El Fitzwilliam rememora las Olimpiadas de París de hace 100 años
La celebración de los Juegos ha dado origen a varias exposiciones relacionadas con el deporte, una de ellas en el museo inglés, que hasta el 3 de noviembre convierte a los atletas olímpicos en figuras atemporales. Al mismo tiempo, analiza la creciente fascinación de los artistas por lo que entendemos como “cuerpo atlético”, desde la icónica escultura del Discóbolo hasta Los corredores de Robert Delaunay.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 han llegado a su fin, pero aún se puede seguir disfrutando de ellos en una exposición del Museo Fitzwilliam de Cambridge.
París 1924: Deporte, arte y cuerpo viaja 100 años atrás en el tiempo para contar a través de la pintura, la moda, el cine, la fotografía y la escultura, por qué los Juegos parisinos de 1924 fueron un punto de inflexión no solo para la historia del atletismo, sino también para la raza y la clase, la política, el dinero y las celebridades.
“París marca el momento en el que los deportistas individuales de distintos deportes y naciones podían, a través de un único acontecimiento deportivo, tener un impacto en todo el mundo”, cuentan los comisarios de la exposición Caroline Vout y Christopher Young. De hecho, fue la primera vez que el evento se transmitió en vivió por radio con comentarios en Francia, mientras que el resto de estaciones de radio de otros países emitían los resúmenes.
Este impacto también se dio en el arte, donde se desarrolló una cultura visual que analizaba los cuerpos musculosos y los gráciles movimientos de los atletas. Lo podemos ver en la figura de alambre de la campeona de tenis estadounidense Helen Wills, realizada por el escultor Alexander Calder en 1927. La silueta se balancea ágilmente sobre un pie para devolver una pelota.
Otra artista a la que le fascinó capturar el movimiento de los atletas en su obra es Renée Sintenis. La artista alemana logra detener en su bronce al ‘finlandés volador’, apodo con el que se conocía al atleta Paavo Nurmi, que ha pasado a la historia como aquel que estableció dos récords mundiales de carrera en una sola hora.
El recorrido por la muestra del Fitzwilliam Museum de Cambridge abarca igualmente el trabajo de los fotógrafos, quienes también detuvieron el tiempo. Artistas del flash que convirtieron a los deportistas en estatuas momentáneamente inmóviles.
Es el caso de una imagen de Lucy Morton compitiendo en los 200 metros braza femeninos. La nadadora aparece en el justo instante en el que levanta la cabeza para tomar aire mientras una multitud de hombres observan cómo está a punto de ganar la medalla de oro. Tomada por un fotógrafo anónimo, resulta sorprendente haber capturado un plano tan dramático y certero un año antes de que la Leica revolucionara el mundo de las cámaras y la forma de tomar fotografías.
Cabe destacar el trabajo de los comisarios a la hora de montar la exposición, que plantea sinergias entre las distintas disciplinas. En una de las salas, por ejemplo, han construido un curioso juego de perspectiva con una escultura del atleta Eric Liddell colocada frente al famoso fotograma de los corredores por la playa en Carros de fuego (la cinta de Hugh Hudson de 1981). La escultura –atrapada en una carrera estática en el interior de su vitrina– parece ser una más entre los atletas de la película.
París 1924: Deporte, arte y cuerpo –que se exhibe en el Museo Fitzwilliam hasta el 3 de noviembre– es como introducirse en una cápsula del tiempo. Lo que se ve en sus salas ocurrió en la antigua Grecia, en el París modernista y continúa hasta nuestros días. Un recorrido que demuestra la fascinación de los artistas por unos atletas que, además de conseguir medallas, sabían cómo ganarse los corazones de la gente. Nerea Méndez Pérez