Es peor un aguafiestas que un tramposo: Sotheby’s, NFTs y una demanda

Es peor un aguafiestas que un tramposo: Sotheby’s, NFTs y una demanda

Un grupo de coleccionistas acusa a Sotheby’s de hacer una campaña de marketing engañosa en la venta de la serie de NFTs Bored Ape Yatch Club y les incluye en una demanda colectiva por cinco millones de dólares junto con Yuga Labs, los creadores de los retratos de simios generados aleatoriamente con algoritmos.

Después de la montaña rusa que ha sido el mercado de criptomonedas y NFTs; después de escuchar cómo sus defensores pronosticaron un cambio radical en el mundo y de que sus detractores les señalasen con la acusación de la especulación; después de las comparaciones –agotadoras– con el mercado de los tulipanes holandeses del siglo XVII que hacían prever una burbuja –como tantas otras– ahora, en el ‘Cripto-Invierno’ algunos ‘inversores’ se han declarado manipulados por anuncios con famosos y predicciones a corto plazo.

El grupo de coleccionistas puso en marcha una demanda colectiva a finales del año pasado. En ese momento, el principal implicado era Yuga Labs, la marca detrás de la creación de los Bored Ape Yatch Club, el conjunto de ilustraciones comercializadas como NFT más popular de todos.

Aunque quizá la palabra «crear» no sea la más adecuada –están generados aleatoriamente por un algoritmo–, llevamos un par de años poniendo a prueba nuestras nociones preconcebidas sobre este concepto. En cualquier caso, su (no)autoría no es relevante para este caso.

Yuga Labs LLC, 101 Bored Ape Yacht Club (est. 2021). Cortesía de Sotheby's.

El proceso legal ha ganado relevancia últimamente porque los demandantes han incluido a Sotheby’s dentro de los acusados. La casa de subastas vendió en septiembre de 2021 una serie de 101 por 24, 2 millones de dólares, frente a los 12 a 18 millones por los que se había valorado. Supuestamente, durante el periodo de efervescencia de los NFT varios empleados de Sotheby’s aseguraron que los coleccionistas convencionales ya se habían introducido en el entorno «cripto» (la casa ha negado cualquier responsabilidad o mala praxis por su parte).

Estas declaraciones, sumadas a las campañas de promoción a la que pusieron cara Justin Bieber, Paris Hilton o Madonna, son para los demandantes prueba suficiente de que se indujo a error a los inversores, al presentar el mercado de NFTs como algo más mainstream y seguro de lo que ha resultado ser.

El proceso judicial tiene como motivación las cotizaciones más recientes del conjunto de los Bored Ape, que en el último año ha perdido más de un 88% de su valor.

Quizá todo este asunto merece un poco de reflexión. Ya que parece evidente que aunque no se haya traspasado la línea de la legalidad, lo cierto es que el entusiasmo que se vendió con la aparición de los NFT pudo llevar a algunas personas a creer que estaban ante un signo inequívoco de que el futuro ya había llegado. También es cierto que el olor de la especulación era difícil de ocultar.

Me viene a la memoria un cartel que ocupó gran parte de la fachada de las Torres Colón el año pasado. La mitad de ese anuncio –es decir, una cantidad de metros cuadrados equivalentes a un dinero considerable– estaba ocupado por un aviso acerca de los peligros del paraíso inversionista que prometía.

También es cierto que aunque varias celebrities no solo promocionaron los Bored Ape sino que los adquirieron, el principal propietario de la serie de ilustraciones es el banco FTX ya desaparecido (por quiebra).

En definitiva, una complicada situación en la que se establecieron unas reglas de juego determinadas. Unas reglas que quizá algunos actores adaptaron a sus necesidades y que ahora un grupo de inversores indignados están dispuestos a señalar con un dedo acusador. Al pensar en lo que pueda ser de cada una de las partes, es razonable recordar lo que Johan Huizinga escribió en Homo ludens: es más fácil perdonar a un tramposo que a un aguafiestas. Héctor San José.