este último no se conserva documentación).

En aquella subasta también se adjudicó otra alhaja que hoy conserva el Museo Lázaro Galdiano, cuya autenticidad también se puso en entredicho en 2016. “Esta también es auténtica”, mantiene la historiadora. “Ahora parece claro que procede del Pilar, porque la compraron los coleccionistas madrileños Olmo, Gil y Compañía durante la subasta de 1870”.

La legitimidad de estas dos piezas de la Edad de Oro de la joyería española –la del Victoria & Albert y la del Lázaro Galdiano– supone todo un triunfo para la joyería antigua, que desde el siglo pasado ha sufrido varios reveses. Todo comenzó cuando el especialista Charles Truman descubrió en 1919 que la colección de dibujos de alhajas renacentistas que estudiaba no eran del siglo XVII sino del XIX, concretamente realizados por Reinhold Vasters, conservador y restaurador de las joyas de la catedral de Aquisgrán. A ese fatídico descubrimiento, se sumó la aparición de un segundo falsificador: el parisino Alfred André.

FALSIFICACIONES CON FIRMA ALEMANA. Según explica Naya, ambos trabajaron para Frederic Spitzer, un marchante suizo con conexiones en Europa, de modo que sus falsificaciones se difundieron por todo el mundo. Las joyas de André eran fácilmente distinguibles, porque trabajaba a la cera perdida, razón por la cual sus joyas pesaban menos. Además, en el año 2000 se destaparon varias fotografías que mostraban sus moldes.

En cambio Vasters era un magnífico orfebre y maravilloso dibujante, de modo que sus copias eran prácticamente indistinguibles de los originales. “Esto ha provocado que ahora mismo se dude prácticamente de todo”, explica la experta. Hasta el punto de que los especialistas han añadido a todas las joyas antiguas una nueva categoría: ‘pre-Vasters’ significa que la pieza está acreditada antes del nacimiento del copista alemán y por tanto se salva de la quema. En cambio, si no existe documentación ni referencia alguna con anterioridad a 1830, fecha en la que el orfebre alemán empezó a trabajar, entonces es ‘pos-Vasters’ y no existen garantías de su originalidad.

Dibujos de joyas diseñadas por el falsificador Reinhold Vasters conservados en el Victoria & Albert. Fotografías: Carolina Naya.

El descubrimiento e identificación de estas falsificaciones casi exactas suponen una historia fascinante, sin duda, aunque también ha salpicado a algunos de los mejores museos del mundo como el MetMuseum de Nueva York o el Museo del Bargello de Florencia (consideradas por Naya dudosas). Precisamente la necesidad de revisar estas alhajas antiguas según los nuevos parámetros será objeto de estudio en el simposium organizado por Carolina Naya y Marian Granados para el próximo noviembre. Tendrá lugar en el Museo Arqueológico de Madrid y se hará un repaso crítico y revisionista de la joyería española. Esperemos que tengan la misma suerte que el pinjante de Londres.  Sol G. Moreno