Caravaggio. Los músicos (detalle). Hacia 1596-1597. Óleo sobre lienzo. MET Museum. Nueva York.
LA INFLUENCIA DE CARAVAGGIO EN LOS ARTISTAS DEL NORTE DE EUROPA
Hace poco más de cuatro siglos que murió Michelangelo Merisi Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610) y su figura se ha ido engrandeciendo con el paso del tiempo porque supo revolucionar la pintura en un sentido naturalista. Tuvo una gran influencia en numerosos pintores del siglo XVII, no sólo de Italia sino también del norte de Europa: flamencos, franceses, holandeses y alemanes, entre otros.
Ahora el Museo Thyssen-Bornemisza acoge la exposición Caravaggio y los pintores del norte, que incluye un total de 53 pinturas, 12 de ellas del gran maestro italiano y 41 de pintores del norte de Europa, seleccionadas por el comisario de la muestra, Gert Jan van der Sman, profesor de la Universidad de Leiden y miembro del Instituto Universitario holandés de Historia del Arte de Florencia. Tres piezas del gran pintor milanés: El sacrificio de Isaac, San Francisco en meditación y San Juan Bautista en el desierto, nunca se habían exhibido en España.
A través de las obras expuestas se puede seguir la fascinación e inspiración que supusieron las composiciones de Caravaggio en grandes creadores europeos de las primeras décadas del siglo XVII, cuando Roma era el faro que atraía a miles de creadores. Algunos artistas como Rubens, van Baburen, van Honthorst, Ter Brugghen, Régnier, Finson, Vouet, Vignon o Valentin de Boulogne, entre otros, siguieron su estllo partiendo de escuelas pictóricas muy diferentes, pero que se sintieron atraídos por la posibilidad de trabajar del natural, y conferir más importancia al uso de la luz, las sombras y el color y, sobre todo, liberarse de alguna rigidez en la creación pictórica.
El comisario plantea un recorrido que comienza y termina con obras de Caravaggio, con una mirada didáctica a través de seis apartados, desde los cuadros que pintó en Roma, desde 1592 a 1606, su influencia en Rubens, las composiciones religiosas que realizaron algunos seguidores holandeses y franceses, la paleta contenida de ter Brugghen y la Escuela de Utrecht, los pintores franceses y por último su irradiación en Nápoles y el sur de Italia.
En las tres primeras salas encontramos sus composiciones romanas, en las que comenzó alternando escenas de género con naturalezas muertas como puede admirarse en Muchacho mordido por un lagarto , pintada hacia 1593 y 1595, que se pudo ver en el Museo del Prado hace casi dos décadas en la exposición Los Cinco Sentidos y el Arte, y donde llama la atención cómo sabía captar esa expresión melodramática en el rostro del joven. Algo posterior es La buenaventura, 1595-1596, y luego dos obras maestras como Los músicos y Santa Catalina de Alejandría, esta última del Museo Thyssen, donde se puede observar su evolución colorista en la primera obra al uso del claroscuro en la segunda, cuando el cardenal Francesco María del Monte se convirtió en su primer mecenas.
Y cómo no mencionar una obra realizada dos años después, entre 1598 y 1599, David con la cabeza de Goliat, del Museo del Prado, en la que Michelangelo Merisi sorprendió con esa marcada originalidad en el dominio del espacio y una intensa emotividad dramática. Cerca de este maravilloso lienzo podemos disfrutar de El sacrificio de Isaac, 1603, y de San Juan Bautista en el desierto, 1602, encargos de Maffeo Barberini, futuro Papa Urbano VIII y del banquero Ottavio Costa, respectivamente.
La influencia de Caravaggio queda patente en varias piezas de Rubens en la primera década del siglo XVII, desde una Cabeza de joven, 1601, o ya en su segundo período en la Ciudad Eterna en La adoración de los pastores, pintada siete años después en la que enfatiza el uso del claroscuro. Esa inspiración caravaggiesca es muy reveladora en El entierro de Cristo, 1617, de Dirck van Baburen, que procede de la iglesia de san Pietro in Montorio en Roma; en Hendrick Ter Brugghen, que fue el primer pintor holandés que al regresar a su país introdujo los temas y los recursos estilísticos de Caravaggio: La cena de Emaús, 1616; La vocación de san Mateo, hacia 1617-1619; con sutiles gradaciones de color, son dos buenos ejemplos.
Estos dos artistas holandeses sostuvieron una rivalidad en el seguimiento de Caravaggio en la tercera década del siglo XVII como se puede apreciar en Flautista y Pífano, ambos de ter Brugghen y de 1621, o el modo de representar a músicos de medio cuerpo de van Baburen en Joven cantante, pintada un año más tarde.
Numerosos pintores franceses vivieron y trabajaron en Roma en el primer tercio del siglo XVII en Roma, y algunos de ellos como Simon Vouet, Claude Vignon y Valentin de Boulogne estuvieron muy influidos por el realismo de Caravaggio. Del primero se exhibe David vencedor de Goliat, 1621; del segundo un monumental Martirio de san Mateo, 1617; y del tercero, que también solía aplicar pinceladas directas sobre el lienzo, David con la cabeza de Goliat y dos soldados (hacia 1616-1618).
En la penúltima sala encontramos lienzos del flamenco Louis Finson, que conoció a Caravaggio en su estancia en Nápoles o en el sur de Italia, y del holandés Mathias Stom-que heredó su atracción por escenas a la luz de las velas de su maestro van Honthorst-, del que se exhibe La flagelación de Cristo, hacia 1640, donde las figuras están iluminadas con gran sentido dramático. Y junto a esos lienzos una obra poco conocida de Caravaggio, El sacamuelas, de intensa expresividad en los rostros de los personajes. La exposición concluye con una obra muy reveladora del pintor milanés, El martirio de santa Úrsula, hacia 1610, donde Caravaggio poco antes de su muerte por una disentería se autorretrata como soldado sujetando una lanza en el momento en que el rey de los hunos hiere con su flecha a la Santa. El claroscuro impregna esta última composición en la que tímidos rayos de luz desvelan el misterio de la escena.
Hasta el 18 de septiembre. Julián H. Miranda