KLIMT, SCHIELE Y KOKOSCHKA: OBSESIÓN POR LA FIGURA FEMENINA
El Palacio Belvedere presenta una muestra sobre la fascinación que la mujer moderna causó en los tres pintores austriacos, cuya producción se centró en musas, modelos y amantes.
Dos facetas han identificado la figura femenina en la historia del arte: la de madre y la de meretriz. La primera, dulce y casta, se ha repetido en decenas de vírgenes cristianas; la segunda, se ha escudado en la mitología griega y romana para mostrar el desnudo. Esa línea divisoria entre ambas se eliminó a finales del siglo XIX, cuando los cambios económicos, sociales y científicos –especialmente en el campo de la psicología– rompieron con los roles habituales de la mujer. La crisis de valores tras la Belle Époque y la libertad sexual también tuvieron mucho que ver en esa primera revolución femenina, que trajo consigo el mito de la femme fatale.
Ese paso de la euforia a la decadencia -que desembocaría en la Primera Guerra Mundial-, se sintió de manera especial en el Imperio Austrohúngaro y sirvió como caldo de cultivo para los artistas que participaron en la Secesión vienesa. Tres de sus principales representantes, Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka, se unen ahora en una exposición bajo un único tema, común y recurrente en todos ellos: la mujer. Cerca de 150 dibujos y lienzos muestran en el Palacio Belvedere la relación que sendos pintores tuvieron con ella; una relación intensa y obsesiva, como demuestra el gran número de obras presentes.
Las mujeres de Klimt, Schiele y Kokoschka ofrece un recorrido cronológico y temático en torno a cuatro asuntos: el retrato, la pareja, la maternidad y el desnudo. De este modo, queda representada en sus diversas vertientes: como ser humano, como amante, como madre y como objeto de deseo sexual. Los tres artistas reflejan, a su modo, cada uno de estos aspectos, mostrando a la vez puntos en común y divergencias. Klimt, por ejemplo, retrató la elegancia, refinamiento y fastuosidad de las aristócratas vienesas del primer tercio del XX –como se aprecia en Hermine Gallia (1903-1904) o Fritza Riedler (1906),–, mientras que Schiele y Kokoschka apostaron más por el estudio psicológico de la mujer nueva y moderna (baste citar Elisabeth Reitler de este último). Damas de sociedad, familiares, bailarinas, prostitutas, maternidades, vírgenes, musas… Todas ellas están presentes en la muestra y dejan constancia de la importancia de la figura femenina como fuente de inspiración.
En ese recorrido por la representación de la mujer de principios del siglo XX no podía faltar un apartado dedicado a las escenas amorosas. También aquí vemos diversidad de estilos en cada pintor. Si Klimt eleva a los amantes a un nivel alegórico en sus composiciones, sus homólogos expresionistas muestran una unión menos idílica entre dos seres opuestos e incompatibles. En una cosa están de acuerdo los tres: en su fascinación por la mujer sensual, de belleza inquietante, atractiva y seductora, que encarnan personajes bíblicos como Salomé o Judith. Influenciados por las teorías misóginas de Otto Weininger y su libro Sexo y carácter (1903), tanto Klimt como Schiele y Kokoschka pintan figuras femeninas lascivas que provocan al espectador, que están seguras de sí mismas y que se muestran incluso desafiantes, como en el caso de los desnudos verticales de Schiele.
También la imagen de la madre con niño, tradicionalmente relacionada con la pintura religiosa, adopta un tinte sensual durante el fin de siècle y décadas posteriores. De ahí que las embarazadas y mujeres con hijos mamando que se pueden ver en la exposición estén desnudas. No es casualidad que Alma Mahler, musa y amante de Kokoschka, sea el rostro más repetido en sus vírgenes, porque el pintor expresionista estaba obsesionado por tener un hijo con ella.
Madres, musas y amantes podrán verse hasta el 28 de febrero. Sol G. Moreno