HERZOG & DE MEURON MULTIPLICAN LAS SALAS (Y LA FAMA) DE LA TATE
El museo londinense duplica su espacio expositivo y ofrece un nuevo relato de la Historia del Arte del último siglo en el nuevo edificio llamado Switch House, una torre piramidal de ladrillo que ha costado 260 millones de libras.
La Tate Modern cambia de nombre. Ya no será simplemente ‘la Tate’, ese edificio de aspecto industrial que se encuentra tras Millenium Bridge y que muchos londinenses toman como punto final de sus carreras deportivas a orillas del Támesis; a partir de ahora será conocida como la Bankside Power Station, pues debe diferenciarse de la nueva Switch House. Así es como han bautizado al flamante edificio de la ampliación: una imponente torre de diez pisos y 60 metros de altura que se abrirá al público mañana.
El tándem formado por los galardonados con el Premio Pritzker Jacques Herzog y Pierre de Meuron culmina así un proyecto iniciado en 2006 y jalonado de cambios, tanto en el planteamiento inicial como en la fecha de inauguración. Estaba previsto que se finalizase en 2012, coincidiendo con los Juegos Olímpicos, pero no pudo ser. Ayer se presentó a los medios, con gran expectación e interés, también orgullo por parte de los responsables de la institución, que lo consideran “la catedral cultural” de Londres, según aseguró Nicholas Serota.
Quizá sea pretencioso afirmar tal cosa, o tal vez no, si tenemos en cuenta que la Tate Modern se ha convertido en todo un referente del arte contemporáneo. Desde su apertura en el año 2000, ha sabido mantenerse como uno de los museos más visitados y mejor valorados (por público y creadores). Su programación ha apostado siempre por las tendencias actuales, desde la instalación a la performance o el videoarte, además los talleres y actividades educativas han hecho del centro un lugar de estudio y debate. Pero 16 años son demasiados para un museo en constante crecimiento, con necesidad de reinventarse y cuya política de adquisiciones ha multiplicado sus fondos permanentes (aproximadamente el 75 % desde que se inauguró). Por eso era preciso dar un paso más en ese camino hacia el siglo XXI, no solo conceptual sino también físico.
La recién construida Switch House supone ampliar en un 60 % los espacios expositivos y permite albergar salas de fotografía, vídeo y otras disciplinas que, de otra forma, estaban condenadas a ocupar un lugar mínimo en la sede original de la Tate, ahora llamada Bankside Power Station. Esta extensión permite presentar un recorrido más acertado de la Historia del Arte con cerca de 800 obras y 300 artistas de medio centenar de países. Un relato donde las mujeres cobran importancia –casi al mismo nivel que los creadores masculinos– y donde las tendencias occidentales, tradicionalmente dominantes, comparten protagonismo con los trabajos de autores indios, japoneses o chinos.
Según explican los arquitectos, “hacer una ampliación sobre un edificio ya existente siempre resulta difícil, incluso problemático”, por eso ellos han querido anticiparse a las posibles controversias. “Hemos tratado de crear un conglomerado homogéneo para que parezca una sola construcción y no se conciba como la fase uno y la fase dos”, aseveran desde la firma Herzog & de Meuron, responsables también de la remodelación del edificio original, la antigua central de energía de Bankside.
Para este edificio de nueva construcción, concibieron una estructura de cajas de vidrio apiladas en forma de pirámide, pero poco después las fachadas acristaladas fueron sustituidas por una celosía de ladrillo, más acorde con el edificio antiguo. De esta manera, se mantiene el material tradicional de su hermano mayor, sin renunciar a las formas de construcción modernas, que consiguen gracias a la pantalla de ladrillo perforado. Desde la terraza de su décima planta, se pueden contemplar vistas de Londres a 360 grados –especialmente la City financiera–, mientras que en los pisos inferiores se ubican las nuevas Turbinas, donde este fin de semana se podrán ver las performances de Ondák, Tania Bruguera o Tarek Atoui.
El coste total del proyecto, 260 millones de libras, ha sido sufragado por el Gobierno británico –que ha invertido 50 millones–, la Autoridad del Gran Londres –siete millones–, el Ayuntamiento de Southwark –un millón– y diversas instituciones privadas. Un esfuerzo económico conjunto que ahora podrán disfrutar todos los londinenses y que engrandece no solo el espacio, sino también la fama, de la Tate Modern. Sol G. Moreno