El talento nato y el éxito automático de Baquedano

El talento nato y el éxito automático de Baquedano

  • El Museo Bellas Artes de Bilbao organiza la primera revisión de la obra completa de Isabel Baquedano que abrirá al público mañana 30 de octubre de 2019.

Por primera vez se reúne y revisa la totalidad de la obra de la artista navarra Isabel Baquedano (Mendavia, Navarra, 1929–Madrid, 2018), una de las figuras más personales de la segunda mitad del XX. La pintora se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y dedicó toda su carrera, hasta la jubilación, a impartir clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, por lo que se considera desde los años 60 como impulsora de la Escuela de Pamplona. Su talento en la docencia se igualaba al de su creatividad como pintora, en palabras de su colega Juan José Aquerreta: “El destino de Isabel fue la pintura”. Esta fuerte vocación le hizo ganarse el respeto en los círculos culturales restringidos, y el reconocimiento de sus obras fue muy temprano por parte de la crítica especializada. Rápidamente tuvo varias exposiciones en el País Vasco y en Madrid.

Uno de los aspectos más sorprendentes de esta artista en cuanto a su trayectoria, es que tal éxito fue casi inintencionado. Ella nunca buscó la notoriedad sino únicamente el ejercicio puro de la pintura sin buscar otra cosa que la belleza y la propia realización. Es más, llegó un momento en el que dejó de firmar y fechar sus obras a propósito. Ella no colaboró en la promoción de su nombre en el panorama artístico contemporáneo, y por ello no es tan conocida entre el público popular. El objetivo del Museo de Bellas Artes de Bilbao es precisamente devolverle el reconocimiento que merece y hacer sonar su nombre un poco más. De la belleza y lo sagrado reúne más de 150 pinturas y medio centenar de dibujos –en manos, principalmente, de la familia y de coleccionistas particulares–, seleccionados por el escultor Ángel Bados, amigo de Isabel y buen conocedor de su trabajo, y por Miriam Alzuri, técnico del museo. Entre las obras seleccionadas se encuentran Mesa (1979), una pieza icónica por cuyo “silencio” a menudo se la ha comparado con los depurados bodegones de Zurbarán y Morandi.

Agrupados por series, las pinturas y los dibujos ofrecen al espectador un amplio recorrido por la larga trayectoria profesional y vital de la artista, al tiempo que ponen en evidencia las cuestiones que le interesaron y exploró a través de su arte. Como se explica en el ensayo introductorio del catálogo a cargo de Adelina Moya Valgañón: “Toda su trayectoria fue un continuo cambio, una búsqueda, en función de sus motivaciones y de su elaboración mental sobre el concepto de pintura, en la que el sentimiento siempre era el punto de partida”.

Mesa, 1979. Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Pareja, 1978. Colección particular.
Sin título, 2000. Herederas de Isabel Baquedano

La exposición comienza con los dibujos más tempranos de la artista que demostraron su talento nato. Su naturalismo y realismo con un trazado limpio es lo que más destaca de esta sección. En la misma línea de lo natural empieza con el género del bodegón, tema que dominaba y utilizaba para “descansar”. Hacía estas naturalezas muertas “sin pensar” pero encerraban una gran calidad. Ejemplo de esto es la antes mencionada Mesa de la colección permanente del museo bilbaíno. De este género pasará a los retratos domésticos, en un momento de plenitud vital que le permite salir un poco de la estricta realidad y adentrarse un poco en el mundo subjetivo e íntimo para sus autorretratos y para las representaciones de sus familiares y amigos cercanos. También hizo escenas domésticas y obras de homenaje al oficio de la pintura. Jugaba con un cierto distanciamiento representando a las figuras de espaldas.

Poco a poco se empieza a adentrar en una pintura con una mirada muy personal, donde lo figurativo o lo escenográfico se empieza a desdibujar. Tras un importante periodo de inspiración en el clasicismo italiano, en la década de los 90 afronta nuevas inquietudes relacionadas con la geometría y la planitud de los colores. Esta etapa es bastante icónica y se caracteriza por los contornos muy marcados y los colores puros y vivos, además de un dibujo más impredecible e independiente del color. También empieza a recurrir al pequeño formato y a la repetición de temas, por ejemplo el del circo fue muy preferido. A partir del 94 tuvo una predilección por los temas religiosos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. No fue una obsesión temática repentina o un cambio para variar, sino que Baquedano era firme creyente de la religión cristiana. La recuperación del armazón imaginario y simbólico de la historia sagrada −la “historia más verdadera”, según ella misma− pudo brindarle bienestar y cobijo espiritual frente a los límites del vivir a la vez que alimentaba y guiaba su trabajo diario como pintora. De modo extraordinario, la pintura última de Isabel Baquedano hunde sus raíces en acontecimientos vitales importantes que la artista se atreve a plasmar en el cuadro guiada sobre todo por su espiritualidad. Quizás por eso su trabajo final, desde un punto de vista pictórico, ofrece un grado de intensidad extrema. En estas obras la artista lo confía todo al color para activar la escena sagrada como si se tratara de un acto ocurrido en nuestro presente. La pincelada, más impetuosa e imprevisible que nunca, ha sido aplicada con la certeza de lo aprendido al cabo de una vida felizmente larga, generosamente entregada cada día al arte de la pintura.

Hasta el 26 de enero de 2020. Después se expondrá en el Museo de Navarra y en el Museo Universidad de Navarra.

Anunciación, 1995. Colección particular.
Autorretrato con vestido blanco (Introspección), c. 1980. Colección particular.