EL FLUJO DE LA VIDA EN LA MIRADA DE BILL VIOLA
La pasada semana se abrió en la National Portrait Gallery de Washington la exposición Bill Viola: El Retrato en Movimiento, comisariada por Asma Naeem, curadora de grabados, dibujos y arte multimedia de la NPG, con la ayuda de Kira Perov, socia creativa del videoartista americano y de Bill Viola Studio. Es la primera muestra multimedia organizada por esta institución, que gira en torno al género del retrato de un creador pionero e innovador como Bill Viola (Nueva York, 1951), que ha sabido forjar, combinando tecnología e intención, obras poéticas que exploran la experiencia humana y la dimensión espiritual del fluir de la vida. En este caso la mirada de Viola se ciñe en torno al lenguaje del rostro y del cuerpo, lo que propicia una autorreflexión sobre el lugar de los seres humanos en el mundo. La exposición incluye 11 piezas de video, realizadas desde finales de los años 70 hasta 2013, y permanecerá abierta hasta el 7 de mayo de 2017. Cuenta con la colaboración de John y Louise Bryson, Tommie L. Pegues y Donald A. Capoccia, la Fundación Sakana y Joseph Ujobai y Eduardo Ardiles.
En las composiciones de Viola se observa un magistral dominio de la tecnología y un espíritu refinado que conoce los hitos fundamentales de la historia del arte, desde una mirada renacentista, capaz de preguntarse y de preguntarnos sobre los grandes temas de la experiencia humana y conecta estas cuestiones con la contemporaneidad. Y lo hace sabiendo que ya estamos en la era digital y se apoya en las ventajas que este período nos brinda para expresar emociones, combinando la cámara lenta pero también una mirada profunda sobre el alma humana o sobre sí mismo en alguno de los autorretratos que se incluyen en la muestra como en Soñadores, una video instalación de hace tres años.
La exposición se inicia con una pieza denominada The Reflecting Pool, de finales de los años 70, que ya es un autorretrato del propio Viola. Un hombre emerge de la vegetación y se coloca de pie frente a un estanque. Viola salta y el tiempo se detiene en una reflexión sobre el paso del tiempo y las huellas que deja. Continúa con Incrementacion, una instalación de video y sonido de mediados de los años 90, donde vemos en un monitor de televisión la imagen proyectada de un retrato de hombre en blanco y negro, y en la pared un contador LED, conectado al televisor, calcula las respiraciones audibles de ese ser humano en el monitor.
Otra obra muy impactante de Viola es Catherine’s Room, un políptico de 2001, que es una vista íntima de la habitación de una mujer solitaria que realiza tareas cotidianas a lo largo del día, desde ejercicios de yoga, cose ropa mientras entra el sol por una ventana, escribe en el crepúsculo o reflexiona al anochecer. La ventana ofrece los cambios del mundo exterior, que refleja los ciclos de la naturaleza. De ese mismo año es Cuatro manos, un delicado polítptico en blanco y negro, que nos muestra la gestualidad de cuatro pares de manos para reflejar símbolos de varias generaciones que inspiran las etapas de la vida humana.
El tema del agua es una constante en la trayectoria artística de Bill Viola y nuevamente en The Raft, video de alta definición de 2004, el neoyorquino fija su mirada en casi una veintena de hombres y mujeres que se ven atacados por una manguera de agua a presión y cómo se van produciendo resistencia al diluvio, caidas , en una lucha por la supervivencia. Y cómo al parar el agua a presión el grupo se recupera lentamente, provocando reacciones emotivas: terror, llanto y solidaridad.
Dos bloques de granito negro, apoyados sobre la pared, sirven de pantalla para proyectar el díptico en video de alta definición Man Searching for Inmortality/ Woman Searching for Eternity, de 2013, en los que un hombre y una mujer solos encienden una linterna para ir examinando meticulosamente su cuerpo, buscando signos de una enfermedad o del paso del tiempo. Poco a poco, después de apagar sus linternas, irán esfumándose hacia la piedra negra de donde venían.
Y por último, Los soñadores, una instalación de video/sonido con siete pantallas donde aparecen siete personas de diferentes generaciones sumergidas en una especie de río, casi sin corriente. Sus rostros transmiten paz y solo pequeñas ondas animan con sutileza la expresión de sus caras. El leve sonido del agua anima a la ensoñación del espectador. Una exposición, como muchas de las de Viola, que trasciende el asombro del espectador para hacernos reflexionar sobre los límites de la consciencia humana. Julián H.Miranda.