La pelea por el ‘San Sebastián’ de El Greco de Miguel I de Rumanía: de un palacio de verano hasta el Orient Express
La obra maestra del pintor cretense tendría que haberse subastado en Nueva York la semana pasada, pero las acciones del gobierno rumano lo impidieron. Antes de que pueda reanudarse la venta, se deberá dilucidar si su salida del país fue legítima o no. Esta es la historia de la colección de la monarquía de Rumanía y el destino de sus reyes.
Hace tan solo una semana, se iba a subastar en Christie’s Nueva York una obra maestra del arte español del Siglo de Oro, un San Sebastián de El Greco valorado entre siete y nueve millones de dólares. Pero las acciones del gobierno Rumano lo impidieron.
Lo excepcional de la pieza se debía no solo a que se tratase de una de las únicas tres representaciones del santo conservadas del artista cretense, sino a su procedencia, la colección del primer rey de Rumanía, Carlos I.
Tal y como ya contamos, este monarca fue un ávido coleccionista en la segunda mitad del siglo XIX, llegando a adquirir hasta nueve obras de El Greco (algunas de ellas, subastadas en la venta de la Galería Española de Luis Felipe). El conjunto se cedió a la institución de la Corona Rumana, que sería la custodia de las obras hasta la caída definitiva de la monarquía en 1947.
Tras la muerte de Carlos en 1914, ascendió al trono su sobrino, Fernando I. Los años siguientes fueron convulsos para Rumanía, con el estallido de la I Guerra Mundial –en la que el rey debió debatirse entre permanecer fiel a Alemania, lugar donde había nacido y al que también le unía su pertenencia a la casa Hohenzollern, o al país sobre el que reinaba, que se inclinaba por el bando contrario–, la anexión de Transilvania y los problemas con su sucesión.
El heredero natural de Fernando era su hijo, el futuro Carlos II, pero su deserción del ejército rumano para casarse con una mujer ajena a la nobleza, Zizi Lambrino –con la que tuvo su primer hijo– complicaron las cosas antes del fallecimiento de Fernando I.
A pesar de la anulación de ese matrimonio y de las segundas nupcias de Carlos con Elena de Grecia, su prolongada relación extramarital con Magda Lupescu terminó provocando otro escándalo por el que abandonó del país.
En 1925, Fernando I nombró al hijo de Carlos y Elena –el futuro Miguel I– el heredero al trono. No obstante, en 1930, tan solo dos años después de la coronación de Miguel, un golpe de estado propició que Carlos II suplantase a su hijo e iniciase su reinado, que duró hasta 1940 (habiendo establecido una dictadura desde 1938). Su abdicación volvió a colocar a Miguel I en el trono.
Hasta ahora, la colección real –y el San Sebastián de El Greco– había ido pasando de monarca en monarca gracias a la titularidad de la Corona Rumana y permanecía custodiada en el Castillo de Peleș, su residencia de verano.
Miguel I fue el último rey de Rumanía y su historia merece la pena ser contada. En 1944, en plena II Guerra Mundial y con tan solo 22 años, se opuso a Ion Antonescu, que gobernaba el país bajo una dictadura de corte fascista –y muy próxima a los poderes del Eje– deteniéndole en la cámara acorazada donde su padre guardaba la colección real de sellos.
Fue un punto de inflexión para Rumanía, que pasó a estar del lado de los Aliados y luchar contra los nazis. Tal y como ha publicado The New York Times, según algunos historiadores, la decisión de Miguel habría acortado la guerra y salvado la vida a miles de personas.
Al terminar el conflicto, Rumanía quedó dentro de la esfera de influencia rusa y se formó un gobierno pro-soviético al que Miguel trataría de oponerse al negarse a firmar decretos durante todo 1945. No obstante, las presiones antimonárquicas desembocaron en su abdicación en 1947.
Esta es una fecha clave para la colección real rumana y para el San Sebastián de El Greco. La provenance aportada por Christie’s apunta a que el cuadro salió del país ese año «con el beneplácito del gobierno de Rumanía».
La versión del actual ejecutivo y los abogados que les representan en su intento por repatriar la pintura es otra. Según la parte demandante, el San Sebastián habría salido del Castillo de Peleș antes de la abdicación, concretamente en el viaje a Londres de Miguel I para asistir a la boda de su prima, Isabel II de Reino Unido.
De nuevo según la versión del gobierno rumano, Miguel habría llevado consigo en su viaje en el Orient Express hasta 40 pinturas procedentes de la colección de la Corona.
Lo que sí sabemos con seguridad es que en 1976 el último rey de Rumanía vendió a Wildenstein el greco y, a su vez, los galeristas hicieron lo propio a través de Giraud Pissarro Segalot en 2010, cuando llegó a manos de sus actuales propietarios.
Durante esas décadas, las autoridades del país de Europa del Este habían iniciado varios procesos para recuperar las obras que habían salido de sus fronteras en 1947. De hecho, en 1985 se querellaron contra Wildenstein en el caso de dos obras de El Greco con la misma procedencia y en 1993 contra el propio Miguel en una reclamación por varias obras de El Greco, Rembrandt, Caravaggio y Brueghel, entre otros, tal y como ha publicado The New York Times.
Pero a partir de ese momento también ha habido momentos de reconciliación. En 1997 se restauró la ciudadanía del rey exiliado y en 2008 se le devolvió la propiedad del Castillo de Peleș tras la reclamación de la familia (entre otras como los castillos de Pelișor y Foișor y las villas Stavaliari y Ceramica).
La residencia de verano se había nacionalizado en 1949 y abierto como museo en 1953, una actividad que conserva después de su devolución a los herederos de Miguel I, que ahora la alquilan indefinidamente al Estado rumano por la cifra simbólica de 6.000 euros (tal y como recoge el diario Transilvania Now).
Después de la paralización de la venta en Christie’s a principios de este mes, el futuro del San Sebastián de El Greco ha quedado en suspenso. En un momento en el que las reclamaciones y devoluciones de obras de arte están a la orden del día, todo es posible en un caso como este. Habrá que prestar mucha atención a un proceso que podría convertirse en precedente.