EL PODER EMBRIAGADOR DEL ACERO
Una veintena de piezas del escultor británico Anthony Caro, realizadas entre finales de 1970 y 2013, inundan de materiales industriales las dependencias de la bodega riojana Cvne.
La cara abstracta de un rey sorprende al visitante que llega a la bodega de Haro. Es Erl King (2009), una de las obras más célebres de Anthony Caro, el artista invitado por la Compañía Vinícola del Norte de España (Cvne) para maridar sus vinos. Durante los próximos meses, los ensamblajes y collages tridimensionales del escultor se medirán con las barricas de roble y las botellas de Corona e Imperial en Caro at Cvne. No es la primera vez que los vinos riojanos comparten protagonismo con un creador; Eduardo Chillida (2014) y Cristina Iglesias (2015) ya iniciaron ese camino, que pretende aunar la esencia de los sabores-olores con la de las formas visuales. Aunque ellos nunca salieron de la sala acondicionada expresamente para albergar exposiciones.
Por tercer año consecutivo, la bodega vuelve a reeditar su apuesta por el arte contemporáneo con esta muestra, que por vez primera invade la calle. Parte de las obras han abandonado la nave 2 para ocupar los alrededores de la Aldea del Vino y la Casa Jardín. Son piezas de grandes dimensiones en las que Caro juega con el espacio y los volúmenes, casi con rigor arquitectónico, y donde materiales como el acero o el hierro se convierten en maleables hojas de papel bajo sus manos expertas. Obras como San Jorge y el dragón (1973-1987) o El sendero de Tim (1973) se adaptan perfectamente a la escala y la estética del entorno, incluso a la maquinaria antigua que se exhibe junto a ellas.
En el patio central, la imponente Tímpano (1987-1990) se alza desde una peana improvisada –para evitar que se hunda en la hierba– con sus placas oxidadas de acero industrial, componiendo un bodegón escultórico de formas semicirculares que recuerda a las guitarras cubistas de Picasso. “Es el pintor que más ha influido en mi padre”, confiesa Paul Caro. Su relación con España aparece también representada en una tríada de obras en torno a la ciudad de Barcelona –hechas con verjas– que creó en el taller que compartió con Tàpies a finales de los 80.
Ya en el interior, una docena de piezas de mediano formato invitan a la reflexión. Pertenecen a la serie Guerra troyana (1992) que Caro desarrolló sobre personajes de la Ilíada, aunque con la mente puesta en el Guernica. Bajo una luz tamizada, composiciones como La muerte de Héctor (1993-1994), reducido a un escudo, una lanza y unos restos de armadura, impactan por su expresionismo y su fuerza psicológica.
En total se han reunido 23 esculturas procedentes de la colección particular del artista –que ha cedido temporalmente su hijo– y de la galería Annely Juda. Repasan la trayectoria completa del autor británico, que comenzó su aprendizaje en la década de los 50 –como asistente de Henri Moore–, descubrió las capacidades artísticas del acero tras estudiar ingeniería y aprendió a construir esculturas abstractas a partir de materiales reciclados, como planchas de metal, vigas o tubos de aluminio. Revolucionó esta disciplina al eliminar la peana, situando la obra al mismo nivel que el espectador.
Caro at Cvne ofrece un recorrido perfecto entre vinos, paisaje y esculturas que podrá verse hasta el 16 de octubre. Sol G. Moreno
* De forma simultánea, este genio del acero expone sus ensamblajes en Madrid, en la Galería Alvaro Alcázar.