Hiperrealismo y belleza onírica de Eduardo Naranjo en el Palacio Gaviria
El edificio novecentista acaba de rehabilitar su patio andaluz y lo ha convertido en una sala de exposiciones para autores contemporáneos. El pintor extremeño es el encargado de inaugurar este espacio cultural con una monográfica sobre su obra reciente.
Es la primera exposición que Naranjo inaugura en diez años en la capital. Tras su paso por China, el autor conocido por sus composiciones hiperrealistas y de realismo onírico regresa a Madrid para mostrar sus últimos trabajos, procedentes íntegramente de su casa y el taller. “Es como si abriese las puertas de mi estudio”, confiesa el propio autor. Y tiene razón. Basta un paseo acompañado por él entre la veintena de cuadros que integran la muestra, para conocer la génesis de cada uno de ellos, su historia y su forma de ejecución.
“Este autorretrato es de 2003. Tengo otro más reciente, Autorretrato desnudo (2017) que tardé un par de meses en hacer. Creo que ningún artista, ni siquiera Rembrandt, se había retratado así”, explica. En la pintura, que posee un dibujo preciso, posa de frente y sin complejos; como un estudio de academia cuyo modelo es él mismo.
Escenas familiares, paisajes y desnudos componen esta exposición, que reúne trabajos creados entre el año 2000 y la actualidad. Alguno de ellos aún sin terminar, como ese abrazo sincero de un padre y su hija en medio del mar, que se funde con un perfil urbano de rascacielos apenas esbozados.
Una de las series que más destacan en esta monográfica es Reflejos, inspirada en un viaje a Fuerteventura. En ella recurre a cristales o espejos para crear escenas fugaces como Mi imagen en una puerta, pintura que comenzó tras regresar de una tarde de tenis, sentarse en el sillón y mirar hacia la puerta. “A mí lo que me mueve a pintar es la luz”, reitera una y otra vez el artista. “Picasso decía que ‘el arte es una mentira que nos acerca a la verdad’, pues yo creo que la pintura es una continuación de la realidad, porque toda obra bien hecha es una realidad personal de su autor”.
Esta verdad subjetiva empieza en la calle, donde concibe sus composiciones, y termina en el taller, lugar donde las ejecuta. Aunque hace posar a sus personajes, también utiliza la fotografía como herramienta de trabajo. “Para recordar las formas”, se justifica.
Entre los desnudos, uno que llama la atención. Una china en la playa se inició durante una clase con estudiantes chinos dentro de un aula de Pekín, pero lo ha terminado en Madrid. Quién sabe si por efecto del calor, ese desnudo de academia se ha convertido al final en una mujer tumbada frente al mar.
Eduardo Naranjo. Obra reciente podrá visitarse hasta el 22 de julio. Sol G. Moreno