IGNASI ABALLÍ, UNA INSPIRACIÓN PARA EL ESPECTADOR
La planta tercera del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía acoge hasta el 14 de marzo la exposición Sin principio/sin final, una muestra antológica de Ignasi Aballí (Barcelona, 1958), que recoge un elevado número de obras de los diez últimos años seleccionadas por João Fernandes, comisario y subdirector del museo madrileño.
Ignasi Aballí, artista de gran trayectoria internacional, recibió el Premio Joan Miró 2015, que es uno de los reconocimientos más importantes del mundo en arte contemporáneo. Está dotado con 70.000 euros y patrocinado por la obra Social “la Caixa”, que además le organizará una exposición el año próximo en la sede de la Fundación Joan Miró de Barcelona, que es la institución que impulsa este Premio.
Como sugirió el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, en la presentación de la muestra de Aballí, el que no tenga un carácter formalista le ha permitido al creador barcelonés superar la dualidad entre lo conceptual y el arte tradicional figurativo. Y añadió que en su apariencia de estar al margen hay un elemento de crítica a las propias características de clasificación del arte.
João Fernandes subrayó que el arte conceptual y la experimentación son una constante y mencionó la influencia de tres personajes literarios en el devenir de Aballí: Bartletby, personaje de Melville; Monsieur Teste, de Paul Valéry; y Palomar de Italo Calvino.
Y remarcó que las obras de Aballí fluyen en las salas del Reina Sofía, desde los paisajes posibles en los cristales que dan al patio del edificio Sabatini en los que introduce etiquetas conceptuales de temas medioambientales y de color, hasta las vitrinas con esa serie de listados que son una llamada para que el espectador interactúe y reflexione con esa serie de textos, archivos y documentos. Aballí va introduciendo una intencionada confusión entre los diferentes géneros artísticos: pintura, literatura, fotografía, cine o video para cuestionar la representación de la obra de arte y también su valor económico.
Muchas de sus obras parten de referencias cotidianas para estimular la mirada del espectador con ese juego dual entre presencia y ausencia, lo material y lo inmaterial, lo visible y lo invisible. Hay en esa reflexión una crítica a la inundación de imágenes en nuestra sociedad y el poco significado que en ocasiones extraemos de ellas.
En ese espacio sagrado que es el museo, Ignasi Aballí plantea cómo el tiempo es una variable decisiva para que los visitantes que se acerquen a sus creaciones procedentes de lo más cotidiano reflexionen sobre la belleza del polvo, los libros, los recortes de periódicos o los billetes de euro triturados, que plasman el sentido de lo efímero y lo permanente.
Hay ironía e insinuación en ese modo constante de conjugar pensamiento y clasificación, gracias a su capacidad de reunir datos, colores y formas. La pintura está muy presente en su concepto plástico por su carácter evocador en obras como Diez Blancos (2015), un recorrido muy personal por las diferentes tonalidades de un color puro. El recorrido, aún antes de comenzar por una de las doce salas en las que nos encontramos con sus piezas, es un puro ejercicio de poesía visual que nos hace sentir más vivos como espectadores.
Museo Reina Sofía. Hasta el 14 de marzo de 2016. Julián H. Miranda