El universo onírico de Graciela Iturbide en Casa de México

El universo onírico de Graciela Iturbide en Casa de México

La muestra Cuando habla la luz reúne más de cien fotografías de la artista mexicana, tomadas durante 45 años de carrera. En ellas se aprecia su característico lenguaje, que parece sacado de un sueño, y se abordan en profundidad sus temas recurrentes.

"Árbol con pájaros" ©Graciela Iturbide. PhotoEspaña.

Una de las principales diferencias de pensamiento entre Sigmun Freud y su alumno aventajado, Carl Jung, es que mientras el primero pensaba que los sueños estaban llenos de metáforas que disfrazaban un significado oculto que va más allá de la consciencia del soñador, para Jung estos no esconden ni enmascaran, sino que revelan, actuando como autorretratos; por lo que son una fuente directa de autoconocimiento.

"Ojos para volar". © Graciela Iturbide. Fundación Casa de México España.
© Graciela Iturbide. PhotoEspaña.

Como la fotografía de la artista mexicana Graciela Iturbide es sumamente onírica, resulta tentador preguntarse qué opinarían de ella cada uno de estos dos psicoanalistas, que nunca pudieron conocerla. ¿Qué significados extraerían de su obra? Uno de los símbolos característicos en su trabajo es, por ejemplo, la presencia de pájaros, que aparecen tanto muertos como en forma de grandes aves oscuras que sobrevuelan a baja altura, o en ocasiones en forma de auténticas bandadas.

La propia autora ha revelado que ese elemento tan presente en su corpus tiene relación directa con su mundo onírico. En una ocasión afirmó que, en un sueño, se le apareció un hombre que le dijo: “En mi tierra sembraré pájaros”.

Para Freud, soñar con aves era señal de un deseo sexual o de libertad reprimido (como casi todo en su ideario, por otra parte). Sin embargo, si hacemos caso a Jung y contemplamos el autorretrato de la artista con dos pájaros muertos tapándole sus ojos, lo que se nos viene a la mente es dolor, deseo de no ver, incapacidad de mirar.

Si vemos que estos animales vuelan bajo en sus obras, como carroñeros en busca de comida, pensamos en malos augurios. Todo ello tiene mucho que ver, de hecho, con los intereses de Iturbide, que se mueve siempre en la frontera entre lo vivo y lo muerto, lo interior y exterior, lo real y lo imaginado. Lejos de entender la disciplina como un medio para documentar la realidad, la autora afirma que es imposible ser fotógrafo si no tienes imaginación o si no sueñas, en el sentido más literal de la palabra.

Todo ello se aprecia en la muestra Cuando habla la luz, que puede visitarse  en la Fundación Casa de México España hasta el próximo 14 de septiembre. Esta exposición, que forma parte del festival PhotoESPAÑA, reúne 115 obras de la autora tomadas entre 1972 y 2017, en las que lo cotidiano se transforma en algo inquietantemente bello.

Entre ellas se encuentran algunas de sus imágenes más conocidas, como aquel autorretrato en el que emergen serpientes de su boca o las imágenes de la serie El Baño de Frida, que documentan la reapertura de un baño de La Casa Azul donde se guardaban tanto objetos personales como documentos de Frida Kahlo.

Por supuesto, tampoco pueden faltar sus retratos de las comunidades originarias de México, su país natal, que tanto ha recorrido e inmortalizado, y del que quizá ha heredado ese lenguaje surrealista que numerosos artistas mexicanos –la misma Kahlo, sin ir más lejos– emplearon antes que ella.

Entre estas instantáneas se encuentran desde los retratos al pueblo indígena de los seris del Desierto de Sonora hasta los de los muxes zapotecas.

"Magnolia". © Graciela Iturbide. PhotoEspaña.

Estos últimos son hombres que asumen roles femeninos y constituyen una identidad de género alejada de las concepciones occidentales. Estos trabajos evidencian cómo a Graciela Iturbide le interesa lo que se sale de la norma, lo que transita en la frontera y no puede encasillarse con facilidad.

La muestra es, en definitiva, un amplio recorrido por su trayectoria que nos abre una ventana a ese universo onírico forjado en blanco y negro. Cada uno puede interpretar lo que sucede de una forma o de otra, buscando las metáforas oscuras o dejándose conmover por la extraña belleza. Pero lo que está claro es que esas mujeres con iguanas en el pelo, serpientes en la boca y pájaros muertos a la altura de los ojos en ningún caso dejan indiferentes. Sofía Guardiola