El Estado se queda con los Privilegios rodados en Isbilya

El Estado se queda con los Privilegios rodados en Isbilya

Los documentos medievales, lo más destacado en una subasta, donde los principales lotes no obtuvieron la suerte que se esperaba

 

Como ya se preveía, el Estado ejerció el derecho de tanteo sobre parte de los pergaminos que salían a la venta. En concreto con los tres más importantes, 226, 227 y 228. Los dos primeros se tratan de unos de los documentos más solemnes emitidos durante la Edad Media por las cancillerías reales, los Privilegios rodados. El nombre de estos viene dado por la rueda o signum regis, este elemento legitimador tiene su origen en la rota utilizada por la curia pontificia, con un valor doblemente simbólico: por un lado, el círculo representa la perfección, y por otro, la figura el orbe terrestre se asocia con el poder.

 

De los tres manuscritos, el que alcanzó una cifra más elevada fue el 226, Privilegio que Alfonso X otorga a la ciudad de Orihuela el 15 de junio de 1292 de la era hispánica, ascendiendo desde los 9.000 hasta los 10.000 euros. El motivo por el cual alcanzó este precio es la rareza de conservar el sello real de plomo pendiente de hilos de seda o algodón, algo muy inhabitual. El segundo de ellos, el 227, subió hasta los 7.500 euros desde los 6.000 en que se tasó, exención otorgada por Sancho IV “el Bravo” a la aldea de Yegros (hoy despoblada), el 20 de abril de 1292. En España, posiblemente la institución que contiene un mayor número de este tipo de documentos es el Archivo Municipal de Toledo, con una cantidad verdaderamente excepcional. Y el tercero, 228, comenzó en 2.500 euros y acabó en 3.000. Se trata de un pergamino iluminado, por el cual Enrique III “el Doliente” confirma la gracia concedida por su padre, Juan I de Castilla, en 1393 a Fray Fernando Yáñez, por la que le otorgaba el patronazgo de la Iglesia parroquial de la puebla de Guadalupe. El 229 y 230 se trataban de manuscritos de confirmación de privilegios. El 230 se adjudicó a un coleccionista por 2.700 euros desde los 2.500 en que partía. Teniéndose que retirar el 229 al no encontrar comprador.

 

Una de los lotes que mayor interés acaparó fue la ponchera mejicana (683) de hacia 1930 en plata Kimberley, sterling 925. Compuesta por dieciocho tazas, fuente y cucharón, con un considerable peso total de 13 kgs. Bajándose el martillo en 9.500 euros habiendo partido de 7.000 euros.

 

En cuanto al mobiliario, los lotes más caros tuvieron que ser retirados centrándose las ventas en otros más secundarias como la pareja de cómodas neoclásicas (684) de principios del s. XIX. Adjudicándose en 3.100 euros, algo más de los 3.000 euros en que partían, un precio bastante ajustado a lo que viene siendo habitual en este tipo de muebles en el mercado. Algo parecido le sucedió también a la mesa de alas inglesa (337) en madera de caoba, estilo Chippendale del s. XIX, vendiéndose en 2.200 después de salir en 1.800.

 

Una de las secciones que con frecuencia suele atraer una mayor atención entre los coleccionistas son los marcos o molduras, máxime cuando se trata de piezas de alta época de calidad, como el 235. Una moldura tallada, estucada y dorada del siglo XVII de 132 x 138 cm y por la que llegaron a pagar 3.500 euros, la salida. Lo mismo que el 231, moldura del s. XVIII tallada, dorada y cromada en verde por los 3.000 euros en que partía. Buenas ventas aunque fuera su tasación inicial.

 

De los diez carteles que la sala sacaba a la venta, se vendieron tres de ellos, el 611, cartel de toros de Valencia, 1920, de Carlos Ruano Llopis (1878-1950) y 614, cartel de las fiestas de Sevilla de 1924, de Francisco Hohenleite de Castro (1899-1968). Por su estimación de partida de 900 y 1.000 euros respectivamente. El 612 subió algo más de los 1.000 en que comenzaba, hasta los 1.200, se trataba de una impresión sobre seda de un cartel de toros de Carlos Ruano Llopis.

 

Pese a la excelente oferta de esculturas con piezas tan relevantes, como el San Miguel Arcángel (674) de Alonso Berruguete, San José con el Niño e Inmaculada (709 y 732) de José Risueño, o la Dolorosa (676) del círculo de José de Mora. No encontraron comprador, pese a la indudable calidad de estas, posiblemente porque en algunas, su estimación era algo elevada. Mariano Santos @AntgOln