Encuentro de los cubismos del Reina Sofía y de Telefónica
El pasado junio, la Fundación Telefónica firmó un convenio de depósito en comodato de bienes culturales a favor del Museo Reina Sofía. Consiste en una incorporación de la colección cubista de la Fundación a la del Reina Sofía por un periodo renovable de cinco años. Es un conjunto de 40 obras fechadas entre 1912 y 1933 que son la muestra de la fundación del estilo y de su proyección en décadas posteriores pasando por la crisis bélica.
Gracias a esta colaboración, se puede contemplar en las salas 207, 208 y 210 del edificio Sabatini del Museo Reina Sofía una selección más de 70 obras procedentes de ambos fondos cubistas que ponen de manifiesto la gran pluralidad de propuestas creativas que generó esta corriente artística y que dan pie a una lectura más amplia sobre ella.
Las obras hablan tanto de los años centrales de este movimiento como de décadas posteriores (1912 -1933). Las principales firmas, entre otras, son: Juan Gris, Pablo Picasso, Georges Braque, María Blanchard, André Lhote, Albert Gleizes, Metzinger, Vicente Huidobro y Joaquín Torres- García.
Según el comisario Eugenio Carmona, “la reunión de la Colección Cubista de Telefónica con fondos cubistas del Museo Reina Sofía es una propuesta en favor de la concepción plural de la experiencia cubista. Pero en el momento presente, la reconsideración de la experiencia cubista atendiendo a las formulaciones de Juan Gris es no solo lícita y posible, sino que es, además, deseable, pues contiene en sí misma la complejidad de lo que el cubismo realmente fue”.
El recorrido profundiza especialmente en el nacimiento y desarrollo de este movimiento desde sus estadios fundacionales, cuando Pablo Ruiz Picasso y Georges Braque trabajaron de forma conjunta desde el primitivismo y el posfauvismo cézanniano y cuando desarrollaron el cubismo como “lenguaje”. Por otro lado se recuperan figuras como Albert Gleizes, Jean Metzinger y el primer Auguste Herbin, cuyas aportaciones entre los años 1909 y 1915, significaron el tránsito de la herencia del simbolismo final a un nuevo sistema figurativo basado en el predominio de la forma y en la articulación dinámica de facetas y figuras.
Otros artistas presentes en la exposición dan cuenta de cómo el cubismo supo dar origen a otros istmos que, aun dejando de ser cubismo, mantenían su impronta. Conocidas son las evoluciones planteadas por Fernand Léger y por Robert y Sonia Delaunay, que trazaron un recorrido semejante entre las posibilidades del cubismo y las sugerencias de la «vida moderna».
También están presentes creadores latinoamericanos que hicieron del cubismo un referente imprescindible en sus respectivas trayectorias. Xul Solar lo incorporó pronto entendiéndolo como iniciación a lo moderno y como sustrato de su idiolecto plástico. Diego Rivera extendió el cubismo hacia lo heterogéneo y lo identitario, y Emilio Pettoruti, finalmente, lo situó como fundamento de su propia identidad como artista, prolongando en el tiempo la herencia cubista en la geografía americana. En el brasileño Do Rego Monteiro, postcubista con una economía cromática y sintética, se perciben también las influencias por las raíces primitivas de Brasil.
Después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el primer medio artístico cubista se disolvió. No obstante, poco después, como se refleja en las salas, la mayor parte de los implicados en la experiencia cubista comenzaron un momento de transición en sus obras. Algunos artistas, como Albert Gleizes, propiciaron un regreso a las fuentes del cubismo. Como comentó Luis Solana en la rueda de prensa, se recuerda la célebre frase que se decía entre los que luchaban por el movimiento: «si no seguimos siendo cubistas perderemos la guerra».