La Adoración de los Reyes con antorchas de Lucas Vorsterman (1620) BNE
EL GRABADO FLAMENCO DE LA EDAD DE ORO
Una exposición formada por 180 obras, dedicada de modo especial a Rubens y Van Dyck, ahonda en los fondos de la Biblioteca Nacional
No se prodigan mucho las colecciones sobre grabados por eso, tal vez, pronosticamos un buen éxito –la verdad es que lo merece- para la que presenta la Biblioteca Nacional bajo el título de Rubens, Van Dyck y la Edad de Oro del grabado flamenco. Son 180 obras, de ambos artistas, seleccionadas junto a las de varios otros, todos ellos pertenecientes al Siglo de Oro del grabado en Flandes. Se exhiben por vez primera vez, lo hacen en urnas o colgados en las paredes pintadas en tonos suaves y una suave luz media para no dañarlas.
Entre tanta obra sobre papel, ‘desentonan’ –si fuera adecuado emplear aquí esta palabra– cuatro óleos cedidos por el Museo del Prado: La Piedad y Retrato de María Ruthven, ambos de Van Dyck, La Sagrada Familia con santa Ana de Rubens y La Cocina de David Teniers. Los cuatro se han colocado estratégicamente: La Sagrada familia con santa Ana (1630) entre un buril de Schelter Adams Bolswert, en el que las figuras aparecen en sentido invertido al cuadro, como en la mayoría de las estampas, y otro buril, este anónimo del siglo XVII–XVIII, una copia invertida del grabado de Bolswert. La Virgen es un retrato de su segunda mujer, Helena Fourment, de 16 años. El Retrato de María Ruthven, de Van Dyck , también muestra a su mujer, grabado por Bolswert en 1645. Todo hace pensar que estaba embarazada, ya que en este estado las mujeres sentían especial veneración por santa Margarita, cuyo atributo –las perlas– se asociaban a la pureza y virtud. La Piedad (1629) se sitúa junto al buril de Paulus Pontius (1630), una composición copiada por muchos artistas con algunas variantes. La cocina, de David Teniers (1643), descansa al lado de su versión grabada: un aguafuerte y punta seca en el que figura un bodegón, en primer plano, y al fondo una escena habitual en aquel lugar.
De Rubens solo se conocen dos grabados, pero supervisó el trabajo de los mejores grabadores de entonces a la hora de reproducir sus obras. Los dos se pueden ver en la exposición: Santa Catalina (1621) y Anciana y muchacho con velas (1620-1623). Su discípulo Van Dyck fue un extraordinario retratista. Hubo amistad entre ellos, aunque no faltó cierta competencia. A los dos, en realidad, está dedicada la exposición.
En las dos primeras partes en que se ha dividido están sus dos retratos. El de Rubens es un buril, lleva la firma de Van Dyck como pintor y la de Paulus Pontius, como grabador. Debía tener unos 50 años y ofrece una expresión amable y pensativa. El de Van Dyck es un autorretrato inspirado en la portada de su Iconografía, una obra importante tanto para conocer los rostros de los personajes de la época como para crear modelos de posturas y actitudes. Lo grabó Lucas Vorsterman.
También se exhibe una galería de espléndidos retratos: el conocido del conde-duque de Olivares, con el nombre de Velázquez en una esquina y en la otra los de Rubens y Paulus Pontius; el de Felipe IV, rey de España, igualmente de ambos o el de Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II; el aguafuerte del retrato de Peter Brueghel el joven hecho por Van Dyck o los aguafuertes de Paulus Pontius y Lucas Vorsterman, también suyos.
La tercera sección, “Los nuevos géneros artísticos: Paisajes y escenas de costumbre” está representada por artistas como Paul Brill –Paisaje montañoso con ermitaño–, Nicolás de Bruyn –Fiesta en los jardines de un castillo– o Lucas van Uden –Paisaje– entre otros. Para las escenas de género, no hay duda: Teniers, Jordaens o Brouwer. La cuarta sección, “Rubens y las artes del libro”, se destina a los libros y portadas ilustradas por él; y la quinta, “Rubens, Van Dyck y el grabado europeo de su época”, da a conocer el momento artístico en el que se desarrollaba el grabado flamenco y la influencia que ejerció.
Abierta hasta el 31 de enero. María Pura Ramos
