El ‘plátano’ de Cattelan: 6,2 millones de aburrimiento

El ‘plátano’ de Cattelan: 6,2 millones de aburrimiento

La icónica pieza del artista conceptual se ha vendido en Sotheby’s por 6,2 millones de dólares al crypto inversor Justin Sun. 

Tal y como era de esperar, Comediante, de Maurizio Cattelan se adjudicó ayer de madrugada en Sotheby’s Nueva York. The Now tenía como cabeza de cartel la pieza que el autor conceptual vendió por 120.000 euros en Art Basel Miami en 2019. 

Tan solo cinco años después su valor se ha multiplicado por 50, demostrando que la obra de arte más rentable suele ser la más viral. Y de manera muy apropiada, su nuevo propietario, Justin Sun, un millonario crypto, ha asegurado que va a comerse el plátano «haciendo honor a su importancia histórica y en la cultura popular», como ha recogido The Art Newspaper.  

Ante el éxito de Comediante, imagino que muchos lectores de este medio estarán tentados de expresar su indignación. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo puede ser un chiste fácil una de las obras más famosas del siglo?  

Quizá este sea el siglo de los chistes fáciles o quizá Cattelan consiga pasar a la posteridad como el nuevo Duchamp. ¿Qué fue Fuente sino un chiste en la cara de una sociedad todavía anclada en los convencionalismos del arte del antiguo régimen? 

Maurizio Cattelan. Comediante. 2019. Vendido en Sotheby's por 6,2 millones de dólares.

¿Pero, se ríe Cattelan? Al igual que hace años, cuando se revendió con gran éxito Love is in the bin de Banksy, nos imaginábamos al grafitero con una mueca de suficiencia, con un “tomad esa” reflejado en sus ojos –aunque dirigido desde el establishment, como ya argumenté–, diría que en 2019 Maurizio materializó un bostezo exagerado. 

Un bostezo que decía “todo lo que hay en esta feria ya se ha visto un millón de veces ¿qué sentido tiene seguir haciéndolo y mirándolo?”. Esa suele ser la excusa para algunos creadores contemporáneos, que su trabajo tiene valor por el simple hecho de ser novedoso.  

Es cierto que hacer algo nuevo no es “simple”. Pero también lo es que nuevo no equivale a bueno. Esos artistas estarían de acuerdo con esto último, pero añadirán que es a través de esa experimentación con la que se evoluciona. Ante esto, otra pregunta, ¿es nuevo lo que hace Cattelan? 

Hay un matiz en la respuesta que es indisociable de una opinión subjetiva, pero sí se pueden aportar un par de datos. El primero ya lo hemos mencionado, el paralelismo con Duchamp, pero esto puede ser interpretado desde una simple referencia –u homenaje– a un despropósito (dependiendo de nuestra opinión del padre del Ready made). 

El segundo es la demanda por infracción del copyright que presentó el artista Joe Morford después de la venta de Comediante. El creador argumentó que en 2001 había producido una obra que consistía en un plátano adherido con cinta americana a un panel colgado de la pared. La defensa de Cattelan respondió negando que este conociese la obra de Morford (a pesar del asombroso parecido). 

Joe Morford. Plátano y naranja. Hacia 2000.

Quizá Comediante sea un ejemplo de evolución paralela (el mecanismo por el que se explica que dos especies animales, aisladas en distintos continentes y no emparentadas, hayan desarrollado fisiologías parecidas para enfrentarse a condiciones ambientales comparables).  

Quizá un plátano pegado con cinta americana sea una de esas ideas que tenían que aparecer tarde o temprano. Quizá era inevitable (espero que se perciba el sarcasmo). 

Aún así, los que se propongan cuestionar o criticar esta obra deben ser conscientes de que no están entregados a ninguna labor loable. No se están desmarcando de nada, ni han escandalizado a nadie, ni siquiera están incomodando lo más mínimo al artista, el nuevo propietario o la casa de subastas. 

En cambio, están siendo el último engranaje en una bien engrasada máquina de la indignación. Con nuestra atención saturada, algunos se han dado cuenta de lo útil que es enfadar al prójimo.  

Igual que es más fácil sonsacar la verdad a alguien dando un dato erróneo que el otro pueda corregir, más que preguntar directamente, quien quiera el mayor número de ojos fijados en sí mismo, no deberá más que transgredir alguna norma arbitraria. 

La crítica más apta sería una perfecta indiferencia, pero no solo propia, eso no vale de nada. Debería ser colectivo, un aburrimiento existencial generalizado. Un estentóreo bostezo. Héctor San José.