Ensor, más allá de la máscara en su aniversario
En 2024 Flandes celebra el 75º aniversario de la muerte del artista belga con un amplio programa de actividades. La ciudad natal del pintor es la primera en volcarse con esta efeméride a través de una exposición centrada en sus bodegones, a la que se suma un recorrido turístico y gastronómico por los lugares más emblemáticos de Ostende.
James Ensor es conocido como el hombre de las máscaras, de lo grotesco y lo escatológico. Pintó escenas plagadas de esqueletos, marionetas y seres carnavalescos que causaron estupor entre el público belga y provocaron a los críticos de principios del siglo XX; pero también hizo naturalezas muertas. Así lo demuestra la exposición Rose, Rose, Rose à mes yeux, con la que se da el pistoletazo de salida del Año Ensor (en el ZEE Museum). En 2024 se cumple el 75º aniversario de su muerte y dos ciudades flamencas –Ostende y Amberes– han preparado un programa repleto de exposiciones, propuestas culturales o gastronómicas, festivales y experiencias interactivas. Todo para recordar la figura de un autor revolucionario, libre y provocador.
La muestra que acaba de inaugurarse en el ZEE Museum es la primera de la decena que se han previsto para profundizar en la obra de Ensor. No podía ser en otra ciudad que en la que le vio nacer y morir, donde vivió la mayor parte de su vida, junto al estudio que tuvo en el ático de la casa de sus padres.
Rose, rose, rose reúne 150 naturalezas muertas y bodegones, tanto del artista belga –cerca de medio centenar– como de sus coetáneos, que ilustran el género durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Puede que no se trate de sus obras más conocidas, pero ocupan un lugar importante en la obra pictórica del artista y merecen nuestra atención.
Quizá porque muchas de ellas introducen parte de los temas fundamentales de Ensor, como el carnaval, pierrots inquietantes, calaveras y máscaras, decenas de máscaras. Resulta curioso cómo retoma un tema tan tradicional como la naturaleza muerta y lo lleva a su terreno, para que conchas, pescados, flores y abanicos convivan con esos elementos perturbadores que tanto le caracterizan.
Frente a las inofensivas Rosas llenas de colorido pintadas sobre una mesa, está la contraposición del Pierrot y esqueleto con toga amarilla que se interpone entre el espectador y esa mesa con platos, botellas y jarras a la que acuden invitados muy poco recomendables. Se exhiben igualmente variaciones sobre una misma composición, realizadas en 1880, 1910 y 1925, fundamentales para comprender la evolución del autor.
El recorrido planteado por los comisarios Bart Verschaffel, Sabine Taevernier y Stefan Huygebaert comienza con una pintura de Jean-Baptiste Robie que contiene todos los elementos típicos de un bodegón: flores, frutas, pescados, caza, elementos decorativos, cerámica… Es como si hubiese querido incluir todos ellos a modo de ‘naturaleza muerta tipo’ para que pudiese ser copiado o reinterpretado por las generaciones futuras.
Continúa con varias salas que tratan de contextualizar el género dentro de la pintura belga, gracias a ejemplos de Antoine Wiertz, Frans Mortelmans, Berthe Art o Hubert Bellis, entre otros. Y finalmente acaba con escenas modernas creadas después de Ensor.
Las creaciones del artista se agrupan en una sala central que es el eje de la exposición y su punto álgido. Allí se reúnen sus primeros bodegones, pero también los últimos; de modo que se aprecia cómo el artista viró del realismo a lo grotesco. Más tarde, su mente febril le llevaría hasta lo escatológico, la muerte y los esqueletos.
James Ensor (1860-1949) fue uno de los grandes pintores belgas de finales del siglo XIX. Se calcula que pintó unos 830 lienzos, además de dibujos y grabados. Tras unos inicios realistas, coqueteó con el impresionismo y se dejó seducir por el expresionismo antes de encontrar su propio camino, dominado por la luz y el color. Aunque “él no pinta la luz, la luz viene de la pintura”, especifica uno de los comisarios. Una pincelada suelta y matérica que, con el tiempo, fue haciéndose cada vez más deshecha, aunque sin caer en la abstracción.
La muestra de Ostende con la que se inicia el aniversario se completa con todo un recorrido en torno a su ciudad natal; desde la Iglesia de san Pedro y san Pablo hasta la Torre de san Pedro, más conocida como Peperbusse; el Grote Post, antiguo edificio de Correos reconvertido en faro cultural y, por supuesto, su casa (museo con experiencias interactivas).
La ciudad natal del pintor se vuelca con esta efeméride a través de un recorrido por los lugares más emblemáticos, “para convertir Ostende en capital europea del arte”.
Por delante quedan 12 meses cargadas de exposiciones repartidas entre su ciudad natal, Bruselas y Amberes. Precisamente esta última acogerá una muestra blockbuster en el Museo Real de Amberes, poseedor de la mayor colección de obras del artista. Sol G. Moreno
*Más información sobre Ensor 2024 en el número 61 de ARS Magazine y el artículo «Lo grotesco en la obra de Ensor» escrito por Xavier Tricot.